Sókai era tan pobre que no poseía más ropa que una sola túnica, que llevaba a lo largo de todo el año, en toda estación.
Un día de verano, Sókai lavó su túnica y la colgó en un árbol para secarla. Entre tanto, mientras estaba esperando a que su túnica se secase, fue a sentarse en el cementerio que se hallaba detrás del templo, tal como vino al mundo.
Dio la casualidad de que el señor de la provincia estaba visitando la tumba de su padre, en el mismo cementerio, el mismo día. No es necesario decir que quedó totalmente desconcertado al ver a un monje desnudo sentado allí entre las tumbas.
Cuando el señor le preguntó qué estaba haciendo, Sókai le explicó sinceramente la situación. Enternecido por su candor, el señor hizo que le cosieran un juego de ropa. Más adelante, cuando Sókai ya se había convertido en un instructor zen, el señor se hizo su discípulo.
Extracto del libro:
Antología Zen
Cien historias de iluminación
Versión de Thomas Cleary
Fotografías tomadas de Internet
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