Ahora bien, ¿sabes que, como resultado de esto, has perdido tu capacidad de amar? Porque cuando necesitas a alguien, no puedes amar a esa persona. ¿Sabes por qué? Porque ya no puedes comprenderla. Cuando un político necesita votos, deja de comprender a la gente. Cuando una mujer o un hombre de negocios enloquecen por el dinero, dejan de comprender a la gente.
Cuando quiero algo de ti, no te estoy comprendiendo; quiero obtener algo de ti... Y tú sabes que esta situación es tan grave que, durante las veinticuatro horas del día, consciente o inconscientemente, queremos algo de las personas que nos rodean; queremos su aprobación, tememos su desaprobación. Tememos que nos rechacen; tenemos miedo de lo que puedan pensar de nosotros. ¿Cómo podrías amar a las personas de esta manera, cuando dependes tanto de ellas emocionalmente?
-¡Oh, tenemos que depender unos de otros! - les dirán con grandilocuencia.
Por supuesto que tenemos que depender unos de otros. Así es como se construye nuestra sociedad; compartimos nuestro trabajo, compartimos nuestro catecismo; ¡eso es maravilloso! No tengo nada en contra de esta clase de dependencia. Lo malo es depender de otro para tu felicidad. Depender de otro para aprender, para adquirir habilidades técnicas, para alimentarse, está muy bien. Para la cooperación dentro del mundo, la dependencia es necesaria. Lo malo es depender de otros para tu felicidad.
Pues entonces no puedes amar. Piensa en esto cuando tengas tiempo y puedas dedicarte al ocio. Hasta que ceses de depender de los demás, hasta que mueras a la necesidad de depender de la gente.
Extracto del libro:
Redescubrir la vida
Anthony de Mello
Fotografías tomadas de Internet
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