miércoles, 7 de septiembre de 2022

¿QUÉ HAY DE MALO EN SER COMO ERES?


Pocos se dan cuenta de que nuestra atención debe recaer sobre la fuente de la existencia y no sobre la pequeña anécdota del cómo existo.

Somos una expresión de amor perfecto que se encuentra dentro de unas coordenadas humanas que son temporales. Dentro de estas coordenadas nos encanta ser un «yo», verlo evolucionar, vivir sus procesos y sobre todo que sea lo más personal posible. Curiosamente detrás de ese «yo» al que tanto adoramos y atendemos existe una belleza indescriptible y que todos añoramos desde lo más íntimo de nuestro corazón. Esta belleza se recuerda cuando te permites ser tú mismo.

Cuando un ser humano se permite ser él mismo, ha pasado de antemano por asumir sus miedos, sus sombras, sus errores, sus recuerdos insatisfechos y sus soledades no acompañadas. Todo eso forma parte de esa belleza invisible.

Ahora, permíteme preguntarte quién te ha dicho a ti que tienes que ser de otra manera. Y más interesante todavía, ¿por qué te has creído que tienes que ser de otra manera?

Los seres humanos actualmente vivimos dentro de un mundo fabricado por imágenes mentales a las que hemos llamado historias y éstas, a su vez, viven en conflicto entre sí dentro de nuestra cabeza.

Ahora atento, que aquí viene el making of (o cómo se hizo) de la película. Primero construimos una imagen de nosotros mismos basada en nuestros recuerdos y creencias acerca de cómo creemos que somos. A esta imagen mental la llamamos «yo soy así», y una vez que ya está imaginada, le otorgamos un estatus de realidad. Simultáneamente, creamos otra imagen de cómo creemos que deberíamos ser. Esta segunda imagen también es imaginada en base a las mismas creencias y recuerdos con los que hemos imaginado la imagen anterior, pero a esta nueva la llamamos «yo quisiera ser así». A esta segunda imaginación también la elevamos al ámbito de los hechos, pero en este caso es un hecho condicionado, porque aquí el hecho es que cuando sea como deseo ser, sí que seré feliz.

Pocas personas son conscientes de que los dos «hechos» son espejismos, y que por lo tanto no son distintos entre sí. Es decir, que la imagen «yo soy así» y la imagen «yo quisiera ser así» son la misma en esencia. Las vemos distintas porque las juzgamos de diferente manera. A la primera la juzgamos como una imagen actual e insatisfactoria o en algunos casos indeseable, y a la segunda como una imagen futura satisfactoria y deseable. Sin embargo, honestamente, las dos coexisten dentro de la misma cabeza y las dos son imaginadas simultáneamente en el mismo momento presente.

Hasta aquí puede parecer un proceso de autodesprecio bastante elaborado, pero este proceso de fabricación de ficciones mentales no se termina aquí. Ahora viene el toque magistral. El proceso termina cuando nosotros mismos otorgamos la sensación de realidad a las dos imágenes mentales. ¿Cómo hacemos eso? Poniéndolas en conflicto entre sí. ¿Cómo? No queriendo ser la que sí creo ser yo y sí queriendo ser la que no creo ser yo aún. Loquísimo, ¿verdad?

Cuando les damos utilidad y un sentido de acción a las imaginaciones, éstas pasan a parecer definitivamente reales. Este último movimiento mental es el que nos impide salir con facilidad de estas dinámicas de las que parecemos ser víctimas, cuando en realidad somos su causa.

Llegado a este lugar de la mente, si indagas con valentía, descubrirás que para querer ser mejor persona y alcanzar los ideales sociomorales de hoy en día, primero tienes que menospreciar tu presencia juzgándote como inapropiado, y luego, querer alcanzar en un futuro una imagen que piensas que es mejor. Quizá haya llegado el momento de no hacerlo más y liberarnos de nuestras propias fantasías mentales.

Solemos contarnos la atroz historia de que debemos mejorar o ser de otra manera distinta sin tener en cuenta de dónde provienen esas ganas de cambio. Por regla general el grado de autoescucha no es suficientemente profundo como para darnos cuenta del autorrechazo que esconde dicho deber.

Esta idea de mejora suele nacer de un no quiero ser así y este no quiero ser así encierra mucho miedo, culpa, soledad y dolor. Es desde este autorrechazo y automenosprecio desde donde solemos diseñar nuestros deseos más anhelados, en aras del progreso y la mejora. Detrás de la gran mayoría de nuestras buenas intenciones de mejorar, escondemos nuestro deseo de evadirnos de todo este escenario interior que hemos descrito.

Si en verdad queremos vivir una transformación y no un cambio anecdótico que nos lleve a más de lo mismo, debemos empezar a atender a la conciencia. Ella contiene el potencial de transformar todo aquello de lo que uno es consciente. Eso implica que nos abramos a aceptar aquello que vemos en nosotros para que la conciencia pueda «tocar» esa imagen. Sin embargo, lo impedimos con el hábito de autorrechazarnos.

Y ¿qué ocurre cuando somos conscientes de algo de lo que no queremos ser conscientes? Pues que nos convertimos en nuestro propio obstáculo ante un proceso natural que lo único que busca es ofrecernos una imagen real de nosotros mismos enmarcada dentro de un contexto universal. Cuando no queremos ser conscientes de algo, sin darnos cuenta nos oponemos al universo entero.

Vemos cómo reaccionamos ante ciertas situaciones cotidianas, cómo sufrimos por tonterías o cómo nos enfadamos por cosas que no son importantes, y no queremos ser así. Incluso ni siquiera queremos equivocarnos mientras aprendemos. Llegamos, en algunas ocasiones, a pensar que somos unos desgraciados y tampoco queremos serlo. Al no querer ser así, decidimos retirar la conciencia de ello para no vivirlo y de esta forma impedimos la transformación natural de esa imagen mental que veíamos y, al retirar nuestra conciencia, ampliamos nuestro campo de inconsciencia.

Imagina el estado mental y emocional de un ser vivo que, siendo consciente de sí mismo, usara esa conciencia para rechazarse. No queremos ser de la manera que creemos que somos. Tampoco queremos cuestionar ni por un instante la veracidad de nuestra imagen personal. Nos asusta darnos cuenta de que no somos como pensamos que somos.

¿Qué hay de malo en ser como eres si eso que crees ser es sólo una imagen en tu mente? ¿Estás dispuesto a dejar de luchar con sombras para centrarte en conocer tu verdadera identidad universal?



Extracto del libro:
¿Me acompañas?
Sergi Torres
Fotografía de Internet

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