domingo, 23 de mayo de 2021

EL ESPACIO DEL DESCONOCIMIENTO


 

EL SUFRIMIENTO Y EL APEGO


Yo no creo que Buda fuera tan necio como para pensar que no deberíamos tener deseos.

¡Por Dios! Yo no estaría diciendo esto si no tuviera el deseo de hacerlo. Tú no me escucharías si no tuvieras el deseo de saber lo que digo. Por lo tanto, te daré la mejor versión de la fórmula: "El mundo está lleno de sufrimiento; la raíz del sufrimiento es el apego; la supresión del sufrimiento significa la eliminación, el abandono, de los apegos."

Bien sabes que existen deseos de cuya satisfacción no depende mi felicidad. Tienes cantidades de deseos de cuya satisfacción no depende tu felicidad. Si así no fuera, estarías trepándote por las paredes, serías el rey de los neuróticos. Todos tenemos deseos; deseamos toda clase de cosas y nos sentimos felices de obtenerlas. Hay una clase de deseos que, si no los satisfacemos, no por eso nos entristecemos. Pero hay otros deseos frente a los cuales nos decimos:

-¡Santo Dios, si no conseguimos esto, vamos a ser desdichados... !

A los deseos de este tipo Buda los llama apegos .


Extracto del libro:
Redescubrir la vida
Anthony de Mello
Fotografías tomadas de Internet

sábado, 22 de mayo de 2021

EL PUENTE QUE UNE DOS LEYENDAS


 

EL VERDADERO PODER


Un hombre de corazón endurecido decidió hacerse discípulo de un sabio con fama de 
tener mucho conocimiento y poder. En realidad, lo que deseaba era llegar a convertirse en maestro él mismo y reunir miles de discípulos que lo venerasen y satisfacieran todos sus caprichos. Pero el sabio, leyendo el corazón de aquel hombre, lo rechazó como discípulo. No obstante, no se dio por vencido. Corría el rumor de que el maestro poseía un talismán mágico que era la fuente de su poder y sabiduría, por lo que decidió averiguar si era cierto, y llegado el caso, robarlo. Por fin, una noche, después de mucho esperar y acechar, logró hacerse con el talismán. Pero aquel individuo, por más que manipulaba y estudiaba el talismán, no era capaz de adquirir un ápice de conocimiento ni poder aunque, no obstante, llegó a tener algunas centenas de pobres discípulos a los que enseñaba. Confiaba en que antes o después el talismán le relevase todos sus secretos.

Pero una noche, de repente, apareció en su estancia el maestro.

-Eres un pobre desgraciado que no conoce las consecuencia de sus actos -le espetó-. Haces creer a esos pobres desgraciados que eres un maestro, y en realidad estás manipulando sus emociones y anhelos. Nadie te dio la potestad de enseñar. Esta potestad sólo puede otorgarla un hombre de conocimiento como yo. Y ni yo, ni nadie como yo te la dará jamás. Ahora devuélveme el talismán que me robaste .

Aquel hombre, sintiéndose atrapado, contestó lleno de ira:

-Está bien, tal vez yo no logre nunca el conocimiento y el poder, pero tú lo has perdido y por eso vienes a buscar el talismán mágico que otorga esos dones. Pues has de saber que no te lo devolveré nunca, antes te mataré o tendrás tú que matarme.

-Pobre desgraciado -dijo el maestro-, no te das cuenta de tu estupidez. ¡Yo soy un maestro y puedo hacer otro talismán! ¡Tú con el talismán no puedes ser un maestro.


Del libro:
Los 120 mejores cuentos
de las tradiciones espirituales de oriente
Recopilación de Ramiro Calle y Sebastián Vázquez
Fotografía tomada de internet

jueves, 20 de mayo de 2021

DISCÍPULOS IMITADORES Y SEGUIDORES DE RUTINAS


 

MANTRA PARA RECONOCER A LA PERSONA AMADA


El segundo mantra dice: «Querido, saber que estás aquí me hace muy feliz».

