miércoles, 1 de mayo de 2019

HACIA UN PADRE MATERNAL


2. Hacia un padre maternal

¿El sexo masculino posee la capacidad para ejercer una paternidad responsable y afectuosa en la crianza? ¿Existe la paternidad-maternal? La respuesta, definitivamente, es sí. En la escala zoológica los ejemplos abundan. El cuidado paternal aparece en los invertebrados, las aves, los peces y los mamíferos. Muchas especies como el cangrejo, el pez altruista, los renacuajos, los ciervos ratas, los lobos, los perros salvajes, los chacales, los monos tití y los hombres que asumen la nueva masculinidad, sólo para citar algunos, pueden hacer perfectamente las veces de madres cuidadoras (por ejemplo dar de comer, lavar, entrenar, jugar y cargar a las crías).

Es interesante señalar que, en muchas especies, el cuidado paternal retrasa el acto reproductivo del macho, y permite que los ciclos reproductores de ambos géneros se acoplen en una sincronía común de apareamiento. En estas especies paternales, la competencia sexual de los machos desciende durante la crianza y las hembras pierden momentáneamente su ventaja, en términos de poder sexual. Es decir, si asumimos con seriedad el papel de padres involucrados activamente en la crianza, es probable que nuestra libido baje. Como si la naturaleza nos dijera: "Si vas a dedicarte a esto utiliza todas las energías disponibles, porque la cosa es complicada". Educar no es tarea fácil.

La gran mayoría de los varones con problemas psicológicos tienen malos recuerdos de sus padres hombres, pero no por el daño recibido sino por el afecto negado. Las investigaciones muestran que la presencia de un padre frío y afectivamente distante es mucho más nociva y peligrosa que un padre ausente. Muchos padres acariciadores y cariñosos con sus hijos varones, cambian bruscamente cuando éstos comienzan a crecer. El pensamiento es evidentemente discriminatorio: mientras que a las hijas mujeres se las puede mimar con tranquilidad durante toda la vida, con el hijo varón hay que tener ciertos cuidados especiales: "No vaya a ser que se nos vuelva afeminado". De esta manera, de un día para otro, sin previo aviso de ningún tipo, las reglas cambian. El contacto físico paternal cede su lugar a un nuevo trato, más duro y distante. Si el niño es sensible, este corte repentino se internaliza como rechazo y, con el tiempo, si no se compensa de alguna forma, puede transformarse en resentimiento o dependencia compulsiva. La creencia irracional de que la ternura, ya sea materna o paterna, produce varones homosexuales, aún está viva en la mayoría de los hombres. Si el asunto fuera tan sencillo, los enemigos del homosexualismo ya hubieran barrido con él.

Retirarse afectivamente de los hijos varones lo único que produce es dolor y pérdida. El hombre posee las mismas necesidades afectivas que la mujer, y necesita de las mismas fuentes dadoras de amor. Ya se trate del padre o de la madre, lo que realmente importa para el desarrollo psicológico de un niño es la "presencia afectiva". La estancia física no es suficiente, hay que dar amor en grandes cantidades para que la tarea esté bien hecha; el amor debe sentirse en carne y hueso. El padre maternal no es otra cosa que eso: un padre tierno y cariñoso, sensible y compasivo, interviniendo activamente en los procesos educativos de sus hijos, ya sea sancionando o administrando normas. Un buen padre se nota y hace bulla.

Es bueno resaltar que, si la sanción paternal ocurre en el contexto de los sentimientos positivos, el niño integra la experiencia de manera constructiva, pero si los castigos del padre suceden en un vacío afectivo, sólo dejan daño y resentimiento. Por tal razón, el respeto al padre que se origina en una relación cálida y amorosa, siempre estará asentado en la admiración y el agradecimiento. En cambio, los padres que inducen el típico miedo autoritario, sólo obtienen un acataniento por decreto-ley, una aceptación obligada. Cuando le pregunto a mis pacientes, mujeres y varones, qué sienten por su padre, y obtengo por respuesta un simple y conciso: "Respeto", durante varias citas me quedo investigando su pasado. Un amor reverencia] siempre es dudoso.

No obstante, ser más cariñosos, estar más comprometidos y pasar más tiempo con nuestros hijos no es suficiente, si no se disfruta de ello; hacerlo de mala gana es peor. Si asumimos la paternidad con culpabilidad o como sentido del deber, enredamos la relación. Es normal que en ciertos momentos no querramos saber de ellos, que nos generen estrés y hasta algo de fastidio (ejercer el oficio de padre no es una panacea), pero si el amor está activado, la "obligación" no molesta demasiado. El amor, si es verdadero, cura y relaja. Cuando mis hijas estaban pequeñas y yo llegaba absolutamente agotado por estar oyendo problemas durante todo el día, la llegada estaba amenizada por unos sonoros: "¡Papi!","¡Papi!,"¡Papi!". Corrían a toda velocidad hacia la puerta, saltaban sobre mí y me escalaban como una estatua humana. Pese a mi fatiga, ellas siempre sabían tocar alguna tecla para reactivar mi olvidada sonrisa. Así, como por arte de magia, el cansancio se trasmutaba en regocijo.

El nuevo varón quiere comprometerse y participar decididamente en la crianza de sus hijos. Sin embargo, no desea anularse como persona. Ser papá no significa autoeliminación psicológica ni sacrificio ciego, sino integración balanceada de todo lo que la vida representa. Ser padre no implica descuidar la amistad, la recreación, los hobbies, la pareja y la vida profesional. Lograr este punto medio no es fácil. Estas aspiraciones masculinas de regresar a la paternidad con prudencia, no son mal vistas por el sexo opuesto; todo lo contrario. Los resultados hallados hasta el momento confirman que si la paternidad es asumida con excesivo empeño, las madres pueden generar ciertas resistencias a compartir su papel. El hombre puede ser percibido como un "metido" y un estorbo: 'Bueno es culantro, pero no tanto". Parecería que cualquier cambio en la paternidad debe mantenerse dentro de ciertas proporciones y teniendo en cuenta a la pareja. Como es evidente, hay un acuerdo implícito: los nuevos varones quieren reivindicar su rol de pudres, pero no de tiempo completo, y las mujeres quieren recibir la ayuda sin sentirse desplazadas.




Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet
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