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miércoles, 8 de abril de 2020

TRAMPAS


El gallo representa el deseo y el ídolo de la carne. Se ha embriagado con un vino envenenado.

Si Adán no hubiera tenido el cuidado de asegurar su descendencia, habría permanecido casto por vergüenza del deseo.

Satanás pidió a Dios: «¡Necesito una trampa poderosa para perseguir al pueblo!».

Dios le mostró el oro, la plata y los caballos y dijo: «¡Puedes atraer al pueblo con todo eso!

—¡Es bastante tentador! reconoció Satanás, pero yo busco algo mucho más poderoso».

Mostrándole todas sus minas, Dios dijo: «¡Oh, maldito! ¡Aquí tienes otras trampas!».

—¡Oh, protector! ¡Eso es insuficiente!, respondió Satanás.

Entonces Dios le mostró montones de vituallas, golosinas y vestiduras de seda.

«¡Oh, Señor mío, imploró Satanás, ten piedad de mí! Eso solo no me bastará para encadenar a los hombres y distinguir a los que aman de los hipócritas. ¡Necesito un cebo más sutil!».

Dios propuso además la bebida y la música. Satanás se mostró admirado, pero quedó insatisfecho. Pero, cuando Dios le mostró la trampa de la belleza femenina, se puso a danzar de alegría y exultó:

«¡Es exactamente lo que necesitaba!».

Cuando hubo visto aquellos ojos lánguidos capaces de hacer perder la razón a cualquiera, aquellas mejillas que inflamarían el corazón de los enamorados, aquellos lunares, aquellos labios de ágata, aquel reflejo de luz de vanidad tras un velo tan fino, aquellas maneras, aquellos caprichos, aquellos juegos, entonces Satanás quedó por fin satisfecho.



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

viernes, 3 de abril de 2020

EL FILO DE LA ESPADA


Cuando Mohammed Alp Ulug Harezmshah hubo tomado por asalto la ciudad de Sebsvar, los ciudadanos imploraron su piedad: 

«¡Oh, sha! Somos tus servidores. Perdónanos la vida y pagaremos el tributo que exijas. ¡Perdónanos la vida aunque no sea más que por unos días!». 

El sultán les respondió: 

«Hay entre vosotros un hombre llamado Abu Bekr. Mientras no me lo hayáis traído, vuestra vida sólo penderá de un hilo. Si fracasáis, ¡os pasaré a todos a cuchillo!». 

Un hombre trajo entonces una bolsa de oro y dijo: 

«¡No nos pidas tal cosa pues, en nuestra ciudad, no existe nadie con ese nombre! ¡Es como si buscases polvo en el fondo de un río!». 

Sin dirigir la menor mirada a la bolsa de oro, el sultán dijo: 

«¡Oh, adoradores del fuego! No esperéis salvación si no me traéis a ese Abu Bekr. ¡No creáis que me contentaré, como un niño, con bolsas de oro y de plata!». 

Los habitantes de Sebsvar se pusieron, pues, a registrar hasta los menores rincones de la ciudad, con la esperanza de encontrar a aquel hombre. Después de tres días y tres noches de búsquedas, acabaron por encontrar a un hombre llamado Abu Bekr. Era endeble y flaco y vivía, enfermo y afligido, en medio de los escombros. 

«¡Ven aprisa —le dijeron los ciudadanos—, el sultán te reclama! Sólo tú puedes salvar nuestra ciudad del degüello». 

—Si tuviera fuerza para caminar, replicó el hombre, habría abandonado este lugar desde hace muchísimo tiempo. ¡No me habría quedado entre mis enemigos y habría ganado lo más aprisa posible el país del amigo! 

Entonces, colocaron a Abu Bekr en un féretro y lo llevaron al sultán. 

Este universo es como la ciudad de Sebsvar. Muchos hombres de Dios están extraviados en él y Dios, como el sultán de Harezmshah, pide al pueblo un corazón puro. El profeta dijo: «Dios no mira vuestra apariencia. No busquéis más que la pureza del corazón». Sólo los hombres de corazón merecen Sus miradas. Tú te has creído un hombre de corazón y te has vuelto orgulloso. Así es como te has salido del camino de los hombres de corazón. 

