Germán tomaba todos los días el mismo autobús para ir a su trabajo. Una parada después de la suya, siempre subía una anciana y se sentaba al lado de una ventana. La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto iba tirando algo por la ventana.
Como todos los días hacía lo mismo, Germán, muy intrigado, se acercó a ella y le preguntó qué era lo que tiraba por la ventana.
—Son semillas —le dijo la anciana.
—Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros... ¿Cree que sus semillas germinarán al lado del camino?
—Seguro que sí. Aunque algunas semillas en efecto se pierdan, algunas más acabarán en la cuneta y, con el tiempo, germinarán.
—Pero tardarán en crecer, necesitan agua...
—replicó Germán.
—Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia!