miércoles, 31 de agosto de 2022

ARMADURAS DE FALSEDAD


 

30. TARJETA DE VISITA


Keichu, el gran maestro zen de la era Meiji, estaba al frente de Tofuku, un gran templo de Kyoto. Un día, el gobernador de la ciudad le llamó por primera vez.

Su ayudante le presentó una tarjeta del gobernador que decía: «Kitagaki, gobernador de Kyoto».

–No tengo nada que ver con esa persona –dijo Keichu a su ayudante–. Dile que se vaya.

El ayudante devolvió la tarjeta al tiempo que ofrecía excusas.

–Ha sido un error mío –dijo el gobernador, y con un lápiz tachó las palabras «gobernador de Kyoto»–. Toma, dásela de nuevo a tu maestro.

–Ah, ¿se trata de Kitagaki? –exclamó el maestro cuando vio la tarjeta–. Quiero ver a ese hombre.



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

martes, 30 de agosto de 2022

SER EL MAESTRO


 

PODEMOS DESAPRENDER LO QUE NOS BLOQUEA


¿Cómo quieres que sea tu vida? ¿Cuántas veces habremos pensado, como dice un tango, 
«si soy así, qué voy a hacer»? ¡No! Aunque resulte difícil creerlo, nosotros no somos de una determinada manera, sino que podemos cambiar, desaprender lo que nos bloquea y aprender lo que necesitamos para vivir mejor. 

Los frutos del miedo provienen de fuentes múltiples y variadas: nuestra historia, nuestra cultura, nuestra biología y la manera de narrar nuestra vida... Más allá del origen, es importante saber que estos frutos no son inmutables. La idea es observar nuestras tendencias, saber que podemos descartar lo que ya no nos sirve y reemplazarlo por algo nuevo y bueno para nuestra vida. A mayor nivel de conciencia, mayor capacidad de elección.


Verónica  de Andrés y Florencia Andrés



Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet

lunes, 29 de agosto de 2022

EXHIBIR LO QUE SE TIENE


 

PARÁBOLA 003: TODO ES VANIDAD (AMITABHA & SUKHAVATI)


En una época remota, en cierto país al pie de los Himalayas, vivía una rara especie de monos. Su sangre, de un intenso y translúcido rojo, era altamente valorada como tinte, porque no se desteñía ni se corría. Los monos eran por tanto buscados por mercaderes de telas, así como por reyes y príncipes.

Los monos eran hábiles y listos – expertos en escapar de todas las trampas y redes colocadas para ellos. Sin embargo, tenían dos debilidades: adoraban el sakí y disfrutaban exhibiéndose con zapatos elegantes.

Un día, un grupo de cazadores, habiendo descubierto el paradero de los monos, puso varios barriles enormes de vino en una colina y dejaron que el viento llevase el aroma lejos. También esparcieron cientos de zuecos de madera de vivos colores cerca de los barriles antes de esconderse en los arbustos de alrededor.

Como era de esperar, los monos, atraídos por el aroma del vino, se acercaron a la ladera de la colina. Mirando furtivamente por encima del hombro y vigilando la zona con sus ojos penetrantes, se dijeron unos a otros: “Es muy probable que esto sea una trampa colocada por los hombres del pueblo de abajo. Ya sabéis lo malvados y crueles que son. Si probásemos el vino, nos atraparían y nos matarían por nuestra sangre. Vayámonos de aquí.”

Así que empezaron a correr hacia el bosque, al amparo de los altos y frondosos árboles y de la tupida maleza. No obstante, mientras la manada corría a resguardarse, un par de monos se permitieron echar un vistazo atrás a los barriles de vino. Finalmente, varios volvieron a la colina que acababan de dejar, diciéndose a sí mismos: “Es muy peligroso exponerse de esta forma, más vale que probemos un par de gotas de vino y nos vayamos – recordad, ¡sólo un par de gotas! Si no, ¡seremos capturados y desollados vivos!”...