Tú dices al sultán: «¡He aquí un corazón puro! ¡Es lo mejor que puede encontrarse en la ciudad de Sebsvar!». 

Te responderán: «¡Esto no es un cementerio! ¿Por qué me traes un cadáver? ¿No existe un corazón puro junto al cual se refugien los ciudadanos?». 

No olvides que los corazones puros están disimulados en este universo, pues la luz es lo contrario de la oscuridad. 




150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

domingo, 29 de marzo de 2020

LA GACELA


Un cazador capturó un día una gacela y la encerró en el cercado en el que guardaba sus asnos y sus vacas. La pobre gacela, perdida, corría de aquí para allá. Llegada la noche, el cazador trajo heno para los asnos. Éstos tenían un hambre tan grande que este vil alimento les era dulce como el azúcar. La gacela, aturdida por el polvo, vagaba en todos sentidos. Estar unido uno a su contrario es una tortura peor que la muerte. 

También tú sufres esta tortura sin darte cuenta siquiera. El pájaro de tu alma está encerrado en la misma jaula que su contrario. El espíritu es como un halcón, pero tu naturaleza es la del cuervo. 

Durante mucho tiempo, esta gacela con perfume de almizcle languideció en el cercado de los asnos. Se encontraba allí como un pez varado en la orilla. El almizcle y los excrementos se encontraban reunidos en un mismo lugar. Los asnos empezaron entonces a burlarse de ella. Uno decía: 

«¡Oh, oh! ¡Tiene el carácter de un sultán!». 

Otro: 

«¡Seguro que posee perlas!». 

Cuando quedaron saciados, la invitaron, sin embargo, a satisfacer su hambre, pero la gacela les dijo: 

«¡Estoy muy cansada y apenas tengo apetito! 

—¿Ah, sí? dijeron los asnos. Entendemos perfectamente. Tienes tus caprichos. ¡Temes rebajarte! 

—Es vuestro alimento, dijo la gacela. Os conviene, pero yo soy amiga de la hierba fresca. Acostumbro a saciar mi sed en el agua pura de los ríos. Sin duda lo que me sucede estaba escrito en mi destino. ¡Ay, mi naturaleza no ha cambiado y heme aquí en la situación de un pobre en cuya mirada ni siquiera hay avidez! ¡Mis vestidos pueden estar ajados, pero yo estoy aún fresca! ¡Cuando pienso que en otro tiempo comía a mi voluntad lilas, tulipanes y lirios…! 

—¡La nostalgia te extravía! replicaron los asnos. 

—¡Mi almizcle es mi testigo! respondió la gacela. Incluso el ámbar y el incienso lo respetan. Sólo los que perciben los olores los diferencian. ¡Mi almizcle no está ciertamente destinado a los amantes del fango! ¡Oh, qué inútil es ofrecer almizcle al que aprecia el olor del estiércol!». 

En este bajo mundo, la salvación está en la nostalgia y la soledad. 



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

miércoles, 18 de marzo de 2020

DOS ÁNGELES


Dos ángeles puros, llamados Harût y Marût, habían sido condenados a permanecer prisioneros en el fondo de un pozo, en pleno centro del universo. Eran conocidos por su ciencia de la magia y esta reputación atraía a mucha gente. Ellos negaban que quisieran enseñar la magia. A los que insistían, les decían: «Nosotros sólo enseñamos la magia para probar a los hombres».

Los deseos son como perros dormidos. El bien o el mal que reside en ellos permanece oculto. Aunque en apariencia estén tan inmóviles como troncos de leña, las trompetas del deseo resuenan tan pronto como se despierta su interés. Cientos de perros se despiertan así. Resurgen muchos deseos enterrados. Cada pelo de esos perros se convierte en un diente. Sucede como la brasa que se frota con leña seca. No siempre se les ve, porque no tienen piezas que cazar.

El enfermo ha perdido su apetito. Sólo tiene un deseo: recobrar la salud. ¡Pero si le muestran una rebanada de pan o un fruto seco, se olvida inmediatamente de que necesita seguir un régimen! Si tiene paciencia, la vista de este alimento le es útil, pues lo hace fuerte. ¡Pero si no tiene paciencia, entonces, más vale que no lo vea!




