Hay dos tipos de deseos o de dependencias: El deseo de cuyo cumplimiento depende mi felicidad y el deseo de cuyo cumplimiento no depende mi felicidad.
El primero es una esclavitud, una cárcel, pues hago depender de su cumplimiento, o no, mi felicidad o mi sufrimiento. El segundo deja abierta otra alternativa: si se cumple me alegro y, si no, busco otras compensaciones.
Este deseo te deja más o menos satisfecho pero no te lo juegas todo a una carta. Pero existe otra tercera opción, hay otra manera de vivir los deseos, como estímulos para la sorpresa, como un juego en lo que menos importa es ganar o perder, sino jugar.
Hay un proverbio oriental que dice: «Cuando el arquero dispara gratuitamente tiene con él toda su habilidad».









