domingo, 26 de abril de 2020

¿CÓMO PUEDO SER YO MISMO?


Debería ser lo más sencillo del mundo, pero no lo es. Para ser uno mismo no hace falta hacer nada; ya se es. ¿Qué otra cosa puedes ser? ¿Cómo puedes ser otro? Pero comprendo el problema. El problema surge porque la sociedad corrompe a todo el mundo. Corrompe la mente, el ser. Te impone cosas y tú pierdes el contacto contigo mismo. Intenta hacer de ti algo distinto de lo que estabas destinado a ser. Te aleja de tu centro. Te arrastra fuera de ti mismo. Te enseña a ser como Jesucristo o a ser como Buda o como éste o aquél; jamás te dice que seas tú mismo. Jamás te deja la libertad de ser; te impone imágenes externas, ajenas a ti.

Entonces surge el problema. En el mejor de los casos puedes fingir, pero cuando finges nunca te sientes satisfecho. Quieres ser tú mismo, algo muy natural, y la sociedad no te lo permite. La sociedad quiere que seas otro. Quiere que seas un impostor. No quiere que seas auténtico, porque las personas auténticas son peligrosas, rebeldes. A las personas auténticas no se las controla tan fácilmente, no se les puede imponer una disciplina. Las personas auténticas viven su realidad a su manera: van a lo suyo. No se preocupan por otras cosas. No se las puede sacrificar en nombre de la religión, ni en nombre del estado, la nación o la raza. Es imposible convencerlas de que se sacrifiquen. Las personas auténticas siempre defienden su felicidad. Su felicidad es lo absoluto, y no están dispuestas a sacrificarla por nada. Ése es el problema.

Por eso la sociedad distrae al niño: le enseña a ser otro. Y el niño aprende poco a poco a fingir, a ser hipócrita. Y un día —qué ironía— esa misma sociedad empieza a decirte: ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué no eres feliz? ¿Por qué tienes esa cara de sufrimiento? ¿Por qué estás triste? Y entonces aparecen los sacerdotes. En primer lugar te corrompen, te desvían del sendero de la felicidad, porque sólo existe una felicidad posible: ser tú mismo. Entonces aparecen y te dicen: ¿Por qué eres desgraciado? ¿Por qué estás triste? Y te enseñan a estar siempre feliz. Primero te ponen enfermo y después te venden medicinas. Es una gran conspiración.

He oído contar una cosa…

Una viejecita judía va sentada en un avión junto a un noruego grandote. No para de mirarlo. Por último le pregunta:

—Perdone, ¿es usted judío?

—No —contesta el noruego.

Pasan unos minutos, la señora vuelve a mirarlo y a preguntarle:

—Puede contármelo. Usted es judío, ¿verdad?

El hombre contesta:

—Desde luego que no.

La señora sigue observándolo e insiste:

—Se nota que es usted judío.

Para que deje de molestarlo, el señor dice:

—Sí, vale. Soy judío.

La anciana lo mira y dice, moviendo la cabeza:

—No lo parece.

Así son las cosas. Me preguntas: «¿Cómo puedo ser yo mismo?». Olvídate de pretensiones, olvídate de ese afán por ser otro, olvídate del deseo de ser como Jesucristo, como Buda, de parecerte al vecino. Deja la competición y las comparaciones, y serás tú mismo. La comparación envenena. Siempre estás pensando en lo que hace el otro. Tiene una casa grande, un coche grande, y tú lo estás pasando mal. Tiene una esposa guapísima y tú lo estás pasando mal. Está subiendo por la escala del poder y la política mientras tú lo pasas mal. Compara e imitarás. Si te comparas con los ricos, empezarás a correr en la misma dirección. Si te comparas con las personas cultas, empezarás a acumular conocimientos. Si te comparas con los llamados santos empezarás a acumular virtudes… y los imitarás. E imitar significa perderse la oportunidad de ser uno mismo.

Deja de compararte. Eres único. Nadie es como tú, nadie ha sido como tú ni nadie lo será. Eres sencillamente único, y cuando digo que eres único, recuerda que no me refiero a que seas mejor que los demás. Simplemente me refiero a que eres único. Ser único constituye una cualidad normal de todo ser. Ser único no supone una comparación; es algo tan natural como respirar. Todo el mundo respira y todo el mundo es único. Mientras estás vivo, eres único. Sólo los cadáveres se parecen; las personas vivas son únicas. Nunca se asemejan; es imposible. La vida jamás sigue un curso repetitivo. La existencia jamás se repite. Entona una nueva canción cada día, pinta algo nuevo cada día.

