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miércoles, 6 de abril de 2022

PUNTO MEDIO DEL AMOR


 

EL AMOR DIGNO


Ninguno de los tres valores mencionados (solidaridad, reciprocidad, autonomía) tendría sentido si no existiera el respeto a los derechos del otro. Expresiones como: "Me perteneces" o "Eres mía o mío" no son otra cosa que la sintomatología de una necesidad imperiosa de posesión que suele traducirse en emociones destructivas, como los celos, el rencor, la ansiedad o la depresión.

Aunque no siempre sea fácil lograrlo, el amor digno se ubica en un punto medio entre "ser totalmente para el otro" y "ser totalmente para sí". No es excluyente, sino asertivo, en tanto es capaz de discernir claramente el territorio de sus reivindicaciones y de marcar límites. El concepto del amor digno descansa sobre dos pilares que la cultura del amor incondicional ha desechado: el respeto y la defensa de los derechos humanos. La máxima que lo rige es tajante: "Si no eres capaz de amar y que te amen con dignidad, mejor no ames".

De la tolerancia al respeto ¿Hay que tolerarlo todo? Obvio que no. Al igual que cualquier principio de vida, la tolerancia tiene sus límites.

Karl Popper planteó en su momento la paradoja de la tolerancia: "Si somos absolutamente tolerantes, incluso con los intolerantes, y no defendemos la sociedad tolerante contra sus asaltos, los tolerantes serán aniquilados y junto con ellos la tolerancia". ¿Habría que tolerar la violación o los asesinatos? ¿Qué liaríamos si viéramos a un hombre golpeando a su pequeño hijo? ¿Debemos tolerar el abandono infantil, los genocidios, las estafas o el maltrato? Hay amores intolerables y relaciones insoportables, a nadie le quepa duda.

Una persona tolerante es permisiva, paciente y no impositiva.

Sin embargo, estas virtudes llevadas al extremo pueden resultar peligrosas si no están acompañadas de amor propio y algo de sabiduría. Si alguien dijera: "Yo tolero a mi pareja", en vez de decir: "Yo amo a mi pareja", no daríamos un peso por esa relación. "Tolerar", según el Diccionario de sinónimos de Aguilar, también quiere decir: "soportar, aguantar, sufrir, resistir, sobrellevar, cargar con, transigir, ceder, condescender, compadecerse, conformarse, permitir, tragar saliva y sacrificarse. Un" vínculo afectivo que se ubicara en este contexto semántico parecería más una reunión de masoquistas anónimos que una relación amorosa. Soportar con indulgencia las agresiones no es sinónimo de amor.

Pero la palabra tolerancia también tiene una acepción más positiva y no tan referida al sacrificio, como es: "Disposición a admitir en los demás una manera de ser, de obrar o de pensar distinta a la propia". Es decir, la tolerancia como un valor que promulga el pluralismo entre las personas, en tanto acepta que éstas tienen derecho a expresarse con libertad de culto y opiniones. ¿Tu relación de pareja se rige por el pluralismo? De todas maneras, si consideramos que la libertad del otro es un derecho, esta libertad no tendría que ser tolerada sino respetada. El respeto modula el amor, pone una distancia cognitiva útil y conveniente entre los enamorados y permite pensar sobre lo que piensa el otro, para no maltratar ni ser maltratado. Por eso, para que la tolerancia no viole los derechos ajenos debe ser limitada: si la persona que amas es peligrosa para tu integridad física o psicológica, la tolerancia está contraindicada.

Así como nos indignamos frente a la injusticia ajena, también tenemos la responsabilidad de indignarnos cuando nuestros derechos personales se vulneran. No debemos tolerar los abusos, vengan de donde vengan y así estén patrocinados por el amor. Para el abuso no hay disculpas.

Recuerda: de la tolerancia a la estupidez sólo hay un paso, y es la ingenuidad.

No quiero tolerarte (¡Dios me libre!), lo que quiero es amarte en la convivencia, en los acuerdos y en los desacuerdos. No quiero tolerarte, sino amarte y respetar tu esencia.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

jueves, 31 de marzo de 2022

¿CÓMO ESTAR SEGURO DE QUE TE AMARÉ TODA LA VIDA?


