miércoles, 29 de mayo de 2013
LA TRASCENDENCIA
Creer que se está participando en un proyecto universal y aceptar la importancia de ello nos coloca, automáticamente, en el plano espiritual. La vida evoluciona en un sentido de complejidad creciente, donde posiblemente seamos la punta de lanza de una transformación que no percibimos aún. El gran maestro Teilhard de Chardin decía: “La creación no se ha terminado: se está llevando a cabo en este instante”. Y si esto es así, estamos participando activamente en ella. Trascender significa tomar conciencia (darse cuenta) de que soy; posiblemente, mucho más de lo que creo ser.
Sentir que se está participando en un proyecto universal nos hace fuertes, nos aleja de lo mundano y cuestiona nuestra presencia en el planeta. Los animales no saben que van a morir, nosotros sí. Muchas personas que recurren a ayuda psicológica o psiquiátrica buscan aliviar su frustración existencial, porque se sienten vacíos y manifiestan que no encuentran un motivo de vida. Tener un vector orientador que nos empuje hacia un fin cósmico, a una compenetración con Dios, el universo o como queramos llamarlo, nos da un sentido vital. No cabe duda: los ideales, cualquiera que sea su origen, nos hacen crecer. Y no me refiero a los fanatismos religiosos y a su consecuente ignorancia, sino a la posición seria y honesta de creer en algo más. Voltaire decía: “Si Dios no existiera, habría que inventarlo”.
El “más allá” no es incompatible con el “más acá”. Dios no exige tanto. Crecer espiritualmente no es discrepante con el amor terreno, pícaro y cariñosamente contagioso que sentimos por la pareja. Exaltar la vida interior ayuda a desprenderse de los lastres del apego, pero nada tiene que ver con desamor.
Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso
EL ESPÍRITU HUMANO NO SOPORTA ETIQUETAS
“Podemos tener enfermedades, actitudes psicóticas, pero por muy graves que sean no nos convierten en un enfermo o en un loco, no definen nuestro ser, sino nuestro estado presente.
El espíritu humano, infinito, no soporta etiquetas.”
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“No generalices ni pongas etiquetas: no conviertas al que mató a un solo perro en asesino en serie de perros.”
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Alejandro Jodorowsky
martes, 28 de mayo de 2013
LA AUTORREALIZACIÓN
Este principio se refiere a la capacidad de reconocer los talentos naturales que poseemos. Aquellas habilidades singulares que surgen espontáneamente de nosotros, sin tanto alarde ni especializaciones. Simplemente estuvieron ahí todo el tiempo y todavía persisten. Vivimos con nuestras facultades a cuestas, y ni siquiera nos damos cuenta.
La pregunta clave es: ¿Cómo saber si estamos desarrollando esos talentos? Si las respuestas a las siguientes tres preguntas son positivas, estás bien encaminado; de no ser así, tienes algo que revisar:
a. ¿Pagarías por hacer lo que estás haciendo?
b. Aquellas cosas que haces bien y disfrutas al hacerlas, ¿han surgido de ti más naturalmente que por aprendizaje?
c. Cuando estás ejecutando lo que te apasiona, ¿la gente se acerca a ti en vez de alejarse?
Ése es el talento natural: una capacidad guiada por la pasión, que estalla desde adentro y reúne a los demás cuando aparece. Todos la poseemos, todos podemos alcanzarla, todos estamos diseñados para desarrollar nuestra capacidad creativa, si nos dejan y tenemos el coraje para hacerlo.
Una persona que ha encontrado su vocación y siente pasión por lo que hace, se vuelve inmune a la adicción afectiva porque su energía vital se abre a otras experiencias. Y esto no significa incompatibilidad, sino amor a cuatro manos. Desarrollar los talentos naturales es abrirse a otros placeres, sin desatender el vínculo afectivo. No se abandona a la pareja, sino que se la integra, se la ama a plenitud.
Si la vocación se lleva a feliz término, la mente se tranquiliza y las inseguridades desaparecen. Las personas autorrealizadas no son posesivas: son independientes y fomentan la honestidad interpersonal. No necesitan tanto el apego, porque la pérdida y la terrible soledad ya no las asustan.
Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso
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