Respeta tu singularidad y olvídate de las comparaciones. La comparación es la culpable; en cuanto comparas, vas por mal camino. No te compares con nadie; la otra persona no es tú, tú no eres la otra persona. Deja que los demás sean, y relájate en tu ser. Empieza a disfrutar de lo que eres. Deléitate en los momentos que tengas a tu disposición.

La comparación te trae el futuro, la comparación provoca la ambición, y la violencia. Empiezas a luchar, a pelearte, a ser hostil.

La vida no es como un producto. La felicidad no es como un producto que otros tienen y tú no. «Si otros tienen la felicidad, ¿cómo puedo obtenerla yo?». La felicidad no es en absoluto un producto. Puedes tener cuanta quieras. Sólo depende de ti. Nadie va a competir por ella, nadie es tu competidor. Igual que un jardín hermoso: tú puedes mirarlo y admirarlo, como puede mirarlo y admirarlo cualquier otra persona. Nadie te impide que mires el jardín y que te parezca bonito porque ese alguien también lo esté mirando; la otra persona no te está explotando. El jardín no es ni más ni menos porque lo haya mirado otra persona; porque otra persona se quede embelesada ante la belleza del jardín, el jardín no es menos. Incluso podría decirse que el jardín ha ganado algo, porque alguien ha apreciado su belleza, y esa persona ha aportado una nueva dimensión al jardín.

Las personas felices aportan algo a la existencia; por el simple hecho de ser felices crean vibraciones de felicidad. Valorarás más este mundo cuantas más personas felices haya. No te plantees las cosas en términos de competición. No se trata de que si ellos son felices tú no puedas serlo y tengas que arrebatarles esa felicidad, tengas que competir con ellos. Recuerda que si los demás son desgraciados te resultará muy difícil ser feliz. A la felicidad puede acceder todo el mundo; todo el que abra su corazón puede acceder a la felicidad.

No se trata de que alguien haya conseguido algo. No es como un puesto político; si alguien llega a presidente de un país, desde luego los demás no pueden ser presidentes. Pero sí una persona ha alcanzado la iluminación, eso no le impide a nadie alcanzar la iluminación; aún más, le ayudará. Porque Buda alcanzó la iluminación a ti te resultará más fácil alcanzarla. Porque Jesucristo alcanzó la iluminación, a ti te resultará más fácil. Alguien ha empezado a hollar el camino; las huellas están ahí; esa persona te ha dejado unas sutiles señales. Puedes caminar más fácilmente, con más seguridad, con menos vacilaciones. La tierra entera puede iluminarse, cada ser puede alcanzar la iluminación. Pero no todo el mundo puede ser presidente de un país.

Un país tiene millones de habitantes, y sólo una persona puede ser su presidente; por supuesto, eso es competición. Pero millones de personas pueden alcanzar la iluminación, y eso no supone ningún problema.

Lo trascendente no entra en competiciones, y tu ser es transcendente. Así que pon tu vida en orden. La sociedad te ha hecho un lío en la cabeza, te ha enseñado la forma de vivir en continua competición. La meditación es una forma de vida no competitiva. La sociedad significa ambición; la actitud de meditación, de consciencia, no tiene ambiciones. Y cuando no eres ambicioso, puedes ser tú mismo. Así de sencillo.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

sábado, 25 de abril de 2020

TÚ ERES EL CIELO, NO LAS NUBES.


¡DESPIERTA! ¡FELICIDAD ERES TÚ!


Despertarse es la espiritualidad, porque sólo despiertos podemos entrar en la verdad y descubrir qué lazos nos impiden la libertad. Esto es la iluminación. Es como la salida del sol sobre la noche, la luz sobre la oscuridad. Es la alegría que se descubre a sí misma, desnuda de toda forma. Esto es la iluminación. El místico es el hombre iluminado, el que todo lo ve con claridad, porque está despierto.