 

DE LA OBLIGACION, AL AMOR VOLUNTARIO


Los siguientes valores guía (solidaridad, reciprocidad y autonomía) te servirán para ubicar el amor en un sitio mejor y más gratificante. La ausencia de cualquiera de ellos hace insostenible cualquier relación, por más buena voluntad, que tengan los implicados.

Tercer valor: De la obligación, al amor voluntario

Las relaciones afectivas cuyo vínculo se instala exclusivamente sobre la base del deber y la obligación o cuando los deberes pesan mucho más que los derechos, se van agotando a sí mismas. Hay algo castrense en esto de la "imposición afectiva" que no deja de sorprenderme.

La relación amorosa no puede ser una exigencia. No se trata de estar con quien se debe estar, sino de estar quien se quiere estar.

Autonomía: del griego, autos (propio) y nomos (ley). Es decir, autogobierno, independencia personal con ayuda de la razón. ¿Cómo potenciar tu "yo" auténtico si no eres libre para querer lo que quieras y desear lo que deseas? Dos típicas manifestaciones del deber afectivo frustrado: Quisiera quererte o "Desearía desearte".

Así como el sentimiento amoroso no se obliga, tampoco puede imponerse a una persona vivir con alguien si no desea hacerlo o no le conviene. ¿Cómo estar seguro de que te amaré toda la vida? No puedo. ¿Cómo estar seguro de que nunca llegaré a desenamorarme, si el desamor no depende solamente de mí sino también de lo que tú hagas o intentes hacer conmigo? No digo que haya que fomentar una actitud laissez-faire y eliminar toda forma de convenio.

Como ya expliqué, los deberes son necesarios para cualquier tipo de convivencia, a lo que me opongo es a la exigencia de sacrificar la dignidad en nombre de los deberes adquiridos.

El deber razonable y bien concebido es un cimiento para el respeto, pero el deber inexorable e irracional tiende a justificar todo tipo de violaciones. Hay que convivir con el deber razonable y pasarle por encima al deber irracional.

¿Habrá mayor placer que amar con independencia? Al amor juramentado y vuelto a juramentar le falta espontaneidad. Mejor un amor sin gravámenes, sin la carga de los "debería", sin deudas adquiridas: "Quiero estar contigo porque me nace, con la menor cantidad posible de preceptos y disposiciones". El amor sano no es una tabla de mandamientos ni un listado de códigos, sino un proceso vital de descubrimiento y crecimiento personal. Amas a una persona cuando respetas su capacidad de crearse a sí misma.

Lipovetski, en su libro El crepúsculo del deber, dice: Lo que está en boga es la ética, no el deber imperioso en todas partes y siempre; estamos deseosos de reglas justas y equilibradas, no de la renuncia a nosotros mismos; queremos regulaciones no sermones, "sabios" o sabiondos; apelamos a la responsabilidad, no a la obligación de consagrar íntegramente la vida al prójimo, a la familia o a la nación, Entonces, en un amor inteligente y maduro, básicamente ético, la responsabilidad asumida libremente pesa más que el deber tajante, el querer amar, más que el deber amar.

Tu relación es libre y autónoma cuando:

• Puedes disponer de tu tiempo y tus cosas.

• Expresas tus puntos de vista cómodamente.

• Puedes desarrollar tus actividades tranquilamente.

• No debes pedir permiso.

• Las obligaciones no te asfixian.

• Tu pareja no te vigila.

• Sientes que creces como persona. No debes justificar y explicar cada comportamiento frente a tu pareja como si fuera un juez.

• Obras de acuerdo con tus decisiones.

• Puedes expresar el amor como quieras.

• Tu pareja escucha seriamente tus quejas.

No respeta tu autonomía, tu libertad y tu independencia quien te quita la posibilidad de actuar, querer o conocer de acuerdo con tu buen entender y parecer.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

viernes, 21 de enero de 2022

TU RELACIÓN SE BASA EN LA RECIPROCIDAD CUANDO:


 

JUSTICIA DISTRIBUTIVA Y JUSTICIA CONMUTATIVA


 

DE LA GENEROSIDAD, AL AMOR RECÍPROCO


Los siguientes valores guía (solidaridad, reciprocidad y autonomía) te servirán para ubicar el amor en un sitio mejor y más gratificante. La ausencia de cualquiera de ellos hace insostenible cualquier relación, por más buena voluntad, que tengan los implicados.

