Estaba sentado a la puerta de una pensión, en el centro de Melo. Inmóvil detrás de sus lentes negros, dejaba pasar el tiempo. Sólo los bostezos le movían la cara. Cuando alguien le preguntaba cómo andaba, él contestaba con un murmullo o gemido.
—Está enfermo de las vistas -me dijeron.
—¿Y no se puede operar?
—Ya lo operaron. Esa fue la desgracia.
No era desventura del destino, era error de cirugía. Según se decía en el pueblo, en el hospital lo habían operado y lo habían dejado mirando para adentro. Y el pobre se aburría, se aburría de verse.
Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
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