sábado, 9 de abril de 2022

HACER LO QUE HAY QUE HACER


 

LOS CINCO MONJES


El Lama del Sur dirigió una urgente llamada al gran Lama del Norte pidiéndole que le enviara a un monje sabio y santo que iniciara a los novicios en la vida espiritual. Para general sorpresa, el Gran Lama envió a cinco monjes en lugar de uno solo. Y a quienes le preguntaban el motivo, les respondía enigmáticamente: «Tendremos suerte si al menos uno de los cinco consigue llegar al Lama».

El grupo llevaba algunos días en camino cuando llegó corriendo hasta ellos un mensajero que les dijo: «El sacerdote de nuestra aldea ha muerto. Necesitamos que alguien ocupe su lugar». La aldea parecía un lugar confortable y el sueldo del sacerdote era bastante atractivo. A uno de los monjes le entró un súbito interés pastoral por aquella gente y dijo: «No sería yo un verdadero budista si no me quedara a servir a esta gente». De modo que se quedó.

Unos días más tarde sucedió que sé encontraban en el palacio de un rey que se encaprichó de uno de los monjes. «Quédate con nosotros», le dijo el rey, «y te casarás con mi hija. Y cuando yo muera, me sucederás en el trono». El monje se sintió atraído por la princesa y por el brillo de la realeza, de manera que dijo: «¿Qué mejor modo de influir en los súbditos de este reino para inclinarlos al bien que siendo rey de todos ellos? No sería un buen budista si no aceptara esta oportunidad de servir a la causa de nuestra santa religión». De modo que también este se quedó.

El resto del grupo siguió su camino y una noche, hallándose en una región montañosa, llegaron a una solitaria cabaña habitada por una bella muchacha que les ofreció cobijo y le dio gracias a Dios por haberle enviado a aquellos monjes. Sus padres habían sido asesinados por los bandidos y la muchacha se encontraba sola y llena de ansiedad. A la mañana siguiente, cuando llegó la hora de partir, uno de los monjes dijo: «Yo me quedaré con esta muchacha. No sería un auténtico budista si no practicara la compasión». Fue el tercero en abandonar.

Los dos restantes llegaron, por último, a una aldea budista, donde, para su espanto, descubrieron que todos los habitantes de la aldea habían abandonado su religión y habían sido convencidos por un guru hindú. Uno de los dos monjes dijo: «Es mi deber hacia esta pobre gente y hacia el Señor Buda quedarme aquí y reconducirlos a la verdadera religión». Fue el último en abandonar.

Por fin, el quinto monje llegó ante el Lama del Sur. El Gran Lama del Norte había tenido razón, después de todo.

Hace años inicié la búsqueda de Dios. Una y otra vez me apartaba del camino. Y siempre por los mejores motivos: para reformar la liturgia, para transformar las estructuras de la Iglesia, para actualizar mis estudios bíblicos y aprender la teología pertinente…

Por desgracia, me resulta más fácil embarcarme en el trabajo religioso, sea cual sea, que perseverar firmemente en aquella búsqueda.


Del libro:
Anthony de Mello
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet

LOS DRAMAS DEL EGO


 

viernes, 8 de abril de 2022

UN SOPLO


 

¿CÓMO SORTEAR TORMENTAS Y HURACANES?


El mayor peligro no es fijarnos un objetivo demasiado alto 
y no llegar a alcanzarlo, sino poner el listón demasiado bajo y cumplirlo con facilidad.
Michelangelo Bunarroti

Vivimos en medio de la tempestad. Tanto la naturaleza como la cultura humana están sujetas a las turbulencias del cambio, ¿por qué, entonces, nos da miedo evolucionar, salir de las viejas trincheras?

Probablemente porque tememos fallar, tomar las decisiones equivocadas. Eso es lo que hace que muchas personas se queden amarradas indefinidamente en puerto y no salgan en busca de su tesoro. Pero el miedo al fracaso es peor que el propio fracaso, porque al menos éste nos permite aprender algo y avanzar.

¿Qué es el miedo?