Entonces furtivamente metieron la mitad de un dedo en los barriles y probaron el vino. Poco tiempo después, metieron todo el dedo y... toda la mano. Pobres monos, antes no podían resistir el simple olor del vino, ¿cómo iban a resistir ahora su sabor? Tras observarles desde una prudente distancia, el resto de la manada pronto vino en tropel alrededor de los barriles. Bebieron y bebieron y bebieron algo más, toda su cautela y renuencia ya olvidadas. Entonces descubrieron los preciosos zuecos, su atavío favorito...

Observando todo esto desde los arbustos, los cazadores esperaron pacientemente a que el vino hiciese efecto. En aquel momento salieron del escondite y rodearon a toda la manada. No había escapatoria posible para los pobres monos, que ¡no sólo estaban borrachos sino también hundidos hacia abajo por los pesados zuecos de madera!.

Nosotros los humanos no somos diferentes a los monos. Nosotros, también conocemos los peligros de los cinco deseos. Aún así, aunque podamos resistirnos a ellos por un tiempo – en determinadas ocasiones – pocos de nosotros puede hacerlo todo el tiempo. Estas son las razones para buscar el renacimiento en la Tierra Pura, un entorno ideal, libre de tentación, libre de sufrimiento:

“En una época infinita en el pasado, el Bhiksu Dharmakara [el futuro Buddha Amitabha] observó el sufrimiento de todos los seres sintientes, y movido por la compasión, prometió crear una tierra pura y perfecta donde todo pudiera ser liberado...”

Editor: no aplica.



Del libro:
Parábolas y Relatos Buddhistas
Fotografía tomada del internet

sábado, 27 de agosto de 2022

EL ENGAÑO FUNDAMENTAL


 

MOMENTOS QUE TE DEJAN SIN ALIENTO


La vida no se 
mide por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento.

Atribuida, entre otros, a KEVIN BISCH, guionista de la película Hitch. Especialista en ligues, protagonizada por Will Smith

Si pudiera repetir mi vida, me atrevería a cometer más errores la próxima vez. Me relajaría más y no me tomaría a mí mismo, y mis asuntos, tan en serio. Sería mucho más elemental y despreocupado de lo que he sido hasta hoy en este viaje. Aprovecharía más oportunidades, o las buscaría con mayor ahínco si no aparecieran.

Viajaría más, por supuesto. Subiría más montañas.

Nadaría más ríos. Surcaría más océanos. Me comería más helados y menos verdura (lo siento).

Y tendría más problemas reales, pero menos problemas imaginarios.

Yo soy, como tú mismo quizá, alguien que vive con rigor y cordura, hora tras hora y día tras día. Ordenadamente. Aunque también he tenido «mis locos momentos» y, si pudiera nacer de nuevo, ¿sabes qué?: aún tendría más. He sido demasiadas veces, y durante demasiado tiempo, una de esas personas que nunca va a ninguna parte sin un termómetro (o el botiquín entero), una bolsa de agua caliente (hasta en el trópico), un impermeable para atravesar el desierto y un paracaídas por si acaso en pleno vuelo el avión oscila. Si tuviera la oportunidad de hacerlo todo de nuevo, viajaría más liviano que en esta odisea ya avanzada. Nada de lo que cargué siempre me sirvió para mucho nunca.

Si pudiera vivir mi vida otra vez, también me gustaría liberarme de todos esos complejos y miedos que me impidieron hacer cuanto deseaba y llegar a donde debí llegar. Y no me quedaría sentado como un pasmarote esperando a que mi vida pasara; haría que sucediese. No aguardaría a que mis sueños brotaran, mágicamente, del jardín de la nada y como producto de un hechizo improbable; yo les daría aliento y forma (y agua) para que crecieran. Y, en fin, no frenaría mis expectativas ni renunciaría a mis sueños por contentar a otros; pensaría en mí y en mis anhelos (no lamento el egoísmo, por esta vez).

