sábado, 13 de junio de 2020

CONDICIONES PERFECTAS


ABLUCIÓN


Lavarse al amanecer:
Enjuaga los sueños.
Protege los dioses adentro,
Y clarifica el espíritu interior.

La purificación comienza toda práctica. Primero viene la limpieza del cuerpo no para negar el cuerpo, sino para que sea refinado. Una vez limpio, puede ayudarnos a sentir lo divino.

Enjuagar los sueños es una forma de decir que debemos disipar no sólo las ilusiones y ansiedades de nuestros momentos durmiendo sino también las de cuando estamos despiertos. Toda vida es un sueño, no porque no esté allí, sino porque todos proyectamos diferentes significados sobre ella. Debemos depurar este hábito.

Mientras limpiamos, naturalmente miramos dentro. Se cree que hay 36.000 dioses y diosas en el cuerpo. Si continuamente ingerimos malas comidas, nos intoxicamos, dejamos que la mugre se acumule en cualquier parte fuera y dentro nuestro, esos dioses nos abandonan disgustados.

Si embargo en última instancia nuestra preocupación debe ir más allá de esas deidades en los templos de nuestros cuerpos, hacia el Uno universal. Después de quitar las oscurecedoras capas de suciedad, de problemas corporales y de falsas ilusiones, debemos estar preparados para incluso quitar a los dioses mismos para poder alcanzar el Uno interior.




Extracto del libro:
365 Meditaciones Tao
Fotografía tomada de internet

viernes, 12 de junio de 2020

SI TE OLVIDAS DE TI...


10. EGO, EL LADRÓN DE LOS SENTIDOS.


Durante varios millones de años, la masa cerebral de los mamíferos ha ido creciendo como una toalla a presión en un frasco, con arrugas, puesto que el hueso no crecía igualmente sino que al contrario, disminuía especialmente las mandíbulas.

Este proceso del crecimiento de la masa cerebral se ha hecho a expensas de masa dedicada a ciertas funciones sensoriales como el olfato, el oído, el tacto, menos la vista y quizás ha crecido el gusto. El beneficio ha sido para las funciones de asociación y almacenamiento como la memoria, los conocimientos, la información… que ocupan mucho espacio. Otros sentidos como el del equilibrio, la coordinación de las masas óseas y musculares así como de su posición en el espacio, el ritmo, la presión, la medida de los gestos… me parece que, en comparación con los animales, están disminuidos.

La sensibilidad al dolor y la temperatura, sin embargo, aumentadas, como la percepción de los colores que llega a los diez mil.

Hemos perdido mucho olfato, un perro tiene doscientas veces más. Fuerza mandibular en la mordida, y tamaño de dientes. Pelos largos táctiles del estilo de los bigotes de un gato, oído para frecuencias finas como los murciélagos o los elefantes, coordinación para la carrera y el salto como los monos.

Ciertamente el cuerpo ha perdido facultades y sigue perdiéndolas. La estatura aumenta y la obesidad también. Gente lenta y gorda que sólo vive sentada en oficinas cuya caricatura es un ser ventrudo con gafas y un único dedo monstruoso sobredesarrollado de dar botones.

La captación del “sentido” se ha desplazado hacia la intelectualidad. El sentido de las cosas, las situaciones, las formas, los trabajos, las relaciones y la vida o la muerte, no es ya “lo sentido” en cada caso sino “el sentido”. El Ego, roba una vez más la sensación directa tal y como es para convertirla en percepción que la condiciona, valora, selecciona, consume o rechaza sin llegar a sentirla. (Campo preseleccionado) Como un censor cualquiera, como un intérprete o traductor traidor.

En el Zen tratamos de disminuir la importancia del Ego y recibir sensorialmente el regalo de las cosas y los seres, sus cualidades empíricas, directas.




Bibliografía: 
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet

jueves, 11 de junio de 2020

COMIENZOS Y FINALES


TRANSFORMAR EL MIEDO QUE NOS RODEA


La mayoría pasamos mucho tiempo actuando desde el miedo al pasado o al presente, pero de ese modo estamos creando una cultura del miedo que afecta al conjunto de nuestra sociedad. Lo primero que tenemos que hacer, cuando aparece el miedo y nos sentimos inquietos y asustados, es reconocerlo. En lugar de actuar desde el miedo, cabe también la posibilidad de reconocerlo y abrazarlo. Quienes nos rodean también están asustados y actúan desde el miedo, pero en medio de ese miedo lo que más anhelamos es paz y seguridad. 