Segundo valor: De la generosidad, al amor recíproco.

Les guste o no a los dadores compulsivos, debe existir un intercambio básico para que el amor de pareja pueda funcionar. Si le eres fiel a tu pareja, esperas fidelidad; si eres tierno, esperas ternura; si das sexo, esperas sexo, en fin: esperas. Aunque pueda haber momentos especiales en los que te desligues de cualquier retribución futura, una de las expectativas naturales que acompaña el amor de pareja es la reciprocidad. El amor recíproco va más allá del puro dar, que caracteriza a la generosidad, y propone una relación basada en el "dar" y el "recibir". La generosidad es moralmente superior, pero la reciprocidad es el motor de la vida en pareja. La comunicación y la capacidad de resolver problemas quedan incompletas sin la correlación dador-receptor.

No es posible aceptar una relación desigual, si queremos mantener un amor constructivo y saludable. Un joven me decía, no sin tristeza: "Mi novia cree que es una reina. Hay que atenderla, darle gusto, contemplarla. A mí antes me nacía, pero ya llevo mucho tiempo dando dando sin recibir nada a cambio... No se preocupa por mí como yo lo hago por ella. Necesito que alguien me consienta, necesito sentirme querido. Por ejemplo, cuando tenemos sexo, me toca a mí hacerlo todo... Ya no es placentero, sino extenúante. Tengo una amiga nueva que es lo opuesto...

Posiblemente quiera más a mi novia, pero prefiero empezar una relación de igual a igual con alguien más". Es difícil no darle la razón. No estoy diciendo que haya, que ser milimétrico en las relaciones, ya que no todos tenemos las mismas necesidades ni las, mismas capacidades (no somos idénticos) o que haya que tirar la generosidad a la basura. Lo que sugiero es mantener una correspondencia equitativa que nos haga sentir bien. La reciprocidad positiva está relacionada con la percepción de equilibrio y armonía, con el sentimiento le imparcialidad y justicia.

Haciendo una analogía con el pensamiento de Aristóteles y santo Tomás, un amor justo es él que combina tanto la justicia distributiva (repartir cargas y beneficios proporcionalmente entre los miembros de la pareja). Como la justicia conmutativa (evitar la estafa y el fraude en cualquiera de sus formas). No es que no podamos cambiar de opinión, pero es mejor hacerlo de manera honesta, tratando de salvaguardar el bien común y produciendo el menor daño posible. La reciprocidad supera el placer de la gratitud o el "celo de amor" del que hablaba el filósofo Baruch de Spinoza, es decir, hacer el bien a aquél que nos lo ha hecho, devolver el bienestar recibido.

Por su parte, Alain propuso (citado por Comte-Sponville en su Diccionario Filosófico) una máxima de cómo ser justo en las relaciones interpersonales: "En cualquier contrato y en cualquier intercambio, ponte en el lugar del otro, pero con todo lo que sabes, y, suponiéndote tan libre de necesidades como un hombre puede serlo, mira si en su lugar, aprobarías ese intercambio o ese contrato". Si pudiéramos aplicar la sugerencia de Alain, sin resquemores ególatras y de corazón, nuestras relaciones afectivas estarían libres de explotación y maltrato.

Tu relación se basa en la reciprocidad cuando:

El intercambio afectivo y material es equilibrado y justo.
Los privilegios son distribuidos equitativamente.
El acceso a los derechos y deberes es igual de parte y parte.
Ninguno de los miembros intenta sacar ventajas o explotar al otro.
No hay la sensación de "estafa" afectiva.
No tienes que recordarle a tu pareja lo que necesitas.
Ninguno piensa que merece más que el otro.
Existe una correspondencia mutua sobre lo fundamental.

Tu pareja no es recíproca, si no le importa lo que piensas y sientes. En el amor, el que da, casi siempre espera recibir o tiene expectativas al respecto, Es el equilibro natural del amor justo y equitativo.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

miércoles, 15 de diciembre de 2021

OBSTINACIÓN EN EL AMOR






 

VALOR: DE LA FUSIÓN/COMUNIÓN, AL AMOR SOLIDARIO




El amor democrático: Tres valores guía

Un amor sin valores que lo guíen es un amor a la deriva, desorientado no me refiero a las virtudes convencionales sino a una política del amor, en la cual podamos construir una relación pluralista, flexible y horizontal. Amor de igual a igual, duela a quien le duela. A veces, es conveniente poner el romanticismo en remojo, modular el arrebato que ocurre de la cintura para abajo y analizar con cabeza fría si la relación afectiva en la que estamos vale la pena. No estas pagando una penitencia, por tanto, el primer deber es para con tu persona.

