Pregunta 1 (continuación):
¿Por qué no nos dejamos de sufrimientos, de ignorancia e infelicidad? ¿Cómo pueden ser dichosos y felices los seres humanos?
¿Feliz? ¿Sabes qué es la felicidad? ¿Es hindú, cristiana, musulmana?
La felicidad es simplemente felicidad. Te transporta a otro mundo. Se deja de formar parte del mundo creado por la mente humana, se deja de formar parte del pasado, de la terrible historia. Se deja de formar parte del tiempo. Cuando eres realmente feliz, dichoso, el tiempo desaparece, y también el espacio.
Albert Einstein dijo que los científicos del pasado pensaban que existían dos realidades: el tiempo y el espacio. Pero según él, esas dos realidades no son dos, sino dos caras de la misma realidad. Por eso acuñó el término espacio-tiempo, una sola palabra. El tiempo no es sino la cuarta dimensión del espacio. Einstein no era un místico; si no, habría añadido la tercera realidad: lo trascendente, ni espacio ni tiempo. Eso también está ahí, y yo lo llamo el testigo. Y cuando se reúnen los tres, se tiene la trinidad completa. Ahí tenéis el concepto de Trimurti, los tres rostros de Dios. Después, el concepto de las cuatro dimensiones. La realidad es cuatridimensional: las tres dimensiones del espacio, y la cuarta del tiempo.
Pero existe algo más, que no puede denominarse la quinta dimensión porque no es la quinta realidad: es el todo, lo trascendental. Cuando eres dichoso empiezas a trasladarte hacia lo trascendental. No es lo social, no es lo tradicional, ni tampoco tiene nada que ver con la mente humana.
Tu pregunta es significativa: «¿Por qué ese apego al sufrimiento?».
Existen razones. Observa tu desdicha, analízala y encontrarás las razones. Observa esos momentos en los que de vez en cuando te permites la alegría de estar alegre, y ve la diferencia.
Notarás unas cuantas cosas: cuando eres desdichado eres conformista. A la sociedad le encanta, la gente te respeta, gozas de gran respetabilidad. Incluso puedes llegar a santo; de ahí que todos vuestros santos sean unos desdichados. Llevan la desdicha escrita en la cara, en los ojos. Como son desdichados, son contrarios a toda alegría. Condenan toda alegría; la consideran hedonismo; condenan toda posibilidad de alegría por considerarla pecado. Son desdichados y les gustaría que lo fuera el mundo entero. Y desde luego, sólo en un mundo de desdicha se los puede considerar santos. En un mundo feliz tendrían que hospitalizarlos, someterlos a tratamiento psiquiátrico. Son casos patológicos.
Yo he conocido a muchos santos, y he estudiado la vida de vuestros santos del pasado. El 99 % son simplemente anormales, neuróticos o incluso psicóticos. Pero los respetaban, y eran respetados por su sufrimiento; no lo olvidéis. Cuantas más desdichas soportaban en la vida, más se los respetaba. Eran santos que se daban latigazos todos los días, y la gente se congregaba para ver semejantes penitencias, su ascetismo, su austeridad. El más grande de todos fue uno con heridas por todo el cuerpo... ¡y a esas personas se las consideraba santas! Ha habido santos que se han arrancado los ojos, porque a través de ellos se percibe la belleza y brota la lujuria. Y se los respetaba por haberse arrancado los ojos. Se les había concedido ojos para ver la belleza de la existencia, pero ellos decidieron quedarse ciegos. Hay santos que se han cortado los órganos genitales y se los respetaba enormemente, por la sencilla razón de haber sido autodestructivos, de haber ejercido la violencia contra sí mismos. Esas personas estaban psicológicamente enfermas.
Observa tu desdicha y descubrirás cosas fundamentales. Te proporciona respeto. La gente es más amable contigo, más comprensiva.
Si eres desdichado tendrás más amigos. Vivimos en un mundo muy extraño; algo va mal. No debería ocurrir eso; la persona feliz debería tener más amigos. Pero sé feliz y verás cómo la gente te envidia y deja de ser amable. Se sienten engañados; tú tienes algo a lo que ellos no pueden acceder. ¿Por qué eres feliz? De modo que en el transcurso de los siglos hemos aprendido un sutil mecanismo para reprimir la felicidad y expresar el sufrimiento. Se ha convertido en nuestra segunda naturaleza.
