jueves, 8 de agosto de 2013

AUTODEPENDENCIA Y SU RELACIÓN CON LA AUTONOMÍA


Más adelante en el camino de la autodependencia, tendremos que conquistar la autonomía, quizás el tramo más difícil de este recorrido.

¿A qué se referirá esta palabra que nos suena tan técnica y que generalmente asociamos con la política, la aeronavegación o los equipos directivos estratégicos de instituciones, pero nunca o casi nunca con personas comunes?

La palabra autonomía se compone de la suma de dos conceptos: autonomía. Empezando por el final, “nomía” deriva del griego nómos, que quiere decir ley, norma, costumbre, y de su extensión nomia: sistematización de las leyes, normas o conocimientos de una materia especificada (así, astronomía es la ciencia que sistematiza los conocimientos y las reglas que regulan el movimiento de los astros, economía la que sistematiza el saber relacionado al ekos: casa, lugar, entorno, etc.). El comienzo de la palabra es nuestro ya conocido “auto”, que significa: por uno mismo, de sí mismo.

Autónomo, etimológicamente, es aquel capaz de administrar, sistematizar y decidir sus propias normas, reglas y costumbres. Y si yo quiero ser autodependiente, primero voy a tener que animarme a ser autónomo, es decir, a establecer mis propias normas y a vivir de acuerdo con ellas.

Esto no necesariamente supone vivir bajo la ley de la selva, porque imponerse las propias normas no quiere decir que yo desconozca, descarte o desprecie las existentes en la sociedad. Mis normas pueden ser coincidentes con las de otros.

De hecho, yo puedo revisar las normas y encontrarlas muy adaptables a mí, en absoluta sintonía con lo que pienso y creo; y aun así es importante que goce de esta posibilidad de cuestionar, corregir y reemplazar.

Me parece que una parte del trabajo de vivir en sociedad es encontrarme rodeado de aquellos que en libertad eligen las mismas normas que yo.

Sostener normas coincidentes con las de la sociedad en la que vivo es una manera de asegurar una vida más serena y más feliz, porque es muy difícil ser feliz a contrapelo de todos los demás.

Cuentan de un hombre que en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires conduce su automóvil a contramano por la importante avenida Santa Fe.
Escucha por su radio un reporte de tránsito que dice:
“Un automóvil se desplaza por la avenida Santa Fe en sentido contrario”.
El hombre mira al frente y exclama:
“¡Un auto dice! ¡Ja! ¡Como mil hay! ¡Como mil!...”

Yo puedo fijarme mis propias normas y llegar a ser totalmente autodependiente, pero esto no quiere decir ignorar desafiante las leyes. En el peor de los casos significará el permiso de cuestionarlas.

Puedo imponer mis reglas a mi vida pero eso nada tiene que ver con imponerte mis normas a vos.


Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay

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