Cuando miras a un bebé y haces un seguimiento de su crecimiento individual, puedes ver que la diferencia entre ese bebé y el niño de seis años es muy notable, como lo es la diferencia entre un niño de seis años y un joven de dieciséis, o entre los dieciséis y los treinta y cinco, o entre los treinta y cinco y los ochenta. Puedes empezar a ver cierta pauta de acumulación.
Evidentemente, el niño nace con cierta predisposición genética, tendencias y personalidad, pero, en general, es abierto y lozano, por eso queremos a los niños. La apertura es digna de amor. Incluso cuando los bebés son difíciles, suelen ser amables por su manera fresca, abierta, inquisitiva y libre de mirar la vida. A medida que el niño madura, hay un influjo de la forma y de la percepción sensorial que concuerda con el proceso evolutivo de ese individuo y con el de su especie. En el caso del joven de dieciséis, el impulso ya ha cambiado de la apertura hacia la acumulación y la ganancia personal. Las luchas de la adolescencia son una liberación de la infancia y de la inocencia hacia la independencia, el conocimiento y el poder.
Incluso en las vidas más maravillosas, generalmente, se arrastra cierta carga. Nace de la identificación con las denominadas acumulaciones personales. Este lastre de la vida, o carga individual, es "la historia".
Una historia tiene que estar magnetizada por un punto de vista. Ese punto de vista es la misteriosa identificación de uno mismo como un individuo particular. Llamémosle el "yo" genérico. El "yo" es el imán que atrae sensaciones y experiencias, que traduce en un relato: la historia de tu vida.
Esa crónica es un sueño. Y de ese sueño es posible despertar.
Me encantan las buenas historias. No hay nada de malo en una buena historia. Puede ser profunda, hermosa y entretenida, tanto en sus aspectos sublimes como en su horror. Una buena historia, generalmente, tiene complejidad, misterio, éxito y fracaso; y una verdadera historia tiene una resolución final que la unifica.
Ciertos individuos, en ciertos momentos de su vida, reconocen que no la quieren. Al menos la parte de la historia que no les gusta, que les pesa y que les mantiene identificados con algo menos de lo que anhelan ser.
Puede haber muchos intentos de ver la crónica personal individual bajo una luz mejor. Tal vez, incluso, pueda ser vista desde la perspectiva de la verdad. Esto es glorioso y maravilloso, porque, en una vida mejor, uno deja de identificarse como víctima y empieza a reconocerse como héroe o heroína, o incluso, posiblemente, como "un ser iluminado".
La mayoría de los que leéis esto estáis en una posición especial. Con relación a la carga de vuestra vida a los seis años, o a los dieciséis, estáis en el cielo o al menos habéis vislumbrado el estado celestial. Como mínimo lo habéis visitado y reconocéis: "Aquí es donde quiero vivir. El cielo. Porque en esta tierra prometida me dan la bienvenida. Soy ungido, glorificado, adorado y reconocido como el propio hijo de Dios". Esta es una historia preciosa, y no se la quiero quitar a nadie, excepto para los propósitos de nuestra investigación. La verdadera indagación revela lo que está más allá del cielo y del infierno. Mi maestro me pidió que te aportara esta oportunidad de investigar.
Te estoy pidiendo que averigües cuál es tu historia actual. Si aún hay agresión, victimismo o heroísmo -alguien que te haga algo, o que haga algo por ti, o incluso contigo; cualquier escenario de escape, de logro, de ganancia, de pérdida- reconócelo como un punto de vista y di la verdad al respecto.
Esta historia puede ser sutil, y en su sutileza es donde reside su gran poder. En tu voluntad de decir la verdad, ves la historia que se está contando una y otra vez, la crónica basada en un individuo particular llamado "yo". Tiene muchos sabores, colores y sensaciones y es exquisita por derecho propio. Pero no es verdad. "Yo" no existe. El "yo" ha sido fabricado durante al menos tantos años como los años que ese cuerpo concreto que identificas como "mío" ha existido en el planeta. Ha sido producido total, completa y arbitrariamente.