Hay que abandonar ese mecanismo. Aprende a ser feliz, aprende a respetar a las personas felices y a prestarles más atención. Sería un gran servicio a la humanidad. No seas demasiado comprensivo con las personas desgraciadas. Ayúdalas, pero no seas comprensivo. No les hagas pensar que la desdicha es algo que vale la pena. Dales a entender que las ayudas, pero no por respeto, sino simplemente porque se sienten tan mal.
Y no estarás haciendo nada; simplemente intentar sacar a esa persona de su desdicha, porque la desdicha es fea. Que esa persona comprenda lo fea que es la desdicha, que ser desdichado no es algo virtuoso, que no está prestando un gran servicio a la humanidad.
Sé feliz, respeta la felicidad y ayuda a la gente a comprender que la felicidad es la meta de la vida. Siempre que veas a alguien dichoso, respétalo; es una persona sagrada. Y siempre que notes que una reunión de personas es dichosa, festiva, considérala sagrada.
Hemos de aprender un lenguaje completamente nuevo; solamente así cambiará esta humanidad podrida. Tenemos que aprender el lenguaje de la salud, de la totalidad, de la felicidad. Resultará difícil, porque hemos de invertir mucho.
Es una de las preguntas fundamentales que se pueden plantear.
También es extraño, porque debería resultar fácil desprenderse del sufrimiento, la angustia, la desdicha. No debería resultar difícil: no quieres ser desgraciado, o sea que debe de existir una profunda complicación detrás de eso. La complicación consiste en que desde tu infancia no te han permitido ser feliz, ser dichoso, ser alegre.
Te han obligado a ser serio, y la seriedad implica tristeza. Te han obligado a hacer cosas que no querías hacer. Eras impotente, débil, dependiente de los demás y, naturalmente, tenías que hacer lo que te decían. Hiciste esas cosas de mala gana, con tristeza, resistiéndote. Te han obligado a hacer tantas cosas en contra de tu voluntad que poco a poco has llegado a comprender lo siguiente: que cualquier cosa en contra de tu voluntad es buena, y que cualquier cosa que no sea contraria a tu voluntad es mala. Y esa educación te fue llenando de tristeza, que no es lo natural.
Lo natural es ser alegre, igual que estar sano es lo natural. Cuando estás sano no vas al médico a preguntarle: «¿Por qué estoy sano?». No tienes por qué preguntar por qué estás sano. Pero cuando estás enfermo, inmediatamente vas a preguntar: «¿Por qué estoy enfermo? ¿Cuál es la razón, la causa de mi enfermedad?».
No pasa nada si preguntas por qué te sientes desgraciado. Pero sí pasa algo cuando preguntas por qué eres dichoso. Te han educado en una sociedad enferma en la que ser dichoso se considera una locura. Si sonríes porque sí, la gente pensará que te falta un tornillo... ¿Por qué sonríe ése? ¿Por qué parece tan feliz? Y si dices: «No lo sé. Es que soy feliz», eso los reafirmará en su idea de que te pasa algo raro.
Pero si estás triste nadie te preguntará por qué estás triste. Eso es lo natural; todo el mundo está así. No es nada especial. No estás haciendo nada raro.
Esa idea va penetrando en ti inconscientemente, que la desdicha es algo natural y que la dicha es antinatural. La dicha hay que demostrarla.
La desdicha no necesita pruebas. Va profundizando en ti poco a poco, se mete en tu sangre, en tus huesos, en tu médula, aunque lo natural sea que vaya en tu contra. Te han obligado a ser esquizofrénico; se te ha impuesto algo contrario a tu naturaleza. Te han apartado de ti mismo, te han llevado a algo que tú no eres.
Eso es lo que provoca el sufrimiento de la humanidad, que todos están donde no deberían estar, que todos son lo que no deberían ser. Y porque la persona no puede estar donde necesita estar -donde debe estar por un derecho inalienable- se siente desdichada. Y llevas mucho tiempo alejándote de donde deberías estar; se te ha olvidado cómo volver a casa.
De modo que estés donde estés, piensas que es tu casa, porque el sufrimiento es tu hogar, la angustia se ha convertido en tu carácter. Has aceptado el sufrimiento como la salud, no como la enfermedad.
