Existe la «chova de las torres»: plumaje negro, nuca gris, ojos gris perla, viva, pequeña, grazna sin respiro: «Tia ... cha- ca, chaca, cha, ca, cha ... ». El «grajo»: plumaje negro irisado, pico grisáceo, delgado y fino, con unos graciosos calzones en la rabadilla, y este canto en sordina: «Kaa ... , ah ... , ah». La «corneja negra»: completamente negra, e incluso su gran pico es negro; su graznido ronco y prolongado, «Kroá, kroá ... kra-aaa», simboliza a toda la gente corvatina. El «gran cuervo», finalmente, de sesenta y dos centímetros de promedio de la punta del pico hasta la punta de la cola, de plumaje iridiscente y un grito breve. «Cro ... rrrok». Sea cual sea su personalidad, su singularidad dentro de la especie, el cuervo no es amado. Se ha pretendido que traía mala suerte, que estaba maldito, que en otro tiempo había tenido tratos con los demonios. Su plumaje negro es la marca de su desgracia. ¡Y es injusto! Porque el color de su plumaje se debe a una circunstancia fortuita y desgraciada. Pero escuchad lo que dice a este respecto un cuento del viejo Japón ...
***
Hace muchísimo tiempo, cuando las aves hablaban, el cuervo iba vestido de gris. Elegante, preocupado por su atavío, un día fue a ver al búho, que, como todo el mundo sabe, ejercía la profesión de tintorero:
-·Querido búho, mi plumaje gris es apagado, desearía reemplazarlo por algo más alegre, más brillante.
-¡No tengo tiempo que perder! -masculló el búho-
Dígame exactamente qué desea, tengo otros clientes que teñir antes de esta noche.
-Pues bien -dijo el cuervo, soñador-, me gustaría bastante el plumaje del pájaro carpintero: la espalda de un hermoso verde brillante con una ligera degradación en el vientre, con matices gris claro, verde almendra, la coronilla roja, por supuesto, los bigotes negros ... Ah, lo olvidaba, una mancha roja justo en medio de los bigotes ...
-Todo esto es muy complicado -masculló el búho- ¡u-ho ... u-ho ... !
Se puso a trabajar, mezcló en sus grandes calderos hirvientes los diversos tintes. Pero la tarea era difícil. Se hacía de noche.
-¡Le he pedido un tono más suave para el vientre, un verde pálido! -protestó el cuervo-Y la coronilla la quiero rojo púrpura, ¡usted me propone un rojo violeta! ¡No es esto!
El búho agitaba las plumas sin responder, mezclaba furiosamente los colores, transpiraba.
-¡Decididamente -constató el cuervo, decepcionado-, no lo consigue! Lo más sencillo es que probemos otra cosa: pensándolo bien, prefiero el plumaje del martín pescador: azul verde brillante, metálico para la espalda, un poco de marrón y de rojizo en el vientre, el cuello blanco, y todo será perfecto.
-¡Usted me lía! -exclamó el búho, irritado- ¡Ya no sé si quiere verde o azul, marrón, rojo o blanco, si quiere parecerse a un pájaro carpintero o a un martín pescador!
Y en un acceso de cólera, volcó sus calderos y tiñó al cuervo ... de negro.
***
El cuervo, creía que no me gustaba.
¡ Y sin embargo... esta
mañana en la nieve.. .!
Matsuo Bashó (1644-1694)
Extraído de:
La Grulla Cenicienta
Los más bellos cuentos zen
Henry Brunel
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