Valentía y afrontamiento, así no seamos héroes y sólo estemos sentando precedentes.

Los siguientes valores guía (solidaridad, reciprocidad y autonomía) te servirán para ubicar el amor en un sitio mejor y más gratificante. La ausencia de cualquiera de ellos hace insostenible cualquier relación, por más buena voluntad, que tengan los implicados. Estos principios representan valores centrales, exigencias fundamentales, dentro de las cuales debe moverse el amor de pareja para construir una relación estable y satisfactoria. Por eso, ninguno de ellos es negociable, o al menos no debería serlo para alguien que se ama a sí mismo

Primer valor: De la fusión/comunión, al amor solidario

"Mi clon","mi media naranja","mi complemento","mi alma gemela": pura adicción, pura simbiosis. Querer ser uno, donde hay dos, ¿habrá mayor obstinación? Amor de comunión: cuerpo y alma fundidos. Y no me refiero necesariamente a lo sacramental, lo cual es respetable según las creencias religiosas de cada cual, sino a la connotación mística del término. La fusión radical implica tener la misma fe, la misma disciplina y la misma unidad de espíritus. Es apenas obvio que en semejante amalgama de personalidades no haya nada que dividir, ni partición de bienes ni de cuerpos. No habrá "yoes", no habrá individualidades.

Estar fusionado con la pareja es cambiar la autonomía por una conciencia que se pierde en el ser amado y ambos en el universo: amor cósmico. Cuando le pregunto a los asistentes a mis conferencias, cuántos de ellos se sienten totalmente identificados (fusionados, diluidos,"en comunión") con su pareja, sólo levantan la mano dos o tres personas. ¿No sería mejor, más fácil y pragmático, al menos para los que no vivimos en un "plano astral", aterrizar la cuestión y buscar una forma de unión más compatible con lo que en verdad somos?

Josefina era un ama de casa de 37 años de edad, con dos hijos pequeños, casada desde hacía seis años. Me la había remitido un dermatólogo debido a una alergia de corte psicosomática, probablemente relacionada con una personalidad encapsulada. Era una mujer tímida con dificultades para expresar emociones, especialmente las negativas. Pedro, su esposo, era un comerciante de temperamento fuerte, decidido y emprendedor. No sólo era el "rey de la casa", sino que actuaba de manera extremadamente paternalista con ella. Sin embargo, el amor que sentía por su mujer había disminuido considerablemente en el último año: "La veo tan débil e insegura. La gente la manipula, es demasiado ilusa y sumisa". Cada vez que Pedro expresaba sus quejas, la repuesta de Josefina era la misma:"No importa lo que digas, siempre estaremos juntos. Ninguno puede vivir sin el otro y tú lo sabes". Ella actuaba como si los años (estaban juntos desde la adolescencia) les hubieran otorgado una exención a los problemas naturales de la vida en pareja y Censaba que la situación con Pedro se subsanaría de forma milagrosa. Sin embargo, él se mostraba cada vez más indiferente y lejano. No había agresión física por parte de él, pero sí manifestaciones de desprecio y malestar. A pesar de todo, Josefina se mantenía firme en sus ideas: "Lo que el amor unió, nadie podrá separarlo". En una ocasión en que la confronté más directamente, me miró extrañada y me dijo:"¿Pero cómo se va terminar la relación, si él es mi esposo?" Cuando decidió ir a terapia, ya era tarde. Pedro ya no la amaba.

Lo que quiero destacar en este caso es de qué manera la idea de la comunión/fusión puede llevar, subrepticia o abiertamente, a que las personas asuman una curiosa forma de resignación patológica frente a una relación en decadencia.

Tres aclaraciones:

1. Ser una unidad afectiva significa estar inmerso en un conjunto indiferenciado de pasiones donde lo particular se anula en el todo. Es como si tuviéramos agua en la que no pudiéramos distinguir el hidrógeno del oxígeno. Va no eres tú, eres otra cosa producto de la mezcla. Por el contrario, estar unidos afectivamente implica tener un lazo, un vínculo, que por más estrecho que sea, mantiene la diferencia. Si eres "una unidad" con tu pareja, te perdiste. Debes buscarte a ti mismo en el revoltijo afectivo y pasar del "ser de" al "estar con". Es cuestión de dignidad y de respiro.

