sábado, 1 de junio de 2019

EL DERECHO AL AMOR


El varón, por más que lo pintemos como supermacho insensible, en tanto persona posee la capacidad innata de intercambiar afecto. El amor es la red sutil en la que se asienta la convivencia, y el lugar donde prospera lo esencialmente humano. En la ocurrencia del amor nos mezclamos y nos comunicamos de muchas formas. Es en el amor donde los valores se certifican y donde el lenguaje cobra significado.

El derecho al amor libre y responsable es tan importante como el derecho a la salud y a la alimentación.

Sin la opción del amor se cierra la puerta a la vida, tal como lo confirman las enfermedades psicológicas que se originan en las pérdidas y en la soledad afectiva; en el desamor sólo hay desolación.

Perder la posibilidad de ser mediadores y "sentidores" del amor es desconocer millones de años de evolución, y negarse a dar el gran paso que define el sentido de lo humano. Es en la vinculación con otros cuando de verdad nos reconocemos a nosotros mismos. No hay sabiduría, si no hay relación.

La especie humana es increíblemente sensible a la vivencia amorosa. Cada uno de nosotros se comporta como una antena a través de la cual el amor pasa, entra, sale y vuelve a entrar. Repito: el ser humano es un facilitador natural del afecto, y un promotor innato del intercambio emocional. Lo masculino y lo femenino, entonces, sólo son modalidades idiosincráticas de refracción afectiva: dos caras de la misma moneda. Aunque pueda haber diferencias de forma, ambos palpitan y reaccionan ante el impacto energético del amor.

La nueva masculinidad tiene clara consciencia de los obstáculos que no le han permitido realizarse en el amor interpersonal, y por eso intenta superarlos. Ejercer el derecho al amor es resolver el dilema emocional interior a favor de la ternura, sin eliminar la ira saludable que, por derecho propio, nos pertenece; es acercarse a lo femenino de manera constructiva y sin oposiciones desgastantes; es permitirnos el derecho a la intimidad que genera la paternidad maternal con nuestros hijos, sean mujeres o varones; es dejar de rivalizar y competir ridículamente con otros hombres y fomentar en forma abierta la amistad intermasculina.

Por último, el derecho al amor es poner a trabajar nuestra bioquímica en la dirección correcta y ser capaces de llorar, abrazar; acariciar; contemplar, reír, mimar y sonreír, si nos da la gana de hacerlo. Es poder sentir con mayúsculas, en colores, en alta tensión, sin miedos, sin censuras y de cara a la humanidad que nos pertenece. Emocionarse al compás de otros es darle a nuestra vida una nueva sintonía, y descubrir que la soledad afectiva no es otra cosa que una mala elección. En palabras deVivekananda: "¿Qué es el amor humano? Es más o menos una afirmación de esta unidad: ¡Soy uno contigo, mi esposa, mi hijo,mi amigo!".


Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet

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