Para oír esto, para realmente oír esto, debes aceptar la invitación a dejar caer toda la historia y preguntarte: Si todo es una elaboración, un montaje, si el "yo" no existe, ¿qué es real? ¿Quién soy yo? ¿Qué es verdad? ¿Qué perpetúa la historia de "yo"? El deseo impulsa la historia.
Aunque puede haber un afán de soltar la historia, de ver qué es verdad, también hay un ansia de seguir fabricándolo. Es imprescindible reconocer esto. El deseo de continuar con la historia, tanto si ha sido visto como si no, se basa en el miedo a no ser nada. Este miedo está apoyado por la creencia de que si sueltas la biografía que has contado tan diligentemente a lo largo de esta vida, no serás nada, morirás. Será el final de ti.
Si miras con cuidado, verás el esfuerzo consciente, sutil pero poderoso, de mantener la "yoidad" en su lugar. Tal vez ahora sea un "yo' iluminado, pero sigue siendo un "yo". Tienes miedo de que, si no haces un esfuerzo consciente, el cuerpo tal vez se desintegre. Tienes miedo de que si el organismo desaparece, tú también desaparezcas.
En la medida en que hay miedo, en esa misma medida, hay una identificación errónea con tu historia, como si ella fuera la verdad sobre ti. En la misma proporción en que hay identificación entre tu historia y la verdad sobre ti, hay sufrimiento, porque tú no eres una historia. La historia es una mentira, y una mentira es una carga. Un lastre que se mantiene cada mañana, cada día, cada noche. Tal vez al anochecer dejes la mentira de lado para poder dormir profundamente, pero en cuanto el cuerpo despierta la retomas. La historia se aumenta, decora, reordena, fija, equilibra y mejora: se convierte en una carga mejor. No hay nada malo en esto. Si vas a dejarte entretener por una historia, entonces sí, equilíbrala, enderézala, decórala. Pero, generalmente, lo que ocurre es que la historia se convierte en un objeto de adoración, bien en nombre del odio a uno mismo o en el del narcisismo. Entonces "mi" historia se convierte en una carga de sufrimiento.
El primer reto consiste en reconocer que la estás contando.
Seguidamente, el desafío es estar dispuesto a dejar de narrarla, en estar presto a morir y, al hacerlo, en estarlo a no ser nada en absoluto. Entonces eso que hemos llamado Ser, o Verdad, o Dios se revela como esa misma nada en absoluto. Te reconoces a ti mismo como esa no-cosa, como nada.
No estoy hablando de la nada tal como la mente escucha esta palabra, como algún tipo de vacío nihilista, plano, muerto. La pura nadeidad es inteligencia consciente. El niño no conoce su nombre y, por tanto, no se relaciona consigo mismo como nombre. Lo hace como inteligencia consciente. La historia del niño pequeño, del adolescente y del humano maduro es la historia del emerger, de la adoración, de la carga y de la liberación del "yo" —fin de la historia— y vuelta a la inteligencia consciente. Se trata de conocerse conscientemente como la inteligencia consciente en la que todos los "yoes" aparecen y desaparecen.
Muchos individuos han despertado a la verdad de que la conciencia individual es inseparable de la universal. Entonces, lo que pueda quedar del impulso de la aparente conciencia individual se ha ido a un convento o se ha aislado de la sociedad. Durante un tiempo, mientras tuvo lugar la absorción de la aparente conciencia individual de Ramana en la conciencia pura del Ser universal, este tuvo que ser alimentado. No había un interés por mantener su cuerpo vivo. Mi profesor Sri H. W. L. Poonjaji (Papaji) tendió el puente entre la vida del sadhu —una vida retirada de las interacciones con la sociedad— y la vida de una persona activa. Papaji vivía fuera del ashram protegido. Tenía una familia, y un trabajo, y mantenía interacciones cotidianas con otras personas de mentalidad muy diferente, sabiendo en todo momento que él era la totalidad de todo ello.
No sé cuál es el destino de tu vida. Pero, tanto si la vives como un ermitaño como en medio del mercado, estás plenamente capacitado para reconocer la verdad de tu "nadeidad" inherente.
Extracto del libro:
Libertad y resolución
Gangaji
Imágenes tomadas de internet
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