Y cuando alguien dice: «Deja esa vida de tristeza, deja tanto sufrimiento que llevas a tus espaldas sin ninguna necesidad», se plantea un asunto muy significativo: «Es lo único que tengo. Si lo dejo, no seré nadie, perderé mi identidad. Al menos ahora soy alguien... sí, triste, desdichado, y sufro. Si dejo todo esto, me planteo la siguiente pregunta: ¿cuál es mi identidad? ¿Quién soy? No sé cómo volver a casa, y me has privado de la hipocresía, del falso hogar que me creó la sociedad».
Nadie quiere quedarse desnudo en mitad de la calle. Más vale seguir siendo desdichado; al menos tienes algo que ponerte, aunque sea la triste desdicha... pero no pasa nada porque todo el mundo vaya vestido igual. Para quienes pueden permitírselo, sus desdichas les cuestan bastante. Quienes no se lo pueden permitir sufren por partida doble: tienen que vivir en una desdicha de pobres, y de eso no se puede presumir. O sea que hay pobres desgraciados ricos y pobres desgraciados a secas. Y los pobres desgraciados a secas hacen todo lo posible para alcanzar la situación de los pobres desgraciados ricos. Son los únicos dos modelos.
El tercer modelo ha caído en el olvido. El tercero es tu realidad, y en ella no existe el sufrimiento. Me preguntas por qué no se puede librar el ser humano del sufrimiento. Por la sencilla razón de que es lo único que tiene. ¿Quieres que sea aún más pobre? ¡Si ya lo es! Hay pobres desgraciados ricos con un sufrimiento ínfimo. No pueden alardear de eso.
¿Y les dices que abandonen incluso eso? Entonces no serán nadie; se quedarán vacíos, no serán nada.
Todas las sociedades, todas las culturas, todas las religiones han cometido un crimen contra la humanidad: han creado el miedo a la nada, al vacío.
La verdad es que la nada abre las puertas a la riqueza. La nada es la puerta que se abre a la felicidad, y esa puerta no tiene que ser nada. El muro está ahí; no puedes traspasar un muro; si acaso, darte cabezazos contra él, incluso romperte unas cuantas costillas. ¿Por qué no se puede traspasar un muro? Porque en el muro no hay ningún vacío, porque es algo macizo, porque objeta esa intrusión. Por eso llamamos «objetos» a las cosas: porque son objetivos, no te permiten que los atravieses; te lo impiden.
Una puerta tiene que ser no objetiva, tiene que tener un vacío. Una puerta significa que no hay nada que te impida entrar.
Y porque nos han condicionado a creer que el vacío es malo, que la nada es mala, ese condicionamiento nos impide abandonar la desdicha, la angustia, el sufrimiento, y nos limita a no ser nada.
En el momento en que no eres nada, te transformas en una puerta, una puerta que da acceso a lo divino, acceso a tu casa, una casa que te devuelve la conexión con tu naturaleza intrínseca. Y la naturaleza intrínseca del hombre es la dicha.
La dicha no es algo que se pueda alcanzar. Ya está ahí; nacemos en ella.
No es que la hayamos perdido, sino que nos hemos alejado de ella al darnos la espalda a nosotros mismos.
Está justo detrás de nosotros; sólo con darnos la vuelta se producirá una gran revolución.
Y para mí no se trata de una cuestión teórica. Yo he aceptado la nada como una puerta, que yo llamo meditación, simplemente otro nombre para la nada. Y en el momento que surge la nada te ves de repente cara a cara contigo mismo, y desaparece todo sufrimiento.
Lo primero que haces es reírte de ti mismo, por lo imbécil que has sido. El sufrimiento no existía; con una mano lo creabas y con la otra intentabas eliminarlo... Y naturalmente, te encontrabas dividido, en una situación esquizofrénica.
Es tan sencillo, tan fácil...
Lo más sencillo en la vida es ser uno mismo.
No hay que esforzarse; ya lo eres.
Sólo quiero recordarte algo... para que abandones todas las absurdas ideas que te ha impuesto la sociedad. Y es tan sencillo como cuando una serpiente se desprende de la piel vieja y no mira hacia atrás. Es simplemente piel vieja.
Si lo comprendes, puede ocurrir en este mismo momento. Porque en este mismo momento puedes ver que no existe el sufrimiento, ni la angustia.
Estás en silencio, ante la puerta de la nada; da un paso adelante y habrás encontrado el mayor tesoro, que lleva esperándote desde hace miles de vidas.
Bibliografía:
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet
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