150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

domingo, 15 de marzo de 2020

ORGULLO


Un pavo real estaba arrancándose las plumas. Acertó a pasar por allí un sabio, que le dijo: 

«¡Oh, pavo real! ¿Por qué pretendes afearte? Es una lástima arrancar tan hermosas plumas. ¿Cómo tienes valor para estropear ese maravilloso atavío? Tus plumas son universalmente apreciadas. Los nobles se hacen abanicos con ellas. Los sabios se hacen marcapáginas para el Corán. ¡Qué ingratitud la tuya! ¿Has pensado alguna vez en El que ha creado esas plumas o es que lo haces adrede? Nunca podrás reponerlas en su sitio. No te laceres el cuerpo por pesar, pues eso no es más que blasfemia». 

Al oír estos consejos, el pavo real se puso a llorar y sus lágrimas emocionaron a toda la concurrencia. El sabio continuó: 

«He cometido un error. No he hecho más que aumentar tu pena». 

El pavo real siguió regando el suelo con sus lágrimas y su llanto era como centenares de respuestas. Dejando al fin de llorar, dijo al sabio: 

«Tú ves los colores y percibes los olores. Por esta razón es por lo que no comprendes la multitud de tormentos que me cuestan estas plumas. ¡Oh, cuántos cazadores han lanzado flechas contra mí para poder apoderarse de ellas! Ya no tengo fuerza para resistir esta caza perpetua. Sólo me queda el recurso de separarme de mis atractivos y refugiarme en el desierto o en la montaña. ¡Cuando pienso que hubo un tiempo en el que estas plumas eran mi orgullo!». 

Cada instante de orgullo es una maldición para los vanidosos.




150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

viernes, 13 de marzo de 2020

ALIMENTO


Un árabe estaba un día al borde de un camino ante su perro que agonizaba. Se lamentaba: 

«¿He merecido yo semejante desgracia?». 

Un mendigo que pasaba por allí le dijo: 

«¿Por qué te lamentas? 

—Poseía un perro de buen carácter y míralo muriéndose en medio del camino. Me guardaba por la noche, cazaba para mí. ¡Me protegía de los ladrones y me abastecía de caza! 

—¿Y cuál es su enfermedad? 

—¡Se muere de hambre! 

—Ten paciencia pues Dios es generoso con los que esperan. Pero, dime, ¿qué es ese saco que llevas ahí? 

—Es mi alimento. Es el que me procura mi fuerza y mi vigor. 

—¿Por qué no lo has dado a tu perro? 

—¡Mi piedad no llega hasta eso! ¡Si quiero comer, tengo que pagar, pero las lágrimas no cuestan nada! 

—¡Oh, idiota! ¿Tiene una rebanada de pan más valor que las lágrimas? Las lágrimas son sangre. Es el pesar el que las transforma en agua. ¡Más vale morir que desperdiciar sangre!». 

Cuando el justo llora, el cielo llora con él.




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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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viernes, 28 de febrero de 2020

INDESCRIPTIBLE


Un derviche preguntó un día a otro derviche si había visto a Dios. Éste respondió: 

«¿Cómo describirte lo indescriptible? Déjame contarte una historieta a modo de respuesta. A la izquierda se encuentra un incendio y a la derecha un río de vino. Entre la multitud de los hombres, los hay que tienden hacia el incendio y otros que se embriagan en el río. Pero el bien y el mal están invertidos. Los que tienden la mano hacia el incendio van a parar al río, mientras que los que se embriagan en el río son arrojados al fuego. Un hombre de cada mil conoce este secreto y por eso eligen el fuego tan pocos de ellos. ¡Los que se arrojan al fuego sin echar siquiera una mirada al río de vino son favorecidos por la fortuna! La multitud, ebria del placer presente, paga las costas de este juego. Y el fuego les dice: “¡Oh, ignorantes! ¡No os engañéis sobre mí! ¡En verdad, soy una fuente, una fuente escondida! ¡Oh, Abraham! ¡No hay aquí ni humo ni llamas si no son las de Nemrod! Si posees la sabiduría de Abraham, el fuego será como el agua para ti. Sé como la mariposa atraída por el fuego”. Su alma dice: “¡Aunque poseyese un millar de alas, las quemaría todas!”». 

