Lo común es que por relaciones humanas se entienda erróneamente que se trate de relaciones entre humanos solamente y quizás en esto esté parte del problema. El humano se especializa en relaciones productivas con meta y objetivo de logro generalmente comercial. El humano se relaciona con los elementos aire, agua, tierra, sol, y con plantas y animales a los que les ha desprovisto de su importancia como seres vivos tratándoles con criterios comestibles, dietéticos y a lo más como mascotas o concursantes por dinero.
En una palabra les ha convertido en cosas como lo hace con las personas: objetos de éste o aquel uso, ventajoso, previsto.
El error de exclusividad del trato con los humanos podría tener que ver con conseguir complementos, lo que no se tiene y que le devuelvan una imagen satisfactoria que viene a ser lo mismo. Nos quedamos con quien nos quiere, aprecia, valora, aprueba… endiosa!
Las relaciones entre personas maduras, autónomas, independientes, son de escasa frecuencia porque las personas maduras, independientes y autónomas no necesitan más, precisamente. Relaciones así de desapegadas de intereses de uso frecuente no se desgastan con tanta facilidad. Tampoco piden o exigen especialidades porque ellos mismos se proveen de lo que necesitan autosuficientemente. Podría decirse una vez más que los humanos alargamos una época infantil, un supuesto jardín-paraíso-para niños a juzgar por las ambiciones, conductas, frustraciones, pataletas, descontrol… que nos adornan.
No es natural, no es sano.
Tratar de vivir con el Cosmos, la Naturaleza como centro (Cosmocentrismo o Biocentrismo) en lugar de existir en el teatro aprendido del Ego (Egocentrismo) tiene la virtud de atender de tal manera las necesidades humanas que el equilibrio madura también las relaciones entre personas.
Bibliografía:
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet
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