La Guardia Nacional de la India estaba en maniobras. Estaba a punto de iniciar un simulacro de batalla entre el equipo "rojo" y el equipo "azul", cuando recibió un telegrama de Nueva Delhi que decía: "A causa de los recientes recortes presupuestales no estamos en capacidad de proveer armas y municiones; pero sírvanse proseguir con su batalla para fines de entrenamiento".
El General reunió a sus tropas y les dijo: "Fingiremos la batalla. Si están a menos de cien metros de su enemigo, apunten con el brazo como si fuera un rifle y griten: 'Bang-Bang'. Si están a menos de cincuenta metros, suban los brazos a la cabeza y griten 'Pum', como si fuera una granada de mano. Si están a menos de cinco metros, agiten los brazos y griten 'Rach, Rach, como si fuera una bayoneta".
El soldado Abul fue destinado a la patrulla de reconocimiento del terreno. Estuvo explorando durante tres días y tres noches, pero no vio a ningún otro ser humano. El cuarto día Abul estaba sentado debajo de un árbol desalentado, desanimado; en ese momento vio una silueta que cruzaba la colina y se dirigía hacia él. Se puso a gatas en el suelo y se arrastró por entre el lodo y la maleza, como había sido entrenado para hacerlo. Efectivamente, era un soldado del lado opuesto.
Abul levantó el brazo y gritó: "¡Bang-Bang!", pero no hubo respuesta. Se aproximó un poco. Subió el brazo a la cabeza y gritó muy fuerte: "¡Pum!" Pero el otro soldado ni siquiera se volteó en dirección de Abul. Entonces éste se le acercó y le gritó al oído: "¡Rach, Rach!", pero tampoco hubo ninguna reacción.
Abul estaba enojado. Agarró del brazo al otro soldado y le gritó: "Escucha! No estás jugando según las reglas! Yo te grité ¡Bang-Bang! iBum! y después muy de cerca te grité: ¡Rach, Racth y aún no me has hecho notar que me has visto".
En ese momento, el otro soldado dio la vuelta hacia Abul y, en una voz profunda, dijo: Brrrm, Bbrrrmm! Yo soy un tanque!
El mundo es sólo un sueño. No necesitamos ir a ninguna parte, hemos estado siempre aquí. Estamos aquí y vamos a estar aquí. Pero podemos quedarnos dormidos y soñar. No eres quien crees que eres. Todas tus creencias son sueños. Tal vez has estado soñando por tanto tiempo que ya casi te parecen reales.
FUENTE:
OSHO: "El Hombre que Amaba las Gaviotas y Otros Relatos", Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2003, ISBN 958-04-7279-3, Pag. 95
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