El orgasmo masculino no es sólo una
excreción de líquido seminal con algunos espermatozoides, un poco de jugo
prostático y una sensación de alivio transitorio.
Un
orgasmo es una respuesta que tiene que ver con lo biológico, pero también
con lo psíquico, lo psicológico y lo espiritual .
Un orgasmo es una respuesta física de
todo el cuerpo frente a una expresión de placer tan intensa que provoca
una transitoria perdida de control.
El orgasmo es una expresión del cuerpo
tan descontrolado que en estudios encefalográficos realizados en personas
que estaban manteniendo una relación sexual se ve que durante el orgasmo hay
espinas irritativas de crisis seudo convulsiones que semejan una pequeña
crisis epilépticas transitoria (esto es aparece, se desarrolla y termina).
Repito: no hay orgasmo sin pérdida de control.
Entonces, cuando pensamos en relaciones
sexuales donde todo está controladito, donde un señor y una señora
terminan, el eyaculando y ella sintiéndose satisfecha, donde todo está muy
aséptico y muy bien demarcado, sabemos que allí puede haber placer, pero
¿orgasmo?. Orgasmo no.
El orgasmo necesariamente se cursa con
descontrol. No hay ninguna posibilidad de que
alguien tenga un orgasmo si todo está absolutamente bajo control.
Por alguna razón que yo en verdad
desconozco, el Río de la Plata tiene el privilegio de tener un extraño culto al
orgasmo. Los argentinos, sobre todo, y nuestros hermanos uruguayos también,
tenemos una historia peculiar que va aún mas allá.
Primero porque vivimos nuestra
sexualidad como si de lo que se tratara fuera únicamente de conseguir
el orgasmo.
¿Cuánto dura un orgasmo?. ¿Diez
segundos, quince, veinte, treinta con mucha suerte?.
Pensar que lo único que vale la pena de
la relación son los últimos treinta segundos, la verdad es que una miseria.
Pensar que toda la historia sexual es solamente para esos quince segundos es
ser un miserable...
No puede ser así, y de verdad no lo es.
Si bien es cierto que – dicen los
técnicos – una relación sexual tiene una duración promedio de 21
minutos, en ese tiempo pueden y deberían pasar muchas cosas.
La
sexualidad tiene que ver con todas esas cosas, y si bien una de ellas es el
orgasmo, no es la única y posiblemente ni siquiera sea la mas importante.
Habrá que aprender a recalificar el
orgasmo y quitarle ese contexto tan cargado de mérito.
Porque los argentinos no sólo tenemos
instalado el culto al orgasmo, sino que además hacemos de la cantidad de
orgasmos la evaluación de la cantidad de placer obtenido.
Porque acá la cosa no es solamente si
tuviste orgasmo. ¡Es cuántos!. Se supone que cuanto mas... ¡mejor!.
Entonces, en la mesa del café, los
hombres nos reunimos y hablamos sobre sexo...
- No... porque yo, anoche... – dándose
aires - ¡Tres!
- Yo me acuerdo la otra tarde... – dice
el otro - ¡Cinco!
- Si es por eso, en un picnic... – dice
el tercero – me eché ¡Catorce!.
- Que tarados que son – dice el
muchacho que sabe -, la historia no es uno, se trata de cuántos le sacás
a ella... Porque mi mujer conmigo, por ejemplo, menos de tres... nunca.
- ¡No! – dice el otro – si es por eso
la mía, cuando yo uno ¡ella seis!
Y entonces, todos le preguntan al que
guarda silencio.
- ¿Y la tuya pepe?
- No, no, no , la mía ... ¡es
multiorgásmica!
¡Biónica! - piensa uno –
Y llega a casa fastidiado y acusándose:
¿¡Y yo que hago casado con un pedazo de bofe!?. Multiorgásmica!!!.
¡Que lo parió, soy un tarado!. ¿cómo no
me avisaron antes para que yo supiera elegir una de esas?. ¿Qué hay que
hacer para conseguirlo?
¡Multiorgásmica!. Suena fantástico. Y empieza a aparecer artículos en
las revistas para mujeres (editadas por hombres) sobre “Como llegar a ser en la
cama lo que todo hombre desea”, el tantra del sexo en el matrimonio, los misterios del punto G y la dieta de
la mujer insaciable.
Cuando pensamos la sexualidad desde
el orgasmo todo es muy complicado. Primero
que nada, porque de verdad no tiene esa importancia. Y
segundo, porque se deriva en un tema puesto al servicio de una competencia entre los hombres que no
tiene nada que ver con las mujeres con quienes estos hombres vienen de estar.
Cuando un hombre le pregunta a una
mujer “cuántos”, no es por ella, es para contarlo en el café, es para registrarlo ahí, no tiene que ver con
lo que está pasando sexualmente entre ellos.
Y cuando pregunta si terminaste o no
terminaste, es porque hay una amenaza para el, que ha sido entrenado pensando que para ser un macho viril,
probado y exacerbado, tiene, primero que haber tenido su correspondiente eyaculación y luego
dejarla a ella “dada vuelta” (como todo amante que se precie). Y este es
el culto a la inseguridad masculina y no
al verdadero encuentro con la mujer. Ningún hombre va a estar fácilmente dispuesto a admitir que esto es así,
por mucho que lo diga yo.
Y cuando algunos hombres que no
volverán a leer mis libros se sientan agredidos por mis ideas, van a decir.
“¿Qué sabe ese gordo idiota? ¡Seguro
que es puto!”
Está todo bien, y yo entiendo.
Lo que digo es amenazante para nuestro
ego narcisista.
Voy a ayudar a desmerecer al autor para
tranquilizar a la barra.
Lo digo públicamente para que los
hombres que me leen no se fastidien, yo mismo he evolucionado en mi rendimiento sexual. Con el tiempo he
pasado del famoso “Dos sin llegar a sacarla” de mi adolescencia, al actual. “Tres sin llegar a ponerla...”
Así que no se preocupen, no importa
nada, ese soy yo.
En
la historia de estar tan pendiente de la cantidad de orgasmos propios o del
otro, uno se pierde lo que
está pasando.
Extracto del
libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay
Fotografía tomada de internet
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¡aho! Gracias comentar.
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.