A veces resulta muy tentador ridiculizar el miedo ajeno porque nos recuerda nuestro propio miedo. Nos han enseñado a alejarnos del miedo y a tratar de mantenernos fuera de su alcance. Pero ¿cómo librarnos del miedo y renunciar a la ira y la violencia que alienta en nosotros? Para deshacernos del miedo y la violencia, tenemos que escuchar profundamente y aprender a practicar como lo hizo el Buda. 

Y, para ello, es necesario prestar atención plena al miedo y observar profundamente su origen. 


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

miércoles, 10 de junio de 2020

SOBREVALORAR LO QUE RECIBES


EL ELEFANTE Y LA RATA


Se hallaba un elefante bañándose tranquilamente en un remanso, en mitad de la jungla, cuando, de pronto, se presentó una rata y se puso a insistir en que el elefante saliera del agua. 

«No quiero», decía el elefante. «Estoy disfrutando y me niego a ser molestado». 

«Insisto en que salgas ahora mismo», le dijo la rata. 

«¿Por qué?», preguntó el elefante. 

«No te lo diré hasta que hayas salido de ahí», le respondió la rata. 

«Entonces no pienso salir», dijo el elefante. 

Pero, al final, se dio por vencido. Salió pesadamente del agua, se quedó frente a la rata y dijo: 

«Está bien; ¿para qué querías que saliera del agua?». 

«Para comprobar si te habías puesto mi bañador», le respondió la rata. 



Es infinitamente más fácil para un elefante ponerse el bañador de una rata que para Dios acomodarse a nuestras doctas ideas acerca de Él. 


Del libro:
Anthony de Mello 
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet

martes, 9 de junio de 2020

DEFINIENDO LA FELICIDAD


¿DEBERÍAMOS ACEPTAR NUESTRA SOLEDAD ANTES DE INICIAR UNA RELACIÓN?


Pregunta 10:
¿Deberíamos aceptar nuestra soledad antes de iniciar una relación?

Osho responde:
Sí, hay que aceptar la soledad, para que esa soledad se transforme en la condición de estar solo. Únicamente así serás capaz de iniciar una relación profunda y enriquecedora, de iniciarte en el amor. ¿A qué me refiero con que hay que aceptar la soledad hasta el punto de que se transforme en estar solo?

La soledad es un estado mental negativo. Estar solo es positivo, a pesar de lo que digan los diccionarios. En los diccionarios, ambos conceptos son sinónimos, pero no en la vida. La soledad es un estado mental en el que constantemente echas de menos al otro. Estar solo es el estado en el que constantemente disfrutas contigo mismo. La soledad es tristeza; estar solo es dicha. La soledad significa preocupación, echar en falta algo, anhelar algo, desear algo. Estar solo supone una profunda satisfacción, no necesitar salir, sentirse increíblemente contento, feliz, con ánimo festivo. En soledad estás descentrado. Cuando estás solo estás centrado, arraigado. Estar solo es hermoso; te rodea la elegancia, la gracia, un clima de enorme satisfacción. La soledad empobrece; todo lo que la rodea es pobreza y nada más. No tiene nada de elegante; en realidad es fea. La soledad significa dependencia; estar solo, absoluta independencia. Te sientes como si fueras el mundo entero, la existencia entera.

Si te adentras en una relación cuando te sientes solo, explotarás a la otra persona. El otro se convertirá en un medio para tu satisfacción. Utilizarás al otro, y a todo el mundo le molesta ser utilizado, porque nadie está aquí para convertirse en medio para nadie. Toda persona es un fin en sí mismo. No se puede utilizar a nadie como un objeto; todos estamos en este mundo para ser respetados como reyes. Nadie viene a este mundo para cumplir las expectativas de otros; todos estamos aquí para ser nosotros mismos. De modo que cuando inicias una relación porque te sientes solo, esa relación ya se ha ido a pique. Se va a pique incluso antes de empezar. Antes de nacer, el niño ya está muerto. Te va a causar más sufrimiento, Y recuerda que cuando actúas movido por la soledad inicias una relación con alguien que se encuentra en la misma situación que tú, porque nadie que esté solo y disfrutando realmente de ello se sentirá atraído por ti. Estarás muy por debajo de esa persona. Como mucho te compadecerá, pero no podrá amarte. Quien está sólo de verdad únicamente puede amar a alguien que también está sólo de verdad. De modo que cuando actúas impulsado por la soledad, encontrarás el mismo tipo de persona, encontrarás tu reflejo. Coincidirán dos mendigos, dos sufrientes. Y recuerda también que cuando se encuentran dos personas que sufren, no se trata de una suma, sino de una multiplicación. Juntos se harán sufrir mutuamente más que en su soledad.