2. Hay, al menos, dos maneras de involucrarse en una relación: pertenecer o participar. Pertenecer es identificarse de lleno con la pareja y/o mimetizarse en ella, tal como lo hace el camaleón, cuando se confunde con el ambiente donde habita para sobrevivir a los depredadores. "Pertenecer" a la pareja es volverse totalmente semejante a ella y renunciar a la propia singularidad. Por eso, el sentido de pertenencia hay que tomarlo con pinzas. "Ser" de un equipo, un grupo o una institución puede convertirse fácilmente en fanatismo y extraviarse en la obediencia debida. Por el contrario, participar en una relación afectiva significa estar vinculado de manera activa y no pasiva. Se está allí porque se quiere, en pleno uso de la individualidad, ejerciendo el derecho a disentir. En esta lógica participativa, tal como la llama Savater, el autoritarismo y las distintas formas de dominación no tienen cabida. Si estás enamorado o enamorada, no perteneces a tu pareja, participas en una relación. No eres parte de la persona que amas. Aquí no hay costillas extirpadas ni nada por el estilo. Eres participante activo del enlace que ha producido la conjunción del amor, las metas, los valores, los deseos y muchas cosas más. En realidad, no formas parte del "club de los enamorados" ni de "la legión de súper casados", porque no existe tal cosa.

3. La palabra comunión no debe confundirse con "comunidad". En la comunión no hay división, sino un conjunto donde cada una de las partes desaparecen en el todo. Es la fusión psicológica, afectiva y espiritual del enamoramiento que genera un fenómeno emergente: una sola alma, al menos en teoría. En este tipo de exaltación, la percepción se distorsiona hasta crear la sensación y la convicción de que todo se incorpora a un nuevo compuesto que contiene a ambas personas. No es estar con, sino estar en. Por su parte, el sustantivo comunidad, según la Enciclopedia Oxford de filosofía, se define como: "Grupo de personas que llevan una vida en común asentada sobre relaciones recíprocas". Las relaciones de pareja pueden ser consideradas una comunidad amorosa de dos, una díada, donde los miembros se afectan mutuamente y establecen vínculos de correspondencia. La relación comunitaria se basa en lo que tenemos en común y no en una concordancia absoluta. El amor de dos es un intercambio de información, emociones, ternura y fluidos.

Ser "el uno para el otro" hace que la relación sea completamente predecible. En el canibalismo afectivo, ya no tendrás nada que compartir porque todo está dicho. Por eso, el amor/fusión, tarde que temprano, termina deslizándose peligrosamente hacia el más pesado aburrimiento.

Por todo lo anterior, te propongo adoptar el valor guía de la solidaridad en lugar de la tradicional fantasía de fusión y absorción emocional. Amor solidario: estar unidos, en comunidad y de manera participativa. Amarte en la diferencia es amarte dos veces.

La solidaridad implica actuar a favor de alguien cuyos intereses se comparten, es decir, al defender los suyos, defiendes también los tuyos (parafraseando a Comte-Sponville). Es una forma de administrar dos narcisismos: "Dado que nadie está exento de egoísmo, intentemos serlo juntos, inteligente y amorosamente", como dice la filósofa Adela Cortina. La solidaridad también tiene una dimensión universal. Cortina, en el libro El mundo de los valores, dice que esta solidaridad universal se da "cuando las personas actúan pensando no sólo en el interés particular de los miembros de un grupo, sino también de todos los afectados por las acciones que realiza el grupo. Si la benevolencia y la ternura se suman a la" solidaridad; no hay egoísmo que resista. No necesitas un viaje a la estrellas o .perderte en la fascinación de. los poetas (aunque no sobra) para encontrarle sentido a tu relación.

Tu relación es solidaria cuando:

En los momentos difíciles de la pareja, los dos están presentes.

Cada uno se preocupa por el bienestar del otro.

Cada quien defiende al otro y la relación, si se ven amenazados de cualquier forma.

Ninguno de los miembros cuenta intimidades a extraños que puedan afectarlos.

