En el pasado había un rey que tenía cien hijos. El más joven y último en la sucesión era el Príncipe Gamani. Tenía un carácter emprendedor, paciente y amable.
Para educar e instruir a cada príncipe, el rey le asignó un maestro. El Principe Gamani, aunque era el último en la sucesión, tuvo la suerte de recibir el mejor maestro. Tenía más sabiduría que los demás y trató al príncipe como un padre trata a su hijo. A su vez, el Príncipe Gamani quería mucho a su maestro, lo trataba siempre con gran respeto y obedecía a todos sus mandados.
En aquél tiempo y según la costumbre, el rey envió a cada uno de los príncipes a una de las provincias del país para que pudiera entrenarse en el arte de gobernar y en el trato con la gente. Cuando el Príncipe Gamani llegó a la edad para ser enviado, fue a ver a su maestro para preguntarle cuál de las provincias debía escoger. El maestro le aconsejó:
"No te conviene irte a ninguna provincia. En su lugar, dile a tu padre si él envía a su hijo heredero número cien a una provincia, entonces no le quedará ninguno para servirle en la ciudad."
El Príncipe Gamani obedeció a su maestro y se quedó en la ciudad para complacer a su padre con afecto y lealtad.
Después de un tiempo, el príncipe volvió a ver a su maestro y le preguntó: "¿Cuál es la mejor manera para servir a mi padre y al pueblo de la capital?―El sabio maestro le contestó: ― Pídale al rey ponerte a cargo de las finanzas para recolectar los pagos e impuestos y distribuir las ganancias y beneficios entre la gente.
Si lo acepta, entonces haz tu trabajo con honestidad y rectitud, mostrando siempre buena disposición y amabilidad para con la gente."
El príncipe siguió el consejo de su maestro. Como el rey confiaba en su hijo, estaba feliz de encargarlo de esas funciones. Cada vez que el príncipe salió para la difícil tarea de recolectar los pagos e impuestos, actuó con amabilidad, rectitud y apegado a la ley. Cada vez que distribuyó alimentos y medicinas a los pobres, se mostró generoso y cordial. En poco tiempo el príncipe Gamani se ganó el respeto y la admiración de toda la gente.
Entonces, la vida del rey se acercó a su fin. Sus ministros se juntaron alrededor de su lecho y preguntaron cuál de sus hijos debía heredar el trono.
El rey dijo que como todos sus cien hijos tenían el mismo derecho, sería mejor que el mismo pueblo escogiera al príncipe que debía ser su próximo rey.
Después que el rey murió, todos los ciudadanos eligieron a Gamani, el príncipe número cien, como sucesor de su padre.
Debido a su bondad y nobleza le coronaron como Rey Gamani el Recto.
Cuando sus noventa y nueve hermanos se enteraron, se sintieron muy mal, ya que todos eran mayores. Lleno de rabia y envidia se prepararon para pelear. Enviaron un mensaje al Rey Gamani, diciendo: "Todos tus hermanos somos mayores que tú. Los países vecinos se van a reír de nosotros si aceptamos que el príncipe número cien sea el que gobierne.
Es mejor que abandones el trono o te lo quitaremos por la fuerza."
Después de recibir este mensaje, el Rey Gamani se lo enseñó a su maestro y le pidió su orientación.
En verdad, este honorable maestro era la encarnación de un Ser Iluminado y le aconsejó con gran sabiduría:.
"Comunícales que no vas a pelear contra tus hermanos y que no les darás la oportunidad de matar a las gentes inocentes del pueblo que amas.
Diles que en lugar de pelear decidiste repartir las riquezas del reino entre todos los cien príncipes.
Entonces, mándales a cada uno la parte que le pertenece."
Nuevamente, Gamani aceptó el consejo de su maestro y dividió el tesoro del rey entre cien.
Mientras tanto, cada uno de los noventa y nueve príncipes trajo su pequeño ejército para atacar a la capital. Cuando recibieron el mensaje de Gamani, junto con sus respectivas porciones del tesoro real, se juntaron para decidir qué hacer.
Al ver que luego de dividir el tesoro real cada una de las cien partes era tan pequeña que no servía de nada. Por lo tanto, no querían aceptar que se dividiera. De igual modo, se dieron cuenta de que si pelearían en contra del Rey Gamani y dividieran el reino entre ellos, a cada uno le tocaría una porción muy insignificante que cualquier vecino enemigo se la quitaría con facilidad. De este modo, todo el reino se perdería y ninguno de ellos podría beneficiarse. Finalmente, decidieron devolver su porción del tesoro real como ofrenda de paz y aceptaron el reinado de Gamani.
Muy contento, Gamani invitó a sus hermanos al palacio para celebrar la paz y la unidad. Los atendió de la manera más noble y generosa y los trató con gran fraternidad y cortesía.
De este modo, el rey y sus noventa y nueve hermanos llegaron a hacerse los mejores amigos y prometieron siempre apoyarse mutuamente.
Esto llegó a conocerse en todos los países vecinos y nadie jamás se atrevió a atacar el territorio de Gamani y sus noventa y nueve hermanos.
Luego de unos meses, cada uno de los hermanos retornó contento y en paz a su respectiva provincia.
Entonces, el Rey Gamani invitó a su viejo maestro al palacio para agradecerle su ayuda. Le colmó de riquezas y de regalos. Preparó una gran fiesta en su honor y dijo a los señores de la corte: "Yo era el número noventa y nueve entre cien príncipes. Todo mi éxito lo debo a los sabios consejos de mi generoso maestro. ¡Ojalá todos sigan las recomendaciones de sus maestros sabios para experimentar gran felicidad y prosperidad en su vida! En nuestro caso, incluso debemos la unidad y la fuerza de nuestro reino a mi querido maestro."
El reino prosperó ampliamente bajo las reglas generosas y justas del Rey Gamani el Recto.
DEBEMOS APRENDER: LAS RECOMPENSAS SE MULTIPLICAN CUANDO UNO SE ATIENE A LOS CONSEJOS DE UN MAESTRO SABIO.
Extracto del libro:
Recopilaciones "Cuentos y Fábulas del Buda"
Sri Deva Fénix
Fotografía de internet
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