viernes, 17 de mayo de 2013

ILUMINACIÓN Y EL DESPERTAR


CREE EN LO QUE VEAS


Nunca creas en nada a menos que lo hayas experimentado. Nunca te formés prejuicios, aunque todo el mundo diga que es así, a menos que tú mismo te lo hayas encontrado.

En la India hubo un gran místico, Kabir, que decía: «Nunca creas en tus oídos... solo cree en lo que veas. Todo lo que has oído es falso. Todo lo que has visto es verdadero»

Esto habría que tenerlo siempre en cuenta, porque somos seres humanos y tendemos a pronunciar falacias. Formamos parte de este mundo loco, y esa locura está dentro de cada ser humano. No hay que permitirle que te abrume. Uno debe recordar continuamente. Y si se puede conseguir esto... Es arduo, porque los prejuicios son muy cómodos y fáciles; no hace falta pagar por ellos. La verdad es costosa, preciosa, y hay que pagar mucho. De hecho, debes poner tu vida en juego. Entonces llegas a ella. Pero solo la verdad libera. Así que al observar a otras personas y el funcionamiento de sus mentes, recuerda siempre que el mismo tipo de mente también está oculto en ti. 

Así que nunca le prestes atención. Te convencerá; discutirá, tratará de convencerte. Simplemente dile: «Lo veré por mí mismo. Todavía estoy vivo. Puedo encontrar todo lo que sea necesario».

Del libro:
Día a Día
Osho
Día 134

jueves, 16 de mayo de 2013

“EL MUNDO ESTÁ EN UNA CRISIS PROFUNDA PORQUE NO TENEMOS UNA EDUCACIÓN PARA LA CONCIENCIA”


EL MAESTRO Y SU DISCÍPULO

-Maestro, estoy desengañado de la política corrupta, de las religiones sectarias, del sistema económico explotador, de las industrias nocivas, de los mediocres consumidores e infantiloides, de los deportes fomentadores del patriotismo de brutos, de las pestes mundiales inventadas para vender vacunas, del cine americano con propaganda solapada, de las familias narcisistas sumidas en el incesto emocional, de los comerciantes rapaces, de los jet-sets con narices hediondas a cocaína, de las mujeres con caras estiradas, senos inflados y bocas de pato, de los dictadores ladrones y asesinos, de los policías cómplices del narcotráfico, de los gobiernos enriqueciéndose con la venta de armas, ya no soporto más. Estoy desesperado, porque sé que no puedo cambiar al mundo. ¿Qué hago?

-Es cierto, no puedes cambiar al mundo, pero puedes comenzar a cambiarlo.
-¿Cómo, Maestro?
-¡Cambiándote a ti mismo!
-¿Cómo?
-Mirando sin miedo hacia dentro de ti, como si fueras descendiendo por un pozo. El cielo no es sus nubes, las contiene. Tú no eres tus pensamientos, los contienes. Tampoco eres tus sentimientos, ni tus deseos, ni tus necesidades, las contienes.
-No lo entiendo.
-Eres lo que eres y no lo que piensas que eres. Ni eres lo que crees que sientes, ni lo que crees que deseas ni lo que crees que necesitas.
-Quiere decir que me engaño a mí mismo. ¿Como ser lo que soy?
- De negación en negación llegarás a la gran afirmación: “Esto no soy yo, esto no soy yo, esto no soy yo. Sólo soy una conciencia inmaterial, inefable, impensable. No soy un cuerpo que tiene una conciencia, sino una conciencia que tiene un cuerpo”.

