Ése es el conflicto que te agobia: no quieres renunciar a la felicidad de tener un amante, pero, al mismo tiempo, pretendes desnaturalizarla, sacarla de su ecosistema y llevarla a casa. ¿Por qué te ocurre esto? La dinámica es más o menos como sigue: cuando el apego va echando raíces, las consignas iniciales de «disfrutarlo mientras dure» o «vivir el momento» van perdiendo fuerza, y a medida que la necesidad de estar juntos aumenta, el futuro hace su aparición. El argumento es una curiosa mezcla entre hedonismo y justicia cósmica. Los argumentos a favor son los siguientes:
«¿Qué tiene de malo irnos a vivir juntos?», «¿Es que no merecemos ser felices?», «¡No es una casualidad que nuestras vidas se hayan cruzado!». Obviamente, nadie «merece» ser infeliz, la cuestión está en saber si realmente se puede trasplantar la relación de amante a un matrimonio estable sin perder la vivacidad que nos hace felices.
«¿Qué tiene de malo irnos a vivir juntos?», «¿Es que no merecemos ser felices?», «¡No es una casualidad que nuestras vidas se hayan cruzado!». Obviamente, nadie «merece» ser infeliz, la cuestión está en saber si realmente se puede trasplantar la relación de amante a un matrimonio estable sin perder la vivacidad que nos hace felices.
Tres preguntas sobre las que cabe reflexionar: ¿cómo saber que tu decisión no está principalmente influida por el apego al placer?, ¿conoces suficientemente bien a tu amante o tu conocimiento se reduce a la efervescencia de un amor de laboratorio, aislado de las contaminaciones y tan despejado como los días de verano? y ¿qué felicidad buscas: una real, que te haga tener los pies en la tierra, o una sin más fundamento que las ganas de seguir?
Extracto del libro:
Manual Para No Morir de Amor
Walter Riso
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¡aho! Gracias comentar.
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.