Sidharta era un joven indio que hace dos mil quinientos años observó el mundo del sufrimiento en los demás a través de sus enfermedades, miseria, vejez, engaños, guerras, muertes, desilusiones, pérdidas… como las de hoy y se
preguntó por qué sufrimos tanto, qué sentido puede tener.
Dedicado desde entonces a la meditación y sintiendo el dolor propio y ajeno, continuó preguntándose cómo debería vivir el Hombre para evitarlo.
Esforzándose durante años en profundizar en la consciencia, el Buda, el que despertó a la lucidez, encontró las claves y las trasmitió a los de su linaje, los pertenecientes a la Orden, directamente, de espíritu a espíritu y de generación en generación.
Se trataba de realizar nuestra auténtica y Propia Naturaleza sobrepasando y desapegándose de la condición humana egocéntrica, adquirida en la existencia.
Vivir era esto, según sus Enseñanzas realizadoras. No es aprender a vivir, sino
vivir cada vez que realizamos sus Instrucciones.
Zazen es la vida y la vida es Zazen. Sólo eso, vivir para el Camino y no para uno mismo, es vivir, es encontrarse a uno mismo. Indagar esto, practicándolo, es Caminar, realizar.
No se trata pues, de no tener emociones, proyectos a corto plazo, gustos o pensamientos, sino que no te dominen como otras adicciones y te conviertan en un “ser sintiente”, sufriente. Realizar esa libertad y dedicarse al Camino rompe los límites de lo mundano y lo de todos los días, lo ordinario, se hace real, ilimitado.
Bibliografía:
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet
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