R0bert Half
En su libro La quinta disciplina, el ingeniero Peter M. Senge habla de las cinco disciplinas que son necesarias para triunfar en el mundo empresarial. Posteriormente se centra en la quinta de estas disciplinas, catalogándola como la principal, aquella que engloba a las otras cuatro. De esta forma, según Senge, las cinco disciplinas son:
1. Dominio personal. La gente con alto dominio de sí misma alcanza la meta que se propone. Esta capacidad implica:
a) Tener control sobre las propias emociones para no dejarse llevar por ellas irracionalmente.
b) Capacidad de espera para no precipitarse ante una recompensa fácil.
c) Coherencia con las propias decisiones.
d) Gestión del tiempo limitado del que se dispone y de los propios recursos.
2. Modelos mentales. Para una relación más efectiva con el mundo debemos limpiar nuestra mirada sobre el mismo. Si entre nosotros y la realidad ponemos un filtro de pesimismo, nuestra mirada quedará contaminada por la negatividad. Por eso es tan importante analizar de qué manera teñimos nuestra visión y eliminar los prejuicios y profecías derrotistas, así como las expectativas exageradas, que empañan nuestros proyectos.
3. Construcción de una visión compartida. Las empresas que funcionan son aquellas en las que todos los empleados siguen una misma filosofía que da entidad, utilidad y prestigio al conjunto.
4. Aprendizaje en equipo. No basta con que los directivos se reciclen con costosos másters; toda la estructura debe participar de una formación continua para remar juntos hacia la excelencia.
5. Quinta disciplina: modelo sistémico. En las organizaciones, los componentes están relacionados entre sí como una gran cadena, en la que cada individuo es un eslabón. Porque en realidad nada está aislado y porque a veces el cuidado del detalle, de lo más pequeño, puede ser la clave para el éxito o el fracaso final de un proceso.
Como dice el cuento: por un clavo mal clavado se perdió una herradura, por una herradura que saltó, el caballo se rompió la pierna, con su pierna rota el caballo cayó, al caer el caballo, cayó el general que lo montaba, al caer el general, fue herido y apresado, al ser herido y apresado el ejército del general perdió la batalla, y al perder esa batalla, el país del general perdió la guerra... y todo por un clavo mal herrado. Con un buen herrero, todo se hubiera evitado.
¿Cuál es nuestra cadena?
La inmensa mayoría de los proyectos ponen en juego a otras personas de las que dependemos para llegar a buen puerto. Por mucho que apliquemos el modelo sistémico y nos integremos a nuestros compañeros de travesía para lograr objetivos comunes, el viaje hacia la isla del tesoro depende de la calidad de la tripulación que hayamos escogido.
En este sentido, podemos tener dominio personal y confianza en nuestras posibilidades para llegar a la meta, compartir incluso nuestra visión con la gente que nos acompaña; pero si no sabemos elegir bien nuestros compañeros de cuerda, el miedo o prejuicios de uno pueden arrastrar al grupo al mar.
Por eso es muy importante ser cuidadosos con quienes compartimos nuestros sueños, ya que hay personas que se dedican a martillearlos desde una envidia y resentimiento de los cuales ni siquiera son realmente conscientes.
¿Qué nos une?
La pregunta esencial que prácticamente nunca nos hacemos cuando trabajamos en equipo es: «¿Qué nos une?».
Cuando emprendemos una aventura juntos, cualquiera que sea, es esencial saber cuál es su sentido y -su trascendencia. Es necesaria una visión compartida -para que se generen sinergias y la cooperación sea posible.
Un viejo adagio dice:
Puedes obligar a otros a que te oigan,pero no a que te escuchen;puedes obligarlos a que te aplaudan,pero no a que te emocionen;puedes obligarlos a que te elogien,pero no a que te admiren;puedes obligarlos a que te cuenten un secreto,pero no puedes obligar a que confíen en ti.
Tan importante como descubrir qué nos une sería saber qué nos separa de las personas con las que compartimos, día a día, las mejores horas de nuestra vida.
Si nos centramos en el mundo de la empresa, veremos que en la mayoría de los equipos los conflictos roban una energía preciosa que acaba socavando la motivación de todo el grupo.
Esta fobia tan común, y no exclusiva del mundo laboral, nace de una incapacidad para confrontar los problemas y diferencias que surgen cotidianamente.
Temer que otros ocupen nuestro lugar revela una baja autoestima por parte de quien la padece; la persona se siente vulnerable y prescindible, y, por lo tanto, opta por la agresividad para defender lo conseguido.
No obstante, con esa actitud sólo logramos desacreditarnos ante los demás. En vez de proyectarnos al futuro con escenarios de pérdida, lograremos enderezar nuestro rumbo y aspirar al éxito si volvemos a la pregunta fundamental: ¿qué nos une?
El valor de compartir ideas
En un primer mundo que ha visto cómo las fábricas se deslocalizan para abaratar costes, nuestro patrimonio para salir adelante son las ideas. Occidente no puede producir más barato que las economías emergentes, pero puede vender innovación para satisfacer nuevas necesidades en un planeta cada vez más complejo.
El gran reto sigue siendo cómo lograr que las ideas, nuestra mejor divisa, no se estanquen en recipientes individuales sino que se fecunden entre sí, asociándose unas a otras.
Un maestro en la difusión y comercialización de nuevas ideas, Richard Branson, opina que «la clave de una empresa creativa es escuchar todas y cada una de las ideas que surgen de los empleados, y ofrecerles nuestro feedback para que se sientan valorados».
Cuando esa corriente creativa no funciona, los empleados más valiosos acaban abandonando la nave debido a la frustración que les produce no ser escuchados. Por eso es tan importante la interacción en todos los niveles de una organización que, al final, depende del impulso de cada uno de sus miembros.
La puesta en común de ideas, en cualquier caso, no siempre es fácil. Incluso si los cargos directivos favorecen este tipo de comunicación, pueden producirse fricciones cuando el autor de una idea ve cómo ésta es rechazada por un jefe o bien por el grupo.
Tomado de manera personal, podemos confundir el rechazo a una idea con el rechazo hacia nuestra propia persona, con lo cual volveremos a las posiciones defensivas que no dejan que fluya el talento.
Un experimento revelador
Para que un equipo haga cosas importantes, los tripulantes deben sentirse valorados individual y colectivamente.
La prueba de que un clima de confianza permite superar los propios límites es lo que sucedió recientemente en una escuela estadounidense de secundaria. A causa de un error informático, se cruzó la información que debían recibir los profesores del centro antes de empezar el curso. Un grupo de estudiantes brillantes fueron calificados de perfil bajo, mientras que los alumnos a los que correspondía esta observación fueron calificados como excelentes. El resultado fue que los primeros retrocedieron en su rendimiento, y los considerados por error buenos estudiantes experimentaron un gran progreso, porque el profesorado les había transmitido buenas expectativas.
Del libro:
El mapa del tesoro
Álex Rovira/
Francesc Miralles
Fotografía tomada de internet
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