- Me cuesta asimilar esto.
-Imagina que eres un coche con cuatro pasajeros, uno es “ideas”, el segundo es “sentimientos”, el tercero es “deseos” y el cuarto es “necesidades”. El chofer del coche se llama “voluntad”. Pero a ese coche no lo hacen funcionar sus pasajeros, ni su chofer, ni su carrocería, ni su motor, ni sus ruedas, ni su forma, ni su marca. El coche anda gracias a la gasolina. Pero la gasolina no le pertenece. Ella es una porción del infinito océano de energía universal. Repite conmigo: “¡No soy una parte, soy una totalidad. Soy los otros y los otros son yo. pero YO soy!”. Ese YO no es el ego formado por esos limites en los que desde tu infancia te ha aprisionado tu familia, tu sociedad y tu cultura. Es el YO total, que es la conciencia del Universo. El Universo no tiene una conciencia. Es la CONCIENCIA la que tiene al universo. CONCIENCIA eterna, inmortal, gozo perpetuo, sin comienzo ni fin, tu ser esencial, tu Dios Interior, tú de verdad. ¿Comprendes? No eres lo que sabes, no eres lo que crees ser, nada te puede definir, nada te puede limitar, nada es tuyo que no sea para los otros. En ningún caso eres algo de alguien, ni alguien es algo tuyo. Tú y los otros son una sola cosa. Lo que le sucede a los demás te sucede a ti, y lo que te sucede a ti, le sucede a los demás. No estás unido a nada porque eres todo. ¿Quieres cambiarte a ti mismo? Despréndete de la vieja imagen, nunca fuiste lo que creías ser. Repite conmigo:

No soy mi nombre, no soy mi edad, no soy mi sexo, no soy mi nacionalidad, no soy mi raza, no soy mi oficio, no soy mi clase social, no soy mi pasado, no soy la imagen que tengo de mí mismo, no soy lo que los otros quiere obligarme que sea, no soy lo que tengo. Soy cuando no soy nada. Nadie me busca porque en todo momento me están encontrando. El mundo real soy yo.”

Alejandro Jodorowsky

AGUA Y CORBATTA


Un hombre avanza desesperado por el desierto. Acaba de beber la última gota de agua de su cantimplora. El sol sobre su cabeza y los buitres que lo rondan anuncian un final inminente.

—¡Agua! —grita—. ¡Agua! ¡Un poco de agua!
Desde la derecha ve venir a un beduino en un camello que se dirige hacia él.
—¡Gracias a Dios! —dice—. ¡Agua por favor... agua!
—No puedo darte agua —le dice el beduino—. Soy un mercader y el agua es necesaria para viajar por el desierto.

—Véndeme agua —le ruega el hombre—. Te pagaré... 
—Imposible “efendi”. No vendo agua, vendo corbatas. 
—¿¿¿Corbatas??? 
—Sí, mira qué maravillosas corbatas... Estas son italianas y están de oferta, tres por diez dólares... Y estas otras, de seda de la India, son para toda la vida... Y éstas de aquí...
—No... No... No quiero corbatas, quiero agua... ¡Fuera! ¡Fueraaaaa! 
El mercader sigue su camino y el sediento explorador avanza sin rumbo fijo por el desierto. 
Al escalar una duna, ve venir desde la izquierda otro mercader. 
Entonces corre hacia él y le dice: 
—Véndeme un poco de agua, por favor... 
—Agua no —le contesta el mercader—, pero tengo para ofrecerte las mejores corbatas de Arabia... 
—¡¡¡Corbatas!!! ¡No quiero corbatas! ¡Quiero agua! —grita el hombre desesperado. 
—Tenemos una promoción —insiste el otro—. Si compras diez corbatas, te llevas una sin cargo... 
—¡¡¡No quiero corbatas!!! 
—Se pueden pagar en tres cuotas sin intereses y con tarjeta de crédito. ¿Tienes tarjeta de crédito? 
Gritando enfurecido, el sediento sigue su camino hacia ningún lugar. 
Unas horas más tarde, ya arrastrándose, el viajero escala una altísima duna y desde allí otea el horizonte. 
No puede creer lo que ven sus ojos. Adelante, a unos mil metros, ve claramente un oasis. Unas palmeras y un verdor increíble rodean el azul reflejo del agua.

El hombre corre hacia el lugar temiendo que sea un espejismo. Pero no, el oasis es verdadero. 
El lugar está cuidado y protegido por un cerco que cuenta con un solo acceso custodiado por un guardia. 
—Por favor, déjeme pasar. Necesito agua... agua. Por favor... 
—Imposible, señor. Está prohibido entrar sin corbata. 