¡El ignorante siente piedad de mí por mi estupidez y yo tengo lástima de él porque estoy en el secreto!




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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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lunes, 10 de febrero de 2020

EL PAVO REAL


Ha llegado el momento de describir al pavo real que se pavonea. Su único cuidado es el de captar la atención del prójimo sin conocer siquiera la razón de esta manera de obrar. Es como una trampa que ignora todo de la caza, pues no es más que un instrumento y no conoce la finalidad. ¡Qué cosa tan curiosa es una trampa! Funciona, pero no saca de ello provecho alguno.

¡Oh, hermano mío! Has reunido alrededor de ti a todos tus amigos. Has pasado buenos ratos con ellos; ¡después los has matado! Desde que estás en el mundo, no haces más que eso. Intentas atrapar a la gente con la trampa de la amistad. Pero nada obtendrás de los que te rodean. Gran parte de tu vida ha pasado ya. ¡La noche está cayendo y tú piensas aún en poner tus trampas! Capturas un animal, liberas otro. Ese es el juego de un niño ignorante. Cuando llegue la noche, todas tus trampas estarán vacías. Todo esto no es más que un grillete, una traba que estorba tu marcha. ¡Caes en tu propia trampa y te privas de tus posibilidades! ¿Se ha sabido nunca de un cazador víctima de sus propias trampas?

La única caza interesante es el amor. Pero ¿cuál es la trampa que sirve para su captura? Más vale caer en las trampas del amor. Deja tus trampas y ve hacia las suyas.

En ese mismo instante, el amor me desliza al oído esta verdad: «¡Más vale ser la caza que el cazador!».



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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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viernes, 7 de febrero de 2020

EL ALIVIO


Un día, habiendo entrado en éxtasis, un sufí desgarró su túnica. Llamó a este vestido FERRACE (alivio). Esta denominación hizo fortuna y todos quisieron llevar tal vestido, pero sólo el precursor conoció el alivio. La multitud, por su parte, sólo tuvo el poso del vino. Una cosa puede ser pura en su interior, pero el nombre de la cosa es como el poso del vino para los seguidores. Si realmente deseas conocer la verdad, desgarra también tu túnica y conocerás el alivio.

Sufí es el que busca la pureza. ¡No creáis que es cuestión de atavío o asunto de sastre!


150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

martes, 28 de enero de 2020

VIENTRE


«¡El infiel come con sus siete vientres, pero el creyente se contenta con uno solo!». (Hadiz - palabras del profeta).

Un grupo de infieles llegó un día a la mezquita. Dijeron al profeta:

«¡Oh, tú, que eres generoso con todos! Venimos a pedirte hospitalidad. Nuestro viaje ha sido largo. ¡Ofrécenos la luz de tu sabiduría!».

El profeta se dirigió entonces a la concurrencia:

«¡Oh, amigos míos! ¡Repartid a estos invitados entre todos vosotros, pues mis atributos deben también ser los vuestros!».

Cada uno de los miembros que rodeaban al profeta se encargó, pues, de un invitado. Sólo quedó uno, un hombre de gran corpulencia. Nadie lo había invitado y permanecía en la mezquita como queda el poso en un vaso de vino. Fue, pues, el profeta quien se ocupó de él y lo llevó a su morada. Pues bien, el profeta poseía siete cabras que le proporcionaban leche. Tenían la costumbre de acercarse a la casa a la hora de las comidas para ser ordeñadas. El infiel, sin vergüenza, absorbió la leche de las siete cabras, así como todo lo que pudo encontrar como pan y otros alimentos. La familia del profeta se entristeció mucho al ver así devorada la parte de todos. Este hombre extraño, con vientre de timbal, había devorado la comida de dieciocho personas. Cuando llegó la hora de acostarse, el hombre se retiró a su habitación. Una sirvienta, encolerizada con él, lo encerró en ella.