Si el primer paso consiste en estar disponible para la otra persona, el segundo consiste en reconocer su presencia. Como estás completamente presente, reconoces también lo preciosa que es la presencia de la persona amada. Cuando abrazas con atención plena a la persona amada, esta se abre como una flor. Ser amado significa, por encima de todo, ver reconocida la propia existencia.

Estos dos primeros mantras pueden aportar felicidad de inmediato. Aunque la persona amada no se halle físicamente presente, siempre puedes utilizar el teléfono o un correo electrónico que diga:

«Querido, saber que estás ahí me hace muy feliz». Esa es una auténtica meditación, una meditación llena de amor, compasión, alegría y libertad, los cuatro componentes del amor descritos por el Buda.


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

miércoles, 19 de mayo de 2021

MUTILANTES DE NUESTRA SINGULARIDAD


 

PENSAMIENTOS CATASTRÓFICOS ANTE EL FUTURO


CAPÍTULO 6
Pensamientos catastróficos ante el futuro

El miedo al futuro y la incertidumbre ante lo que vendrá hacen que muchas personas se paralicen y no sean capaces de tomar decisiones acertadas. ¿Por qué cuando traspasamos los límites del amor maduro y entramos en una relación enfermiza, aun a sabiendas de lo que ocurre, no hacemos nada al respecto? Una de las razones es el miedo al futuro; a lo desconocido, a equivocarse, a sentir culpa, a arrepentirse y a la soledad afectiva. La expectativa de un porvenir incierto hace que se prefiera lo malo a lo posible.

Defender los propios derechos de la pareja, tratar de modificar o acabar una relación enfermiza o reestructurar las relaciones de poder con la persona que queremos, genera estrés e inseguridad en grandes cantidades; sería ingenuo pensar lo contrario. Pero una cosa es ser realista frente al futuro y preparase para cualquier eventualidad y otra muy distinta generar un trastorno de ansiedad anticipatoria y preocuparse irracionalmente.

A continuación, señalaré cuatro pensamientos negativos frente al futuro que nos impiden ponerle límites al amor inmaduro y dañino.

¿Y si me arrepiento? Este miedo a cometer un error irreparable adquiere dos facetas: la primera es querer regresar a la relación y que nos digan que no y/o, la segunda, dudar que hayamos hecho lo humanamente posible para salvar la relación.

Para no sentirnos mal y abrumados con estos pensamientos, necesitamos tener la conciencia tranquila y la convicción profunda de que hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance. El problema es que para algunos, "lo humanamente posible" es definitivamente ilimitado.

Una de mis pacientes logró, después de muchos tires y aflojes, irse a vivir donde su madre porque su marido era un hombre totalmente celoso y asfixiante: le prohibía hablar por teléfono, no la dejaba usar faldas ni maquillarse y no la dejaba tener "amigas separadas" ni salir sola. Cuando llegaba de la calle le olía la ropa interior y vigilaba constantemente su actitud durante las relaciones sexuales.

En cierta ocasión, ella se animó a besarlo de una manera más efusiva de como solía hacerlo y de inmediato el hombre entró en furia: "¿Quién te ha enseñado a besar así?", le preguntó indignado. La vida para mi paciente era poco menos que un calvario.

Presa del desespero, la mujer intentó por todos los medios que él aceptara ir a terapia de pareja (en realidad, era él quien necesitaba tratamiento por su marcada celotipia), pero el esposo jamás aceptó. También quiso hacerlo entrar en razón con argumentos lógicos, pero no obtuvo resultados. Al fin, cansada y deprimida, decidió irse. Sin embargo, cuando se instaló en la casa de su madre, las dudas comenzaron a torturarla: "¿Habré hecho todo lo posible?", "¿Me habrá faltado paciencia?" Preguntas que no partían de un análisis objetivo de o que había sido en verdad la relación. ¡Qué más podía pedírsele a mi paciente! Incluso podría pensarse que aguantó demasiado. Pero, influenciada por su familia y la idea del "cumplimiento del deber", todavía dudaba.