Ambos se hacen cargo de las responsabilidades asumidas y están al tanto de lo que le ocurre a la otra persona.

Ninguno desprestigia al otro, ni a la relación.

Luchan hombro a hombro por las metas comunes, sin recostarse en el otro.

Cada cual siente que puede contar con el otro.

Los dos se toman en serio.

Ninguno subestima los problemas que pueda tener la relación.

No es solidario contigo quien hace caso omiso de tus intereses, los subestima o no hace un esfuerzo para comprenderías, pese a tus pedidos y redamos racionales.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

martes, 30 de noviembre de 2021

¿DE QUÉ SIRVE "TANTO" AMOR, SI ESE AMOR TE LIMITA Y APABULLA?


 

NO IMPORTA CUÁNTO TE AMEN, SINO CÓMO LO HAGAN


 

PONER EL AMOR EN SU SITIO


Poner el amor en su sitio es darle un nuevo significado a la experiencia afectiva. Es obvio que tienes la posibilidad de construir tu relación y modular el sentimiento implicado. No hablo solamente de eros, sino además de la conjunción de philia y ágape, de la convivencia amorosa que no culmina ni se define únicamente en lo pasional. También hay que querer amar, tal como dice la novelista Alice Ferney, también existe una dimensión que incluye esfuerzo y decisión: el que ama es el cerebro y no el corazón. Al amor hay que reubicarlo hacia arriba, más cerca de la razón y más lejos de la pretensión omnipotente y sentimentalista que lo ha caracterizado. Un amor fuera de control es definitivamente apasionante para las almas atrevidas y deseosas de emociones fuertes, pero igualmente puede resultar malsano si estamos con la persona equivocada.

Obviamente, como ya he dicho antes, no se trata de negar o reprimir el picante del enamoramiento, sino de tener claro'"que existe una línea delgada que no se puede traspasar si queremos amar saludablemente y disminuir la probabilidad futura de sufrir de manera intensa e innecesaria.

La reestructuración del amor de pareja que propongo sugiere sentir y pensar el amor de otra manera, revisar los principios tradicionales que lo sustentan y transformarlo en una experiencia más humanista y razonable: amor digno, amor ético, amor democrático, amor justo. Darle una nueva cualidad al amor, sin perder su esencia, implica asumir unos valores distintos a los convencionales, cambiar la cantidad por la calidad y destacar que, como lo he mencionado en otras oportunidades, no importa cuánto te amen, sino cómo lo hagan.

¿De qué sirve "tanto" amor, si ese amor te limita y apabulla? Así no haya mala intención (supongamos), así no haya golpes ni patadas, el aburrimiento y el maltrato psicológico pueden destruir cualquier relación. Perderse en un amor que pretende justificarse a sí mismo, que no necesita de ninguna virtud adicional, porque supuestamente ya las tiene todas, no deja de ser un despropósito.

Propongo dos cambios básicos en la manera de concebir el amor:

1. Revisar nuestra mitología del amor de pareja y reemplazar algunos de los valores tradicionales (fusión/comunión, generosidad y deber) por otros más orientados a fomentar el bien común y más adaptados a nuestros tiempos (solidaridad, reciprocidad, autonomía). Llamaré a esta modalidad amor democrático (cuya inspiración es la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano: libertad, igualdad, fraternidad).

2. Incluir en las relaciones afectivas los derechos humanos, considerando que lo privado, lo que ocurre de puertas para adentro, también debe ajustarse a los principios que definen la dignidad de las personas (respeto, consideración y no dominación). Llamaré a esta modalidad amor digno (cuya inspiración es la Declaración Universal de los Derechos Humanos).

Si una relación afectiva se mantiene dentro de los principios del amor democrático y del amor digno, además de contar con el soporte sentimental, será placentera, alegre, incitante y; estable. La pasión no tiene por qué perderse y puede seguir siendo horizontal, dentro y fuera de la cama. Si haces el amor “democráticamente", sentirás que tú también cuentas, que tu ser está tan presente como el deseo que te impulsa. Si haces el amor con "dignidad", nunca te convertirás en un objeto sexual. Y una vez asegurados estos dos pilares, podrás enloquecerte hasta donde se te dé la gana, porque existirá en ti la profunda convicción de que no harás lo que no quieras hacer.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet
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