Tras la muerte de Bankei, un hombre ciego que vivía cerca del templo del maestro le dijo a un amigo: «Desde que soy ciego, no puedo ver el rostro de una persona, así que debo juzgar su carácter por el sonido de su voz. Habitualmente, cuando oigo a alguien felicitar a otro por su buena suerte o su éxito, oigo también un secreto tono de envidia.
Cuando se expresa condolencia por la desgracia de otro, oigo placer y satisfacción, como si el que se conduele estuviera contento viendo el fracaso del otro como algo a ganar para sí mismo».
«En toda mi experiencia, sin embargo, la voz de Bankei siempre fue sincera. Siempre que expresaba felicidad, no oí nada más que felicidad, y cuando expresaba tristeza, tristeza era todo lo que oía».
Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet
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