Nuestros bloques de dolor, pesar, ira y desesperanza siempre quieren subir a nuestra mente consciente, a nuestra sala de estar, porque han crecido mucho y necesitan nuestra atención. Quieren emerger, pero nosotros no queremos que lo hagan porque nos resultan dolorosos, así que les bloqueamos el camino. Deseamos que sigan durmiendo en el sótano. Como no queremos afrontarlos, nuestro hábito es llenar la sala de estar con otros huéspedes. Pero siempre que tenemos diez o quince minutos de tiempo libre y no sabemos qué hacer, estos nudos interiores surgen y nos ponen perdida la sala de estar. Para evitarlo, cogemos un libro, encendemos la televisión, salimos a dar una vuelta con el coche o hacemos cualquier otra cosa para que la sala de estar esté ocupada, porque de ese modo las formaciones interiores no entran en ella.
Todas las formaciones mentales necesitan circular, pero nosotros no queremos que afloren porque no deseamos sentir el dolor que nos producen. Queremos que sigan encerradas en el sótano. Tenemos mucho miedo, porque creemos que si las dejamos subir, sufriremos enormemente. Por eso nuestro hábito diario es llenar la sala de estar con huéspedes como la televisión, los libros, las revistas y las conversaciones, para impedir que estas formaciones interiores afloren. Cuando persistimos en ello, creamos una mala circulación en nuestra psique y empiezan a aparecer síntomas de algún trastorno mental y de depresión. Se manifiestan en nuestro cuerpo o en nuestra mente.
A veces, cuando nos duele la cabeza nos tomamos una aspirina, pero el dolor no se va. Este tipo de dolor de cabeza puede ser un síntoma de un trastorno mental. A veces tenemos alergias y creemos que son un problema físico, pero también pueden ser síntoma de un trastorno mental. Como los médicos nos aconsejan tomar algún medicamento, seguimos reprimiendo nuestras formaciones interiores y la enfermedad empeora.
Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh
Thich Nhat Hanh
Fotografía de Internet
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