A media noche, el infiel sintió un violento dolor de vientre. Se precipitó hacia la puerta, pero ¡ay! la encontró cerrada, con un cerrojo por fuera. Intentó como un loco abrirla, pero en vano. La presión que habitaba en su vientre le hacía el espacio de la habitación cada vez más estrecho. Como último recurso, volvió a acostarse. En sus sueños, se vio a sí mismo en medio de las ruinas. En efecto, su corazón caía también en ruinas. Esta sensación fue tan fuerte que rompió sus abluciones y ensució su cama.

Al despertar, casi se volvió loco de pesar al ver el desastre. «La tierra entera, se decía, no bastaría para cubrir tal vergüenza. Este sueño ha sido peor que una noche en vela. ¡Lo que como por un lado, lo echo por otro para ensuciar! ¿En qué situación me he puesto?».

Como un hombre en el umbral de la tumba, esperó, lamentándose, el amanecer y la apertura de la puerta. Era como una flecha en un arco tenso, listo para huir corriendo de modo que nadie viese su estado. Por la mañana, el profeta vino a abrirle la puerta y después se ocultó tras una cortina por delicadeza. Aunque estaba al corriente del contratiempo de su huésped, no quería mostrarlo, pues eran la sabiduría y la voluntad de Dios las que habían puesto al hombre en aquella situación. Estaba en su destino conocer semejante contratiempo. La animosidad puede engendrar la amistad y los edificios acaban por caer en ruinas.

Un importuno trajo el lecho sucio al profeta y le dijo:

«¡Mira lo que ha hecho tu invitado!».

El profeta respondió sonriendo:

«¡Tráeme una cántara de agua para que yo limpie esto enseguida!

—¡Oh, don de Dios! exclamaron entonces sus allegados, ¡que seamos sacrificados por ti…! A nosotros es a los que corresponde ocuparnos de esto. ¡No te preocupes! Este trabajo está hecho para la mano y no para el corazón. Ponemos nuestra felicidad en ser tus servidores. Si haces tú mismo el servicio, ¿cuál será nuestra utilidad?

—Comprendo, dijo el profeta, ¡pero hay en todo esto una sabiduría oculta!».

Cada uno esperó, pues, la revelación de este secreto. El profeta limpió el lecho de su huésped con un gran cuidado.

Pues bien, el infiel poseía una estatuilla heredada de sus antepasados. En su camino, advirtió de repente que la había perdido. Lleno de angustia, se dijo: «Seguramente la he olvidado en mi habitación».

Le repugnaba volver al lugar de su vergüenza, pero la avidez fue más fuerte y volvió sobre sus pasos. Llegado a la morada del profeta, vio que éste estaba lavando con sus propias manos el lecho sucio. Inmediatamente, olvidó su estatuilla y se lamentó amargamente. Se golpeó el rostro con las dos manos y la cabeza contra la pared, hasta el punto de que su cara se cubrió de sangre. El profeta quiso calmarlo, pero, alertada por sus gritos, acudió la multitud. El hombre se prosternó ante el profeta diciendo:

«¡Oh, quintaesencia del universo! ¡Tú obedeces las órdenes de Dios! ¡Yo, que no soy más que una ínfima parcela, expreso mi vergüenza ante ti!».

A la vista de esta efusión, el profeta lo tomó en sus brazos y lo calmó. Abrió los ojos de su alma.

Si no lloviera, no resplandecería la hierba. Si el niño no llorase, no le darían leche. Se necesita el ojo que llora. No comas excesivamente pues el pan, por su esencia, no hace sino aumentar la sed.

Emocionado por la ternura del profeta, el hombre se despertó como si saliese de un largo sueño. El profeta le roció el rostro con agua y dijo:

«Ven a mí para encontrar la verdad, porque tienes mucho trecho que recorrer en este camino».





150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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lunes, 27 de enero de 2020

SACRIFICIO


SACRIFICIO (Comentario del versículo: "Sacrifica cuatro aves...")

¡Oh, tú! Eres el Abraham de nuestro tiempo. También tú tienes que degollar cuatro aves que, como salteadores, obstaculizan tu camino. Ellas saltan los ojos de los hombres sensatos. Hay en el cuerpo humano cuatro atributos correspondientes a estas aves. Si se sacrifican, se libera el camino del alma.