No quiero que os creáis lo que os digo, porque yo lo digo, sino que cuestionéis cada palabra y analicéis su significado y lo que os dice en vuestra vida personal; pero con sinceridad, sin auto-engañaros por comodidad o por miedos.

Lo importante es el Evangelio, no la persona que lo predica ni sus formas. No la interpretación que se le ha dado siempre o el que le da éste o aquél, por muy canonizado que esté. Eres tú el que tienes que interpretar el mensaje personal que encierra para ti, en el ahora. No te importe lo que la religión o la sociedad prediquen.

La sociedad sólo canoniza a los que se conforman con ella. En el tiempo de Jesús y ahora. A Jesús no pudieron canonizarlo y por ello lo asesinaron.

¿Quiénes creéis que lo mataron?. ¿Los malos?. No. A Jesús lo asesinaron los buenos de turno, los más respetados y creídos en aquella sociedad. A Jesús lo mataron los escribas, los fariseos y sacerdotes; y si no andas con cuidado, asesinarás a Jesús mientras vives dormido.



Del libro:
La Iluminación es la Espiritualidad
Anthony de Mello

viernes, 24 de abril de 2020

¿CÓMO SABRÉ SI ESTOY DORMIDO?


IMPORTA LA VIDA


El ir contra la realidad, haciendo problemas de las cosas, es creer que «tú» importas, y lo cierto es que tú, como personaje individual, no importas nada.

Ni tú, ni tus decisiones ni acciones importan nada en el desarrollo de la vida; es la vida la que importa y ella sigue su curso. Sólo cuando comprendes esto y te acoplas a la unidad, tu vida cobra sentido. Y esto queda muy claro en el Evangelio. ¿Importaron todas las transgresiones y desobediencias para la historia de la salvación?. ¿Importa si yo asesino a un hombre?. ¿Importó el que asesinaran a Jesucristo?. Los que lo asesinaron creían estar haciendo un acto «bueno», de justicia, y lo hicieron después de mucho «discernimiento».

Jesús era portador de la luz y por ello predicaba las cosas más raras y contrarias al judaísmo, a sus creencias e interpretaciones religiosas: Hablaba con las mujeres, comía con ladrones y prostitutas. Pero, además, interpretaba la Ley en profundidad, cargándose las reglas y sus formas. Los «sabios» y los «poderosos» tenían que cargárselo. ¿Podía ser de otra manera?. Era necesario que muriera así, asesinado y no enfermo de vejez.

Cuentan que un rey godo se emocionó al oír el relato de Jesús y dijo: «¡De estar yo allí, no se lo hubieran cargado!».

¿Lo creemos así, como ese rey godo?.

Dormimos.

La muerte de Jesús descubre la realidad en una sociedad que está dormida, y por ello, su muerte es la luz. Es el grito para que despertemos.


Del libro:
La Iluminación es la Espiritualidad
Anthony de Mello

jueves, 23 de abril de 2020

MENTE DE NATURALEZA DISPERSA


MIEDOS TENDENCIOSOS


LA CALMA EN MITAD DE LA TORMENTA


Cada vez que experimentamos una oleada de miedo, odio o envidia, podemos hacer algo para que esa energía negativa no nos destruya. No hay necesidad alguna de que los diferentes elementos de nuestro ser entren en conflicto. Solo debemos hacer, para transformarlos, el esfuerzo de prestarles la debida atención. 

Necesitamos mantener una actitud no violenta hacia nuestro sufrimiento, nuestro dolor y nuestro miedo. 

Cuando experimentamos una emoción poderosa, como el miedo o la desesperación, podemos sentirnos desbordados. Con la práctica, sin embargo, podemos aprender a abrazar nuestro miedo porque sabemos que en cada uno de nosotros yace la semilla de la plena consciencia. Si nuestra práctica conecta a diario con esa semilla mientras caminamos, estamos sentados, respiramos, sonreímos o comemos, estaremos cultivando la energía de la plena consciencia. 

Luego bastará, cada vez que necesitemos esa energía, con establecer contacto con esa semilla para que esa energía aflore y podamos emplearla para abrazar nuestras emociones. Si tenemos éxito en este empeño, aunque solo sea una vez, tendremos algo de paz y menos miedo a esa poderosa emoción la próxima vez que se presente. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
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