miércoles, 20 de junio de 2018

LOS SUEÑOS DEL REY


Había un monarca en un floreciente y próspero reino del norte de la India. Era rico y poderoso. Su padre le había enseñado a ser magnánimo y generoso, y, antes de fallecer, le había dicho: 

--Hijo, cualquiera puede, por destino o por azar, tener mucho, pero lo importante no es tenerlo, sino saberlo dar y compartir. No hay peor cualidad que la avaricia. Sé siempre generoso. Tienes mucho, así que da mucho a los otros. 

Durante algunos años, tras la muerte de su padre, el rey se mostró generoso y espléndido. Pero a partir de un día, poco a poco, se fue tornando avaro y no sólo empezó a no compartir nada con los otros, sino que comenzó incluso a negarse hasta las necesidades básicas a sí mismo. Realmente se comportaba como un pordiosero. Su asistente personal, que también lo había sido de su padre, estaba tan preocupado que hizo llamar a un rishi (sabio) que vivía en una cueva en las altas montañas del Himalaya. 

--Es increíble -se lamentó el asistente ante el rishi-. Es uno de los reyes más ricos y se comporta como un pordiosero. Te estaríamos todos muy agradecidos si pudieras descubrir la razón. 

El asistente le pidió al rey que recibiera al rishi. El monarca convino: 

--De acuerdo, siempre que no vaya a solicitarme nada, ¡porque soy tan pobre! 

El rishi y el monarca se encerraron en una de las cámaras del palacio. El rey iba vestido con harapos, sucio y maloliente, en contraste con el palacio esplendoroso en el que habitaba. 

Incluso iba descalzo y ni siquiera lucía ningún adorno real. 

--Estoy arruinado -se quejó el rey. 

--Pero, señor, eres rico y poderoso -replicó el rishi. 

--No me vengas con zarandajas -dijo el monarca-. Nada puedes sacarme, porque nada tengo. Incluso cuando estos harapos se terminen de arruinar, ¿con qué cubriré mi cuerpo? 

AVARICIA ESPIRITUAL


martes, 19 de junio de 2018

EL FOTÓGRAFO


Hiladio Sánchez vive en la oscuridad, como los murciélagos. Como los murciélagos, ve por los oídos. Pero los murciélagos no saben sacar fotos, Hiladio es fotógrafo, y de los buenos. 

Era jugador de futbol, y de los buenos, hace veintipico de años. Jugando para la selección nacional de Cuba, un pelotazo lo tumbó. Parecía muerto. Tiempo después, despertó en el hospital. Estaba vivo. Estaba ciego. 

Además de ver por los oídos, Hiladio ve por los ojos de su imaginación y su memoria, y ha encontrado la manera de contarnos lo que ve. Cámara en mano, ejerce sus artes de manosanta de la imagen. Mide la distancia por los pasos, y ajusta el diafragma según el calor del día o la frescura de la tarde. Y cuando todo está listo, apunta y hace puntería guiado por las voces o por los silencios, que nunca están callados. 

Hiladio fotografía a sus vecinos, apoyados contra la pared marcada de cicatrices, y fotografía las sábanas colgadas del alambre y las jarras y los sartenes colgados de los clavos, el leve paso de las horas y las gentes, la luz del sol en el patio, y la sombra que la corta de un tajo. 

No fotografía la luz de la luna, aunque la conoce bien. Cada noche, esos dedos helados le tocan la cara. Es la luna, que lo llama. Y el ciego se hace el sordo. 

CARIDAD


lunes, 18 de junio de 2018

LAS DOS RANAS


He aquí una rana que había vivido siempre en un mísero y estrecho pozo, donde había nacido y habría de morir. 

Pasó cerca de allí otra rana que había vivido siempre en el mar. Tropezó y se cayó en el pozo. 

--¿De dónde vienes? -preguntó la rana del pozo. 

--Del mar. 

--¿Es grande el mar? 

--Extraordinariamente grande, inmenso. 

La rana del pozo se quedó unos momentos muy pensativa y luego preguntó: 

--¿Es el mar tan grande como mi pozo? 

--¡Cómo puedes comparar tu pozo con el mar! Te digo que el mar es excepcionalmente grande, descomunal. 

Pero la rana del pozo, fuera de sí por la ira, aseveró: 

--Mentira, no puede haber nada más grande que mi pozo; ¡nada! ¡Eres una mentirosa y ahora mismo te echaré de aquí! 
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