Jiddu Krishnamurti, uno de los pensadores indios más influyentes del siglo xx, definió de forma muy lúcida en qué consiste:

Vivo cierta clase de vida; pienso conforme a cierto patrón de pensamiento; alimento ciertas creencias, ciertos dogmas, y no quiero que esos patrones de existencia se vean perturbados, ya que en ellos tengo mis raíces. No quiero que los perturben, porque la perturbación produce un estado de no saber, y eso no me gusta. Si me arrancan de todo lo que conozco, de todo aquello en lo que creo, necesito estar razonablemente seguro del estado de cosas hacia el cual me dirijo. (...) El movimiento de la certeza a la incertidumbre es lo que yo llamo miedo.

Ese movimiento de la certeza a la incertidumbre es lo que distingue a los emprendedores del resto de los mortales.

Así como nuestro planeta gira y evoluciona por el espacio, también la realidad en la que estamos inmersos es dinámica, y debemos evolucionar con ella si queremos crecer y superarnos.

Vivir es, en sí, un riesgo constante: al nacer, tanto la vida de la madre como la del bebé corren peligro, y ese peligro vale la pena porque da entrada a un nuevo ser en el mundo.

Pero el nacimiento, el milagro de la vida, no debería producirse una sola vez sino muchas a lo largo de cada existencia. Las personas dinámicas y creativas renacen tantas veces como es necesario para capturar lo mejor que les brinda la vida. Se arriesgan a avanzar y dejan atrás metas ya superadas.

Hay que evolucionar con la antorcha del entusiasmo siempre encendida.

Seguro a todo riesgo.

Emprender un nuevo proyecto no implica actuar de manera temeraria e irreversible. Tampoco se trata de abandonar todo a la suerte y esperar que nos favorezca. Los profesionales del riesgo —sean alpinistas o inversores en bolsa— recomiendan tomar precauciones antes de lanzarse a la gran aventura, en previsión de tormentas y huracanes:

Planificar con tiempo. La probabilidad de éxito aumenta en función de cómo se haya preparado el terreno.

Los escaladores de élite programan sus expediciones con un año de antelación para tener el máximo de detalles bajo control.

Prever la retirada. Siempre que sea posible, es recomendable poder retroceder hasta el punto de partida.

Por ejemplo, pedir una excedencia si vamos a estresarnos en un nuevo trabajo, o bien viajar con billete abierto si nos lanzamos a una aventura de resultado incierto.

Escalonar las metas. Los grandes riesgos son más manejables si se dividen en pequeños riesgos, es decir, en etapas escalonadas que permitan subir y bajar. El conocimiento de los detalles es lo que nos permitirá acometer una larga y peligrosa travesía.

Prevenir escenarios. El acicate de cualquier proyecto es la perspectiva del éxito, pero hay que saber qué haremos si las cosas se tuercen. Por una vez, puede ser práctico pensar en el peor escenario —lo que en inglés se llama worst case escenario— para que no te coja por sorpresa.

Prever reacciones. Tan importante como esto último es saber cómo reaccionaremos si todo falla. Sobre esto, el pintor Eugène Delacroix aconsejaba «desear lo mejor, recelar lo peor y tomar lo que viniere» como tres principios para mantener la cabeza fría en todas las circunstancias.

Buscar alternativas. En toda ascensión a una cumbre —real o figurada— hay que tener a mano vías abiertas alternativas por si el camino principal está bloqueado. Cuantas más opciones haya, mayores serán las posibilidades de llegar a la cima.



Del libro:
El mapa del tesoro
Álex Rovira/
Francesc Miralles
Fotografía tomada de internet

jueves, 7 de abril de 2022

LA RESPUESTA ES LA COMPASIÓN


 

EL DIOS-ALIMENTO


Una vez decidió Dios visitar la tierra y envió a un ángel para que inspeccionara la situación antes de su visita.

Y el ángel regresó diciendo:

«La mayoría de ellos carece de comida; la mayoría de ellos carece también de empleo».

Y dijo Dios: «Entonces voy a encarnarme en forma de comida para los hambrientos y en forma de trabajo para los parados».


Del libro:
Anthony de Mello
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet
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