Existe mucha frustración en un gran número de personas, porque la mayor parte del día lo pasamos tratando de sentir una cosa distinta a la que estamos sintiendo y, tarde o temprano, nos damos cuenta de que no podemos conseguirlo. Lo que sentimos ahora es lo que sentimos ahora y lo que no sentimos ahora es lo que no sentimos ahora. ¿Es esto demasiado simple y obvio como para simplemente aceptarlo?
Imagínate que la mesa del comedor quisiera sentirse silla de despacho para así sentirse mejor. Qué le responderíamos a la mesa del comedor si nos preguntase ¿qué puedo hacer para sentirme silla de despacho? Seguramente le responderíamos: sé lo que eres, sé mesa. ¿Cómo puede saber la mesa que su experiencia mesa no es correcta y, en cambio, que la experiencia silla sí lo sería? No lo sabe, pero lo cree.
Ahora, ¿cómo puedo saber yo que la tristeza no es digna de ser sentida y la alegría sí? Y ¿por qué divido mis emociones y luego las clasifico en negativas y positivas para exigir finalmente encontrar paz, felicidad y bienestar?
Ese tipo de disociación interna es muy común en la mentalidad humana actual. Es muy frecuente descubrirse a uno mismo decidiendo qué sentir y cómo sentirlo, sin tener en cuenta lo que uno siente en ese momento. Juzgar lo que sentimos y tratar de cambiarlo por otro sentimiento al que se juzga como mejor parece ser un deporte a escala mundial.
Sentir algo incómodo en realidad no tiene un valor negativo ni tampoco positivo. De por sí, sentir no es bueno ni malo, pero sí podemos darle un uso creativo. Significa que en lugar de reaccionar ante ello, podemos usarlo para encontrarnos a nosotros mismos en calidad de responsables de esas emociones y sentimientos.
Sentir todavía es una de las acciones más torpes realizadas por los seres humanos. Sentimos las emociones con la misma torpeza con la que los niños empiezan a explorar por primera vez la posibilidad de enlazar dos pasos seguidos. La diferencia es que los niños lo gozan aun cayéndose repetidas veces y los adultos lo padecemos.
¿Qué es sentir? y ¿por qué nos incomoda tanto sentir según qué cosas? No sabemos la respuesta a estas preguntas y sin embargo valoramos lo que sentimos como si ya hubiéramos resuelto nuestra ignorancia emocional.
Detrás de las preguntas anteriores yace la posibilidad de sentir sin miedo aquello que se siente, porque cada emoción, sensación y sentimiento se convierten en pequeñas piedras preciosas que nos permiten acercarnos a un gran tesoro aún por descubrir. Detrás de esas preguntas se abre un espacio de investigación muy bello en el que podemos descubrir al ser que siente.
En ese espacio inexplorado, todas y cada una de las emociones, sensaciones y sentimientos son dignos de ser sentidos. Dentro del uso creativo de nuestra capacidad de sentir, el foco recae sobre uno mismo y las emociones se convierten en herramientas de autodescubrimiento.
Una vez descubierto el ser, sentir y ser se unifican de forma natural, dando lugar a la presencia. En la presencia no se rechaza nada. En ella nada de lo que se siente es proyectado sobre otros ni sobre situaciones. En la presencia lo sentido no tiene causas externas, todo se contempla como una emanación del ser, que se expresa armoniosamente a través de todos sus niveles de expresión: físico, emocional, mental y energético. Todo pasa a ser una sola unidad de expresión y se accede a ella con la honestidad.
Una persona que va por la calle y nos mira a los ojos busca esta honestidad, esta integridad del ser para poder reconocerse en ella. Este reconocimiento personal es la única cosa que nos lleva a la paz, a la aceptación, y a la verdadera comunicación.
Cuando nos sentimos mal y tratamos de sentirnos bien sin antes haber aceptado lo que estamos sintiendo ahora, estamos siendo unos impostores. Si además estamos tratando de que otra persona o una situación nos haga sentir bien, al poner el foco ahí afuera no vemos que en realidad nos sentimos a disgusto debido a nuestra estafa emocional. Un modo de encarar esto es preguntarnos: «¿Qué problema tengo en sentirme como me siento ahora?»
Es posible que respondas que es duro sentir algunas emociones, pero es mucho más duro evitar nuestros sentimientos constantemente por creer que no son dignos de ser vividos. El caso es que no sólo son dignos de ser vividos, sino que además es la forma en la que están siendo ahora.
Creemos que si nos abrimos a sentir según que emociones nos deprimiremos y nos revolcaremos en el fango, y es justo al revés. Evitándolo constantemente, tratando de evadirnos de nuestra experiencia, es como perdemos el sentido de la vida y terminamos deprimiéndonos.
Mantenernos en estrecha relación con nuestro sentir nos permite un grado elevado de honestidad que, a medida que crece, se transforma por sí misma en humildad. En la humildad el presente se hace evidente, ya que los humildes no viven bajo expectativas ni deseos personales sobre cómo tienen que ser las cosas. Tampoco culpan al pasado por cómo fue. Su vínculo con la vida se despierta porque en lugar de quejarse y huir, agradecen y contemplan todo lo que les rodea sin arrogancia ni elitismo emocional. Ya no se prefiere sentir una cosa u otra, la voluntad es ahora sentir.
Extracto del libro:
¿Me acompañas?
Sergi Torres
Fotografía de Internet
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