¡Oh Abraham! Degüéllalas, si quieres que se liberen tus pies. ¡Si deseas resucitar al pueblo y hacerlo eterno, tendrás que degollarlas vivas! Estas aves son el pavo real, el pato, el cuervo y el gallo. Simbolizan cuatro tipos de caracteres.

El gallo representa el deseo carnal, el pavo real la vanidad, el cuervo el deseo de longevidad y el pato la avidez.


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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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miércoles, 22 de enero de 2020

LA CALDERA DE ESTE MUNDO


Los deseos de este mundo son como una caldera y los temores de aquí abajo son como un baño. Los hombres piadosos viven por encima de la caldera en la indigencia y en la alegría. Los ricos son los que aportan excrementos para alimentar el fuego de la caldera, de modo que el baño esté bien caliente. Dios les ha dado la avidez. 

Pero abandona tú la caldera y entra en el baño. Se reconoce a los del baño por su cara, que es pura. Pero el polvo, el humo y la suciedad son los signos de los que prefieren la caldera. 

Si allí no ves suficientemente bien como para reconocerlos por su rostro, reconócelos por el olor. Los que trabajan en la caldera se dicen: «Hoy, he traído veinte sacos de boñiga de vaca para alimentar la caldera». 

Estos excrementos alimentan un fuego destinado al hombre puro y el oro es como esos excrementos. 

El que pasa su vida en la caldera no conoce el olor del almizcle. Y si, por azar, lo percibe, se pone enfermo.



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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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domingo, 19 de enero de 2020

LA INCITADORA


Un día, un sufí volvió a su casa de improviso. Ahora bien, su mujer recibía a un extranjero, procurando incitarlo.

El sufí llamó a la puerta. No era su costumbre abandonar la tienda y regresar tan pronto a la casa, pero, dominado por un presentimiento, había decidido regresar ese día por sorpresa. La mujer por su parte, estaba muy segura de que su marido no volvería tan pronto. Dios pone un velo sobre tus pecados para que un día te avergüences de ellos. Pero ¿quién puede decir hasta cuándo dura este privilegio? En la morada del sufí no había escondrijo alguno ni otra salida que la puerta principal. Ni siquiera había una manta bajo la cual habría podido ocultarse el extranjero. Como último recurso, la mujer vistió al extranjero con un velo para disfrazarlo de mujer. Después abrió la puerta.

El extranjero con su disfraz parecía un camello en una escalera. El sufí preguntó a su mujer:

«¿Quién es esta persona con la cara velada?».

La mujer respondió:
«Es una mujer conocida en la ciudad por su piedad y su riqueza».

«¿Hay algún favor que podamos hacerle?» —preguntó el sufí.

La mujer dijo:
«Quiere emparentar con nosotros. Tiene un carácter noble y puro. Venía a ver a nuestra hija, que, desgraciadamente, está en la escuela. Pero esta señora me lo ha dicho: “¡Sea o no hermosa, quiero tenerla como nuera!” pues tiene un hijo incomparable por su belleza, su inteligencia y su carácter».

El sufí dijo entonces:
«Somos gente pobre y esta mujer es rica. Semejante matrimonio sería como una puerta hecha mitad de madera y mitad de marfil. Ahora bien, un vestido hecho a medias de seda y de paño avergüenza a quien lo lleva».

«Es justamente lo que acabo de explicarle —dijo la mujer— pero me ha respondido que no le interesan los bienes ni la nobleza. No ambiciona acumular bienes en este bajo mundo. ¡Todo lo que desea es tratar con gente honrada!».

El sufí invocó otros argumentos, pero su mujer afirmó haberlos expuesto ya a su visitante. A creerla, aquella señora no tomaba en cuenta su pobreza, aunque ésta fuese extremada. Finalmente, dijo a su marido:

«Lo que busca en nosotros es la honradez».

El sufí añadió:

«¿No ve nuestra casa, tan pequeña que no podría esconderse en ella ni una aguja? En cuanto a nuestra dignidad y nuestra honradez, es imposible ocultarlas pues todo el mundo está al corriente. ¡Tiene, pues, que suponer que nuestra hija no tiene dote!».

