A Maharaj acuden diferentes tipos de personas con diferentes motivos. Normalmente, le pide a cada nuevo visitante que platique un poco sobre sí mismo: sus antecedentes familiares, su ocupación o profesión, el tiempo que ha estado interesado en la búsqueda espiritual, el tipo de sadhana que ha realizado y las razones específicas de su visita. La intención de Maharaj, obviamente, es averiguar de qué modo y mediante qué enfoque podría ayudar a cada visitante en forma personal y, al mismo tiempo, asegurarse de que el diálogo ilumine también a los otros visitantes.
La mayoría de los visitantes exponen en forma breve las cuestiones que se les preguntan sobre sí mismos y muchos declaran haber leído su libro Yo soy Eso y deseado desde entonces sentarse a sus pies a escuchar sus conversaciones. En tales casos, Maharaj suele sonreír asintiendo con la cabeza. Si alguien desea hacer alguna pregunta específica, Maharaj le pide que se siente cerca de modo que la conversación pueda sostenerse con facilidad. Se acostumbra que quienes no tienen alguna pregunta se sienten más atrás.
En cierta ocasión en que la plática estaba por comenzar, entraron dos caballeros de mediana edad, presentaron sus respetos a Maharaj y se sentaron. Uno de ellos le dijo a Maharaj que era un alto funcionario del Gobierno y que no tenía ningún interés particular en las cuestiones espirituales. Que había ido únicamente con el afán de llevar a su hermano, quien se encontraba muy interesado. Después de que presentó a su compañero como su hermano, se marchó.
El hermano tomó la palabra entonces y le dijo a Maharaj que él había tenido un gurú durante muchos años pero que éste había muerto, y que le había dado un Nama Mantra cuya repetición, tan frecuente como fuese posible, le aseguró el gurú, era el mejor sadhana, y que desde entonces había seguido esas instrucciones. Mencionó también que en la actualidad había llegado a una etapa en la que creía que todo era Rama y que Rama se encontraba en todo, y que había logrado por medio de este sadhana una paz y una alegría inefables. Todo esto lo expuso como si al decirlo estuviese haciendo una gran revelación en beneficio de la audiencia que tenía ante él, incluyendo al propio Maharaj. Después de su relato, miró a su alrededor para observar el efecto que habían tenido sus palabras en quienes lo escuchaban. Entonces se sentó con actitud de suficiencia complacida, cerró los ojos y sonrió para sí.
Maharaj, silencioso y aparentemente sereno, pero con un destello vivaz en sus ojos que los visitantes regulares conocían bien, le preguntó si podía ayudarlo de algún modo. En respuesta, el caballero, moviendo un brazo con gesto de resignación, dijo que no necesitaba nada de nadie y que si había ido a verlo, fue sólo porque varias personas le habían insistido en que asistiera al menos a una de sus sesiones, ¡y ahí estaba!
Maharaj le preguntó entonces si su sadhana tenía algún propósito específico y qué esperaba lograr con él, en caso de tener algún objetivo.
Visitante: Cuando me siento en meditación, consigo algunas veces tener hermosas visiones de mi amado Señor Rama y me sumerjo en la dicha.
Maharaj: ¿Y cuando no estás meditando?
Pienso en el Señor y lo veo en todos y en todo. (Maharaj escuchó la respuesta con expresión divertida y, una vez más, apareció en sus ojos ese destello familiar. Los que éramos visitantes asiduos sabíamos lo que sucedería entonces, pues este destello en sus ojos a menudo precede a un arranque verbal de Maharaj, del que suele echar mano para disipar vanas presunciones y destruir el engaño. Sus labios pronunciaron entonces una pregunta).
¿Y a qué te refieres con "Rama"?
No entiendo la pregunta. Rama es Rama.
Cuando ves a Rama en mí, cuando lo ves en un perro y en una flor, ¿qué quieres decir exactamente con Rama? ¿Y cómo es con exactitud que ves a Rama? ¿En su actitud tradicional con un arco en el hombro y flechas en su aljaba?
(Un poco turbado): Sí, creo que sí.
Y la paz y la dicha que sientes al sentarte en meditación y tener visiones de Rama, ¿son parecidas a la paz y la dicha que sentiría alguien cuando, después de un largo y arduo camino bajo el sol abrasador, puede descansar a la sombra de un árbol acogedor, disfrutar la brisa que sopla y beber un poco de agua fría?
No pueden en verdad compararse, pues en un caso se trata de algo físico y en el otro, diría yo, de algo mental o psíquico.
Sea cual sea el caso, ¿te ha permitido tu sadhana tener un entendimiento claro de tu verdadera naturaleza?
¿Para qué esta discusión? Rama es Dios y yo no soy más que un pobre hombre que se ha entregado a él.
La entrega es un sadhana muy conveniente y eficaz por sí mismo, pero debemos comprender de modo muy claro qué significa en realidad "entregarse", aunque éste es en sí un tema aparte. ¿Estás conciente de que Rama, si bien era príncipe de nacimiento, no fue más que un ser humano ordinario como tú, que no se convirtió en un dios sino hasta que lo instruyó e inició en el conocimiento el sabio Vasishta? ¿Y cuál fue la enseñanza que Vasishta le dio al joven Rama? ¿No fue el Atma-jñana, el conocimiento del yo, el conocimiento de nuestra naturaleza verdadera?
Te sugeriría que desecharas todos los conceptos ilusorios que has atesorado durante todos estos años y comenzaras con tu propio yo. Reflexiona en torno a lo siguiente: ¿Cuál es mi verdadera naturaleza? ¿Cual es el "capital" con el que nací y ha permanecido fiel e inmutable conmigo desde el momento en que tuve conciencia de que existo? ¿Cómo adquirí esta forma corpórea junto con el Prana (fuerza vital) y la conciencia que me da el sentido de estar presente? ¿Cuánto durará todo esto? ¿Qué era "yo" antes de empezar a existir este cuerpo, y qué seré "yo" una vez que mi cuerpo se desintegre? ¿Quién fue el que realmente "nació" y "morirá"? ¿Qué soy "yo"? Fue este conocimiento el que transformó a Rama de ser humano en un dios.
Para entonces, el visitante se dio cuenta de que al sadhana le hacía falta algo importante, pues lo había practicado sin dar nunca importancia al proposito último de su búsqueda espiritual. Abandonó su pretenciosa pose de ser un iluminado y humildemente solicitó a Maharaj le permitiera visitarlo de nueva cuenta durante los pocos días que permanecería en Bombay. Amorosamente, Maharaj le dijo que la intensidad y sinceridad de su deseo de visitarlo era el único permiso que necesitaba.
Tomado del libro:
El buscador es lo buscado
Puntos clave de la enseñanza de Nisargadatta Maharaj
Ramesh Balsekar
Imágenes de Internet
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