El delirio celotípico necesita ayuda profesional y no son casos fáciles de resolver. El argumento que más la mortificaba era el siguiente: "Si él está enfermo, lo que necesita es ayuda y no abandono. ¿Por qué no seguir intentándolo hasta convencerlo?" Porque el marido no era una santa paloma y cada vez se volvía más peligroso. Una cosa es la explicación de por qué el hombre se comportaba de esa forma (describir los hechos) y otra la justificación ética de tal o cual comportamiento. La enfermedad del esposo de mi paciente, sin duda, podía explicar en parte la conducta obsesiva, pero no había ningún tipo de justificación para el maltrato psicológico. Hitler también estaba enfermo y muchos asesinos en serie lo están, ¿que no es lo mismo? Pues, en esencia, son parecidos. Los que han vivido bajo un régimen de tortura psicológica saben de lo que hablo. La enfermedad de los celos no exime de responsabilidad a quien la padece, porque muchas de estas personas saben que necesitan ayuda y no quieren aceptarla. ¿Acaso un crimen pasional motivado por los celos debe quedar exonerado moralmente? En el caso de mi paciente, el cuestionamiento era obvio: ¿arrepentirse de qué? Había que salvarse, ésa era su primera obligación: "el ser para sí". Pero aun con la evidencia a favor y la cruda realidad del maltrato, una duda continuaba mortificándola: "¿Y si le hubiera dado otra oportunidad?" Olvidaba que la "última oportunidad" venía dándose todos los días desde hacía casi dos años.

Precisamente, poner un límite racional, amparado en la dignidad u otros derechos, es lo que nos garantiza no entrar en el ciclo interminable de disculpas y disculpados.

No niego que haya ocasiones en que la pareja psicológicamente enferma acepte un tratamiento profesional y se produzca una cura significativa, como suele ocurrir en muchos casos de depresión. Sin embargo, para que este proceso se lleve a cabo exitosamente deben darse al menos dos condiciones: primero, pedir ayuda lo antes posible para evitar dañar al otro y, segundo, la persona con el trastorno debe aceptar el tratamiento de manera comprometida y seria.

Cuando le pregunté a mi paciente qué extrañaba de su relación, me dijo: "Los momentos buenos". Entonces le pedí que hiciéramos una lista de los "momentos buenos" y los "momentos malos" en los últimos cuatro meses. Los primeros quedaron consignados en media página y los segundos en nueve tamaño carta. Perdemos el norte fácilmente, la mente nos traiciona e inventamos situaciones que no existen o magnificamos e idealizamos aquéllas que fueron satisfactorias. En una cita, al verla con tantas dudas, le pregunté:"¿Piensas volver con él?" Su respuesta fue: "Por ahora no, quizás más adelante, cuando se tranquilice todo" ¿Qué hace ante la testarudez afectiva? Realismo en cantidades industriales, ver la que es, ser valiente, aguantar el dolor. y. no dejar que la mente caiga en uña desviación optimista.

Dos arrepentimientos típicos anticipados que pueden presentarse son:

"¿Y sí lo extraño?” Vas a romper tu relación porque no te conviene, no porque lo dejaste de querer. Duele, pero no mata. Al cabo de un tiempo, el corazón se estabiliza. Hasta las relaciones afectivas más terribles tienen "algo" bueno, así que es normal extrañar alguna cosa de la relación. Sin embargo, es más importante el inventario costo/beneficio que los hechos puntuales agradables. Como dije antes, las cosas buenas no tapan las malas, sobre todo si estas últimas afectan los principios y la autorrealización.

"¿Y si me siento culpable?” Piensa bien cómo es tu relación, toda la relación y no sólo pedazos aislados. Escribe lo que hiciste y lo que dejaste de hacer. Vuelve a los hechos. Nunca olvides que el límite es el autoréspeto.

Hay que enfrentar la culpa: ¿Violaste algún derecho de tu pareja intencionalmente? Si es así, remordimiento y reparación, pero si no, a vivir de nuevo y mejor.

Siempre hay posibilidades de que te arrepientas, por eso, cualquier decisión que tomes debe ser reflexionada y razonable. Deliberación seria y profunda, pro y contra, sin autocompasión ni autoengaño. Eso es lo que se requiere.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet
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