Como ya sabemos, hay diferentes intensidades en los vínculos afectivos que establecemos con los demás.
En un extremo están los vínculos cotidianos sin demasiado compromiso ni importancia, a los que mas que encuentros prefiero llamar genéricamente cruces. Y los llamo así porque funcionan como tales: el camino de un hombre y de una mujer se acerca, y se acercan hasta que consiguen tocarse, pero en ese mismo instante de unión empiezan a alejarse, alejarse y alejarse.
En el otro extremo están los vínculos más intensos, mas duraderos. Nuestros caminos se juntan y durante un tiempo compartimos el trayecto, caminamos juntos. A estos encuentros, cuando son profundos y trascendentes, me gusta llamarlos vínculos íntimos.
No me refiero a la intimidad como sinónimo de privacidad ni de vida sexual, no hablo de la cama o de la pareja, sino de todos los encuentros trascendentes. Hablo de las relaciones entre amigos, hermanos, hombres y mujeres, cuya profundidad permita pensar en algo que va mas allá de lo que en el presente compartimos.
Las relaciones íntimas tienen como punto de mira la idea de no quedarse en la superficie, y es esta búsqueda de profundidad la que les da la estabilidad para permanecer y trascender en el tiempo.
Una relación íntima es una relación afectiva que sale de lo común porque empieza en el acuerdo tácito de la cancelación del miedo a exponernos y en el compromiso de ser quienes somos.
La palabra compromiso viene de “promesa”, y da a la relación una magnitud diferente. Un vínculo es comprometido cuando está relacionado con honrar las cosas que nos hemos dicho, con la posibilidad de que yo sepa, anticipadamente, que puedo contar con vos. Sólo sintiendo honestamente el deseo de que me conozcas puedo animarme a mostrarme tal como soy, sin miedo a ser rechazado pro tu descubrimiento de mi.
Al decir de Carl Rogers, cuando percibo tu aceptación total, entonces, y solo entonces puedo mostrarte mi yo mas amoroso, mi yo mas creativo, mi yo mas vulnerable.
La relación íntima me permite, como ninguna, el ejercicio absoluto de la autenticidad.
Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay
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