Lo sepas o no de antemano, siempre hay un precio que pagar.
“Ah sí, pero si pago el precio mis hijos mañana no comen.”
Bueno, será éste el precio. Y entonces elijo ir a trabajar. Y elijo seguir trabajando, y conservar mi trabajo, y elijo alimentar a mis hijos. Y me parece bien que yo haga esa elección. Pero lo elijo yo ¿eh? Yo soy el que está decidiendo esto. En mis normas es más importante alimentar a mis hijos que complacer mi deseo de quedarme haciendo fiaca en la cama. Y me parece bien. Es mi decisión. Y precisamente porque es mi decisión es que tiene mérito. 

Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay

miércoles, 15 de mayo de 2013

ABRAZAR LA SOLEDAD

Abrazar la soledad no significa que debas incomunicarte y aislarte de tu pareja. Las soledades de cada uno pueden interconectarse. Entre dos personas que se aman, el silencio habla hasta por los codos. Tu pareja puede estar leyendo, mientras tú arreglas el jardín, o viceversa. Cada uno en lo suyo. Aparentemente no se están comunicando, no se hablan, no se miran, no se huelen, no se tocan. Pero no es así. Hay un intercambio vivo, una presencia compartida donde ambas soledades se juntan y se envuelven la una en la otra. 

Rilke lo expresaba bellamente:

El amor consiste en esto:
Que dos soledades se protegen
Se tocan mutuamente
Y se saludan.

De eso se trata el respeto a la intimidad. Amar en puntas de pie para que no haya sobresaltos y encontrarse en los pasillos. Respirar el mismo aire sin contaminarlo, y compartir el amor sin hacerlo necesariamente explícito. Splager resume muy bien la idea central de amar en soledad y aún así seguir amando: 

“No todos saben estar solos con otros, compartir la soledad. Tenemos que ayudarnos mutuamente a comprender cómo ser en nuestra soledad, para poder relacionarnos sin aferrarnos el uno al otro. Podemos ser interdependientes sin ser dependientes. La nostalgia del solitario es la dependencia rechazada. La soledad es la interdependencia compartida”.


Del libro:

AMAR O DEPENDER
Walter Riso

DESPERTARES

Alguna vez he visto algunos despertares desde un darse cuenta salvaje desencadenado por alguna situación especial.

Despertamos, pero no a través de la palabra de otro, sino a través de un proceso de identificación: algo que vemos o algo que vivimos nos empuja al darnos cuenta.

Por ejemplo, nos enteramos, cuando acabamos de cumplir cuarenta y cinco años, que un amigo nuestro que también tenía cuarenta y cinco años se murió. Entonces nos miramos y decimos: ¿Qué pasa acá? Y empezamos a cuestionarnos algunas cosas: cómo estamos viviendo, cómo usamos nuestro tiempo, si estamos disfrutando, si nos sentimos oprimidos por alguien o algo, si nuestra vida finalmente tiene sentido.
O vemos una película y nos estrellamos con la ficción que retrata nuestra realidad, nos damos cuenta de lo que nos está pasando y nos enfrentamos con nuestro propio proceso.
Y nos enteramos de que no hay situaciones donde uno no pueda elegir. Asumimos que siempre estamos eligiendo, aun cuando creemos que no elegimos, en la vida cotidiana, en la de todos los días.

Y cuando decimos:
“No tuve otro remedio...”
“Yo no soy responsable de esto...”
“No tenía otra posibilidad...”

Mentimos. Mentimos alevosamente. Porque siempre elegimos.
En nuestra vida cotidiana decidimos casi cada cosa que hacemos y cada cosa que dejamos de hacer.
Nuestra participación en nuestra vida no sólo es posible, sino que además es inevitable.

Somos cómplices obligados de todo lo que nos sucede porque de una manera o de otra hemos elegido.
“Bueno, pero yo... tengo que ir a trabajar todos los días... y no tengo otra posibilidad... y aunque no quiera y yo no lo elijo, tengo que ir igual, entonces yo no puedo concederme el permiso de no ir a trabajar mañana”.
Si estoy dispuesto a pagar el precio, sí.

Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia

Jorge Bucay
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