No interpretes que te hablo desde la resignación del que ya lo da todo por hecho y no espera más. Al contrario, te hablo desde la sensatez del que por fin despierta y se libera de estúpidas cadenas mentales, disponiéndose a hacer aquello que aún está a tiempo de hacer.

Pero vayamos de lo particular a lo general.

En el fragor de nuestros días dedicamos excesivos pensamientos a establecer, con infinitos cálculos, las coordenadas de lo que nos ha de venir, desestimando, casi con desdén, el presente y lo que acontece en él. Es decir, vivimos en un mañana incierto, despreciando un hoy confirmado y, además, con la mente puesta en un pasado inapelable. Somos así de ingenuos.

Pero la vida nunca va más allá de ahora, y con el fin de que entendieras esto te rogaría que te detuvieras un instante y apagases el motor que activa cuanto te rodea (ponlo al menos al ralentí).

Te pediría que postergases ahora cualquier reflexión latente que pudiera angustiarte sobre ese falso porvenir que te inventas o sobre el doloroso ayer que no olvidas, y que te concentraras en exclusiva en este día, el de hoy, el único que tendrás con el mismo diseño, desarrollo y resolución. Vendrán más, pero ninguno como este; con sus alegrías y tristezas genuinas; con sus satisfacciones, esperanzas y expectativas propias.

Lo que te estoy pidiendo es que no establezcas el «piloto automático» para vivirlo. Que le des el rango privilegiado de único y soberano que se merece y que mañana hagas lo mismo con el siguiente. Así entenderás que la vida no te da jamás dos días idénticos y que es, por tanto, absurdo tratar de vivirlos exactamente igual.

Y si crees no disponer del estímulo vital suficiente para darle el colorido y la emoción que merece esta jornada exclusiva, búscalo a cualquier precio. Cueste lo que cueste, hemos de descubrir cuál ha de ser la finalidad de cada uno de nuestros afanes. Necesitamos una meta hacia la que ir, así como saber por qué hemos de llegar hasta ella.

Piensa que si lo que hacemos carece de un sentido y de un propósito, será imposible establecer un buen rumbo que nos lleve hacia algo provechoso.

En mí resulta decisivo, para ser feliz, disponer de una pasión que me impulse a levantarme cada mañana con un cierto brío. Una pasión que me saque de la cama sin lamentos y que me haga salir motivado de casa para enfrentar la jornada con saludable y positiva actitud. Sin una pasión a la que entregar lo mejor que tengo, la vida se convertiría para mí en una especie de muerte cotidiana pagada a cómodos plazos. Y no quiero morir así o, por mejor decir, no quiero vivir así.

Una pasión a la que entregarse, sí, y aun sin el aval de que ir tras ella nos conceda el éxito, la felicidad o lo que quiera que sea que persigamos.

Alguna vez he pensado que sería estupendo poder ir construyendo nuestros días mediante ensayos previos, que nos permitieran probar si lo que pretendemos hacer saldrá bien o será un fracaso.

Así, experimentaríamos todo con suficiente antelación, en modo borrador, y acabaríamos haciendo solo aquello cuya eficacia hubiésemos sido capaces de contrastar previamente. Pero no.

Nunca tendremos todas las certezas por anticipado y, cuando nos aventuremos en una empresa, siempre existirá un posible margen de error o de descalabro. Un buen amigo me decía: «Si quieres garantías, compra un tostador». Y es cierto: nada en la vida nos dará tantas garantías como un electrodoméstico.

«Vive la vida con plenitud» sería mi sagrada exhortación inicial, porque si cierras los ojos a la vida y la vives solo parcialmente y con miedo, al final de la «película» no van a devolverte el dinero. La muerte es segura, mientras que la vida no.



Extracto del libro:
Frases para cambiar tu vida
Ignacio Novo
Fotografía de internet
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...