Te cuento esta historia para que dejes de argumentar. Pues nosotros conocemos tus vergonzosas actividades. Tu creencia y tu fe se parecen, hasta confundir a cualquiera, a los discursos de esta mujer. Eres un mentiroso y un traidor como la mujer de este sufí. Te avergüenzas incluso ante gente que no tiene rostro limpio. ¿Por qué no habrías de avergonzarte, por una vez, ante Dios?


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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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domingo, 12 de enero de 2020

ABANDONAR LA CÓLERA


Un día, alguien preguntó a Jesús:

"¡Oh, profeta! ¿Cuál es la cosa más terrible en este mundo?"

Jesús respondió:
"¡La cólera de Dios, pues incluso el infierno teme esta cólera!"

El que había hecho la pregunta dijo entonces: "¿Existe algún medio para evitar la cólera de Dios?"

Jesús respondió: "¡Sí! ¡Hay que abandonar la propia cólera! Pues los hombres malvados son como pozos de cólera. Así es como se convierten en dragones salvajes."

Es imposible que este mundo ignore los atributos contrarios. Lo importante es protegerse de las desviaciones. En este mundo, la orina existe. Y la orina no podrá convertirse en agua pura sin cambiar de atributos.



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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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miércoles, 8 de enero de 2020

EL PREDICADOR


Había un predicador que, cada vez que se ponía a rezar no dejaba de elogiar a los bandidos y desearles toda la felicidad posible. Elevaba las manos al cielo diciendo: "¡Oh, Señor: ofrece tu misericordia a los calumniadores, a los rebeldes, a los corazones endurecidos, a los que se burlan de la gente de bien y a los idólatras!"

Así terminaba su arenga, sin desear el menor bien a los hombres justos y puros. Un día, sus oyentes le dijeron:
"No es costumbre rezar así! Todos estos buenos deseos dirigidos a los malvados no serán escuchados."

Pero él replicó:
"Yo debo mucho a esa gente de la que habláis y por esa razón ruego por ellos. Me han torturado tanto y me han causado tanto daño que me han guiado hacia el bien. Cada vez que me he sentido atraído por las cosas de este mundo, me han maltratado. Y todos esos malos tratos son la causa por la que me he vuelto hacia la fe."



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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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lunes, 30 de diciembre de 2019

LLAMAR


Un hombre se había enamorado locamente de una mujer, pero su unión era imposible. Se lamentaba noche y día, sin comer ni dormir. El amor lo había transformado en un vagabundo. Y sus tormentos eran interminables.

¿Por qué se presenta el amor al principio como un verdadero asesino? Es para que se pueda distinguir a los que no son realmente enamorados.

Cada vez que nuestro hombre intentaba enviar un mensaje a su amada, el portador del mensaje, dominado por los celos, omitía entregarlo a su destinataria. Había intentado también atar una carta al cuello de una paloma, pero el calor de sus palabras había quemado las alas del ave.

Esta situación duró siete años. Soñaba sin cesar con el instante de su unión. El profeta dijo: "¡Si llamas, se te abrirá!" Y nuestro enamorado llamaba a la puerta con todo su corazón.

Una noche, cuando había entrado en el jardín y se ocultaba para no ser descubierto por el guarda, encontró a su amada. Se puso entonces a rogar a Dios que colmase de favores a ese guarda que le había ayudado a encontrar a su amada.

Cuando las piernas se han roto, Dios nos ofrece alas. Puede, incluso, abrir una puerta en el fondo de un pozo. Si miras con Dios una cosa desagradable, esa cosa se convertirá en un favor para ti.


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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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lunes, 23 de diciembre de 2019

EL VIENTO


Un día, llegó un mosquito ante el profeta Salomón para quejarse:

"¡Oh, Salomón el Justo! Los hombres y los genios obedecen tus órdenes. El ave y el pez confían en tu justicia. No hay nadie hasta hoy que no pueda atestiguarlo. Ayúdanos, pues eres el que vuela en socorro de los débiles. Nosotros, los mosquitos, somos el símbolo mismo de la debilidad." El profeta Salomón le dijo:

"¡Oh, tú que deseas justicia! Dime de quién tienes queja. ¿Quién te tortura? Es extraño que tal verdugo haya podido escapar a mi justicia. Pues, a mi nacimiento, murió la injusticia igual que la oscuridad desaparece al nacer el día."