En primer lugar tienes que estar solo. En primer lugar tienes que aprender a disfrutar de estar solo, a quererte a ti mismo. En primer lugar sé tan auténticamente feliz que si no aparece nadie no te importará. Estás pleno, desbordante. Si nadie llama a tu puerta, no pasa nada, no echas nada en falta. No esperas que nadie llame a tu puerta. Estás en casa; si alguien viene, estupendo. Si no viene nadie, también estupendo. Entonces puedes adentrarte en una relación. Porque entonces puedes ser el amo, no el mendigo, porque entonces serás como un emperador, no como un mendigo.

Y la persona que ha vivido sola siempre se sentirá atraída por otra que también disfruta de estar sola porque los iguales se atraen. Cuando se encuentran dos amos —amos de su ser, de su estar solo—, no se produce una suma de felicidad, sino una multiplicación. Se convierte en un increíble fenómeno festivo. Y no explotan; comparten. No se utilizan mutuamente. Por el contrario, se hacen uno y disfrutan de la existencia que los rodea.

Dos personas solitarias siempre están enfrentadas, una frente a otra. Dos personas que han conocido el estar solas están juntas y ante algo más elevado que ellas. Siempre pongo este ejemplo: dos amantes normales, ambos solitarios, siempre están frente a frente; dos amantes de verdad, en una noche de luna llena, no estarán frente a frente. Quizá se tomen de la mano, pero frente a la luna llena, allá arriba, en el cielo. No estarán frente a frente, sino juntos frente a otra cosa. Alguna vez escucharán juntos una sinfonía de Mozart, Beethoven o Wagner. Otra veces escucharán junto a una cascada la música salvaje que fluye allí continuamente. Otras veces, junto al mar, contemplarán el horizonte, hasta donde alcanza la vista. Cuando se conocen dos personas solitarias, se miran mutuamente, porque siempre buscan formas y maneras de explotar al otro, de utilizar al otro, de ser feliz por mediación del otro. Pero dos personas profundamente contentas consigo mismas no intentarán utilizarse mutuamente. Por el contrario, serán compañeros de viaje, como en una peregrinación. La meta es muy elevada, está muy lejos. Los une su interés común.

Por lo general, el interés común es el sexo. El sexo puede unir a dos personas de una forma momentánea, superficial. Los amantes de verdad tienen en común un interés más importante. No se trata de que no haya sexo; puede haberlo, pero como parte de una armonía más elevada. Escuchando una sinfonía de Mozart o Beethoven pueden llegar a estar tan, tan próximos, como para hacer el amor, pero en esa armonía superior de una sinfonía de Beethoven. La sinfonía es lo real; el amor forma parte de esa sinfonía. Y cuando surge el amor por sí solo, sin haberlo buscado, sin haber pensado en él, surge como parte de una armonía más elevada, con una cualidad completamente distinta. Es divino, no humano.

La palabra inglesa happiness, felicidad, deriva de la palabra escandinava hap, la misma raíz de happening, suceso, algo que ocurre porque sí. La felicidad se da porque sí; no se puede producir, no se puede forzar. Como mucho, puedes estar disponible para ella. Cuando ocurre, ocurre.

Dos verdaderos amantes siempre están disponibles, pero nunca piensan en la felicidad, nunca intentan encontrarla. Por eso nunca se sienten frustrados; cuando sucede, sucede. Ellos crean la situación; en realidad, si te sientes feliz contigo mismo, ya eres esa situación, y si el otro o la otra también se siente feliz consigo mismo, también es esa situación. Cuando se aproximan esas dos situaciones, se crea una situación más grande. En esa situación mayor ocurren muchas cosas, pero no se hace nada.

El ser humano no tiene que hacer nada para ser feliz. Sólo tiene que fluir, dejarse ir.

De modo que la pregunta es la siguiente: ¿deberíamos aceptar nuestra soledad antes de iniciar una relación? La respuesta es: sí, desde luego. Así ha de ser, porque si no te sentirás frustrado, y harás otra cosa en nombre del amor, algo que no tiene nada que ver con el amor.


Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet
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