martes, 5 de abril de 2022

LOS OPUESTOS


En verdad, lo opuesto no es lo contrario. Es sólo un ritmo, el ritmo de lo mismo; obedeces y luego desobedeces; es sólo un ritmo. Porque si no, estar siempre solamente obedeciendo y obedeciendo hace que todo se vuelva monótono y sin vida. 

La monotonía es la naturaleza de la muerte, porque lo opuesto no está ahí. La vida está viva. Lo opuesto está ahí, hay un ritmo. Te vas, vuelves; te despides, llegas; desobedeces, y luego también obedeces; amas y odias. Así es la vida, pero no la lógica. La lógica dice que si amas no puedes odiar. Que si amas, ¿cómo vas a enfadarte? Si amas de esa forma amas de una forma monótona, siempre lo mismo. Pero entonces te pondrás tenso, te será imposible relajarte. La lógica cree en un fenómeno lineal: se mueve en una línea. La vida cree en círculos: la misma línea sube, baja y se convierte en un círculo. 

Seguramente habrás visto el símbolo chino del yin y el yang. La vida es así: el encuentro de los opuestos. Este círculo del yin y el yang es mitad blanco y mitad negro. En la parte blanca hay un punto negro, y en la parte negra hay un punto blanco. El blanco se mueve hacia el negro, y el negro se mueve hacia el blanco; es un círculo. La mujer moviéndose hacia el hombre, el hombre moviéndose hacia la mujer...: así es la vida. Y si lo observas minuciosamente, lo verás dentro de ti.

Un hombre no es un hombre las veinticuatro horas del día, no puede serlo; a veces es una mujer. Y una mujer no es una mujer las veinticuatro horas; a veces ella es también un hombre. Se trasladan a lo opuesto. Cuando una mujer se enfada ya no es una mujer; se vuelve más agresiva y más peligrosa que cualquier hombre, porque su masculinidad es más pura y además está sin usar. Así que cuando la usa, tiene una intensidad con la que ningún hombre puede competir. Es como un terreno que no ha sido usado durante muchos años: arrojas unas semillas, ¡y surge una abundante cosecha'.

A veces una mujer se vuelve hombre, y cuando lo hace ningún hombre puede competir con ella; se vuelve muy peligrosa, por lo que entonces es mejor que el hombre se rinda. Y eso es exactamente lo que hacen todos los hombres: se vuelven sumisos, se rinden. Porque el hombre tiene que convertirse inmediatamente en mujer, pues si no, habrá problemas. Dos espadas en el mismo lugar causarán problemas. Si la mujer se ha convertido en hombre, si ella ha cambiado el rol, inmediatamente el hombre se convierte en mujer. Así todo se restablece. Y de nuevo el círculo se completa.

Y siempre que un hombre se somete y se rinde, su rendición tiene una pureza con la que ninguna mujer puede competir; porque ordinariamente el hombre nunca adopta esta postura, este juego. Normalmente él se levanta y lucha. Normalmente él es voluntad, no sumisión. Pero cuando se rinde posee una inocencia con la que ninguna mujer puede competir. Mira a un hombre enamorado; se vuelve como un niño pequeño.

Pero es así como se mueve la vida. Y si lo entiendes ya no te preocupas en absoluto. Entonces sabes que aunque el amante se haya ido, volverá; que aunque la amada esté enfadada, te amará.

Entonces tienes paciencia. Con Aristóteles no puedes tener ninguna paciencia, porque si el amante se ha ido, se ha ido en un viaje lineal, sin regreso; no es un círculo. Pero en Oriente creemos en el círculo; por el contrario, en Occidente se cree en la línea. La mente occidental es lineal, la mente oriental es circular. Por eso en Oriente un amante puede esperar. Sabe que la mujer que le ha dejado volverá. De hecho ya está en camino, debe de estar arrepintiéndose, ya debe de haberse arrepentido, debe de estar viniendo; tarde o temprano llamará a la puerta. Sólo espera.,., porque lo opuesto está siempre presente.

Y siempre que una mujer vuelve, después del enfado, el Amor es nuevo. Ha dejado de ser una repetición. El intervalo de la ira ha destruido el pasado. Ahora ella es de nuevo una joven, una muchacha virgen. Se vuelve a enamorar otra vez; y todo se vuelve nuevo.

Si entiendes esto, entonces no estás en contra de nada. Entonces sabes que hasta la ira tiene su hermosura, que hasta una pelea de vez en cuando le da tono a la vida. Y que todo contribuye a su riqueza. Entonces aceptas, y cuando aceptas profundamente tienes paciencia, entonces no hay ni impaciencia ni prisa. Entonces puedes esperar, rezar, tener esperanza y soñar.

De otra forma, si la vida es lineal, como piensa Aristóteles o Bertrand Russell (dado que el pensamiento occidental se ha movido desde Aristóteles a Bertrand Russell), entonces la vida se vuelve muy impaciente. Nadie va a volver; entonces estás siempre temblando, con miedo, y empiezas a suprimir tus sentimientos. Entonces puede que estés con una mujer durante diez años o diez vidas, pero estarás con una extraña. Tú te controlas, ella se controla, y no hay encuentro.




Del libro:
Hsin Hsin Ming: El libro de la nada
Osho
Fotografía tomada del internet

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