El mosquito:

"¡Me quejo del viento! Sus manos de verdugo son las que sacuden mi cuerpo en todos los sentidos."

Salomón le dijo:

"Dios me ha dado la orden siguiente: No escuches a un demandante si su enemigo no está presente.

Aunque ese demandante exponga todos sus agravios, en ausencia de su adversario sus quejas no son aceptables. Tráeme a tu adversario si quieres pedir justicia."

El mosquito:

"Dices verdad. El viento es mi adversario y tú eres el único que puede infundirle respeto."

Salomón dijo entonces:

"¡Oh, viento! ¡Ven aquí! Porque el mosquito se queja de ti y de las torturas a que lo sometes."

Al instante, el viento obedeció la orden de Salomón y vino a presentarse ante el profeta. El mosquito huyó al momento. Y Salomón lo llamó:

"¿Por qué huyes así? Ven si quieres que resolvamos tu problema."

El mosquito respondió:

"¡Oh, sultán mío, ayúdame! El representa la muerte para mí. Cuando viene, no puedo quedarme. ¡No me queda más que una solución: la huida!"

Cuando la luz de Dios se manifiesta, no queda otra cosa más que esa luz. Mira las sombras que buscan la luz. Cuando ésta llega, ellas desaparecen.



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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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viernes, 20 de diciembre de 2019

LA YEGUA Y SU POTRO



Una yegua y su potro bebían juntos en el abrevadero. De pronto, el palafrenero se puso a silbar para impedírselo. El potro, asustado por aquel ruido, dejó instantáneamente de beber. Pero su madre le dijo:

"¡Oh, potro mío! ¿Por qué dejas de beber?"

El potro respondió:

"Me ha asustado el ruido de esa gente que silba. Mi corazón tiembla de miedo ante la idea de que se pongan a gritar todos juntos."

La yegua le dijo:

"El mundo está hecho así. Todos hacen algo. ¡Oh hijo mío! ¡Haz tú lo que tienes que hacer! ¡Trenza tu barba antes de que te la corten! El tiempo es limitado y el agua corre. ¡Alimenta tu alma antes de ser separado de ella!"

Las palabras de los hombres de Dios son una fuente de vida. ¡Oh, sediento ignorante! ¡Ven! Aunque no veas el arroyo, haz al menos como los ciegos que echan su cántara al río.


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Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
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viernes, 13 de diciembre de 2019

GARBANZOS


¡Mira! ¡Y observa cómo suben a la superficie los garbanzos que hierven en la olla cuando son vencidos!

Se les ve agitarse sin cesar en la olla y se dicen:

"¿Por qué nos han comprado? ¿Para torturarnos haciéndonos hervir así?"

Y el cocinero, removiendo la olla con su cucharón, les responde:

"¡Mi objeto es coceros! Estáis crudos y tenéis que estar cocidos por el fuego de la separación para que toméis sabor. Sólo así podréis mezclaros con el alma. Esta cocción no tiene la finalidad de torturaros.

Mientras estabais en el huerto, absorbisteis agua y os volvisteis verdes. ¡Esta bebida que habéis recibido y vuestra floración, todo eso estaba destinado al fuego!"

Los garbanzos replican:

"Si es así, ¡oh, maestro! ¡ayúdanos para que estemos bien hervidos! En este hervor en el que estamos, tú eres nuestro arquitecto. Golpea nuestras cabezas con tu cucharón si eso es bueno. Golpea nuestras cabezas para que no seamos rebeldes como un elefante que sueña con la India."

El cocinero:

"También yo era como vosotros: un trozo de tierra. Pero, combatiendo este fuego, he adquirido valor.

También yo he hervido en la olla de este mundo y en la olla de mi cuerpo. Por estas dos cocciones me he acercado a la significación verdadera. Así es como he adquirido un espíritu. ¡Yo me he convertido en un espíritu, pero a ti hay que cocerte una vez más si se quiere que escapes a tu estado animal!"

¡Mejor pide a Dios que te haga comprender el sentido de sus sutilezas!




150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet
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