lunes, 23 de diciembre de 2019

VIVIR SIN MIEDO Y MORIR EN PAZ


EL VIENTO


Un día, llegó un mosquito ante el profeta Salomón para quejarse:

"¡Oh, Salomón el Justo! Los hombres y los genios obedecen tus órdenes. El ave y el pez confían en tu justicia. No hay nadie hasta hoy que no pueda atestiguarlo. Ayúdanos, pues eres el que vuela en socorro de los débiles. Nosotros, los mosquitos, somos el símbolo mismo de la debilidad." El profeta Salomón le dijo:

"¡Oh, tú que deseas justicia! Dime de quién tienes queja. ¿Quién te tortura? Es extraño que tal verdugo haya podido escapar a mi justicia. Pues, a mi nacimiento, murió la injusticia igual que la oscuridad desaparece al nacer el día."

El mosquito:

"¡Me quejo del viento! Sus manos de verdugo son las que sacuden mi cuerpo en todos los sentidos."

Salomón le dijo:

"Dios me ha dado la orden siguiente: No escuches a un demandante si su enemigo no está presente.

Aunque ese demandante exponga todos sus agravios, en ausencia de su adversario sus quejas no son aceptables. Tráeme a tu adversario si quieres pedir justicia."

El mosquito:

"Dices verdad. El viento es mi adversario y tú eres el único que puede infundirle respeto."

Salomón dijo entonces:

"¡Oh, viento! ¡Ven aquí! Porque el mosquito se queja de ti y de las torturas a que lo sometes."

Al instante, el viento obedeció la orden de Salomón y vino a presentarse ante el profeta. El mosquito huyó al momento. Y Salomón lo llamó:

"¿Por qué huyes así? Ven si quieres que resolvamos tu problema."

El mosquito respondió:

"¡Oh, sultán mío, ayúdame! El representa la muerte para mí. Cuando viene, no puedo quedarme. ¡No me queda más que una solución: la huida!"

Cuando la luz de Dios se manifiesta, no queda otra cosa más que esa luz. Mira las sombras que buscan la luz. Cuando ésta llega, ellas desaparecen.



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

viernes, 20 de diciembre de 2019

SIEMPRE TENEMOS QUE SEGUIR


LA YEGUA Y SU POTRO



Una yegua y su potro bebían juntos en el abrevadero. De pronto, el palafrenero se puso a silbar para impedírselo. El potro, asustado por aquel ruido, dejó instantáneamente de beber. Pero su madre le dijo:

"¡Oh, potro mío! ¿Por qué dejas de beber?"

El potro respondió:

"Me ha asustado el ruido de esa gente que silba. Mi corazón tiembla de miedo ante la idea de que se pongan a gritar todos juntos."

La yegua le dijo:

"El mundo está hecho así. Todos hacen algo. ¡Oh hijo mío! ¡Haz tú lo que tienes que hacer! ¡Trenza tu barba antes de que te la corten! El tiempo es limitado y el agua corre. ¡Alimenta tu alma antes de ser separado de ella!"

Las palabras de los hombres de Dios son una fuente de vida. ¡Oh, sediento ignorante! ¡Ven! Aunque no veas el arroyo, haz al menos como los ciegos que echan su cántara al río.


150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet
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