LA VERDADERA NATURALEZA DE DIOS
He dicho al principio de este libro que el Proceso de la Creación Personal son, en realidad, tres fenómenos que interaccionan entre sí como Uno. El primer fenómeno tiene que ver contigo, y el tercero tiene que ver contigo y con Dios juntos.
Dije que esto se podría describir de otra manera, diciendo que la primera parte de la «fórmula misteriosa de la vida» es el Yo Soy, la segunda parte es el Tú Eres, y la tercera parte es el Cómo Hacerlo.
Muchos humanos tienden a concebir a Dios —el Yo Soy— de una manera que más que reconocer el poder de Dios, lo reduce. Si no vamos con cuidado, acabaremos más interesados por vivir a Dios como imagen que como poder.
Ahora vamos a aprender algo más acerca del poder del Yo Soy.
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Cuando llegamos por fin a la conclusión de que Dios es algo más que una versión ampliada de lo que es un ser humano, y de que no está dotado de la agitación emocional, de las complejidades y de las necesidades del ser humano (la necesidad de amar, el deseo de venganza, etcétera), alcanzamos la totalidad de la Verdad Callada: Dios no es una versión ampliada del ser humano; el ser humano es una versión reducida de Dios.
Aquí es donde empieza el camino que conduce a la comprensión general del mayor misterio de la vida; pues esto forma parte del misterio mismo.
No cabe duda de que la identidad de Dios ha sido el mayor de los misterios en el transcurso de los siglos. Pero no ha sido misterioso porque Dios lo haya querido así. Ha sido misterioso porque la humanidad ha querido hacerlo misterioso.
(O, al menos, algunas partes de la humanidad.)
Nuestra especie ha invertido muchísimo esfuerzo en seguir pensando en Dios de maneras o con imágenes determinadas. La mayoría de la gente concibe a Dios, en efecto, como una especie de ser humano gigante, como un «Nosotros» inmensamente más poderoso e infinitamente más sabio. Muchos seres humanos y muchas religiones humanas han llegado a asignar a Dios un sexo (masculino, durante la mayor parte de los últimos milenios) y una raza (que no sería la negra).
Es decir, algunos seres humanos lo han hecho así. Otros han atribuido características diferentes a Dios.
Se dice que en realidad no son muchas las personas que creen estas ideas, pero que más vale pensar así que no pensar nada. La mente necesita algún asidero, algo que pueda concebir y visualizar. Pero si la gente no cree estas cosas de manera literal, ¿qué es lo que cree la gente, entonces?
Creo que si las personas fueran sinceras, la mayoría nos dirían que no saben qué creer en lo que respecta a la naturaleza, al aspecto o a las características exactas de Dios.
Me gusta recordar la anécdota de una niña de seis años que, sentada a la mesa de la cocina, dibujaba afanosamente en un papel con sus lápices de colores.
Su madre, enternecida al verla, le dijo desde la pila, donde estaba fregando:
—¿Qué estás pintando, mi vida?
—A Dios —respondió la niña tranquilamente.
—Ay, cielo, qué bonito —dijo la madre con una sonrisa—; pero ¿sabes una cosa? Nadie sabe de verdad cómo es Dios.
—Bueno —replicó la pequeña—, tú déjame terminar.
Del libro:
Dios es felicidad
Convierte tu vida en una experiencia extraordinaria
Neale Donald Walsh
Foto tomada de internet
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