viernes, 23 de febrero de 2018

LAS SIETE LEYES DEL UNIVERSO


En esencia, la ley de la atracción procede de las siete leyes del Universo, atribuidas principalmente al egipcio Hermes Trismegisto, considerado el fundador de la filosofía hermética.

Según dicha escuela de pensadores, estas leyes rigen el Universo y nos vemos subyugados a ellas —como nos ocurre con la gravedad— aunque nunca hayamos oído hablar de su existencia. Por esta razón los herméticos afirmaban que quienes comprenden las siete leyes y las aplican en su día a día pueden cambiar su vida por completo y atraer todo lo que siempre habían deseado.

De acuerdo con esta visión, a veces nos preguntamos por qué nos ocurren ciertas cosas o por qué no conseguimos lo que merece nuestro trabajo y esfuerzo, cuando la respuesta es muy simple y se trata de que hemos nadado siempre a contracorriente.

El legendario Hermes Trismegisto fue considerado por los suyos el padre de la sabiduría. Por ello le llamaban Trismegisto, que significa «tres veces sabio». Sus seguidores lo consideraban el descubridor de la alquimia y el fundador de la astrología como tal.

Sus enseñanzas en un principio fueron transmitidas oralmente. Corrieron de boca en boca, como también fue el caso de Sócrates, pero más tarde tres de sus iniciados decidieron recopilar sus axiomas y máximas en el libro llamado El Kybalión, en el que se conservaron las siete leyes del Universo, las cuales se enumeran en siete principios:

1. Principio de mentalismo.

2. Principio de correspondencia.

3. Principio de vibración.

4. Principio de polaridad.

5. Principio de ritmo.

6. Principio de causa y efecto.

7. Principio de generación.

INCULPAR AL PRÓJIMO


jueves, 22 de febrero de 2018

EL CONDUCTOR BORRACHO


Por un sinuoso camino y a gran velocidad, un hombre borracho conducía su carro. De repente, perdió el control del carro, se salió del trayecto y se precipitó contra una charca pestilente. Varias personas, al ver el accidente, corrieron al lugar y ayudaron a incorporarse al conductor.

No podía ocultar su borrachera y, entonces, uno de sus auxiliadores le dijo:

--Pero, ¿es que no ha leído usted el célebre tratado de Naraín Gupta extendiéndose sobre los efectos perjudiciales del alcohol?

Y el ebrio conductor, sin dejar de hipar, tartamudeó:

--Yo soy Naraín Gupta.

***

El Maestro dice: Así procede el falso gurú.

ATENCIÓN VS CONCENTRACIÓN


miércoles, 21 de febrero de 2018

EL BÚNKER DEFENSIVO DEL AUTORITARISMO: "Mis deseos son órdenes"


Las personas autoritarias se atrincheran en una compleja fortaleza cognitiva para mantener el poder y rechazar a los que pudieran ponerlo en duda, posiblemente debido a su inseguridad y para tratar de salvaguardar un autoconcepto endeble. Como si se tratara de un campo de batalla, los autoritarios despliegan todo tipo de estrategias de supervivencia, tratando de defender su posición y sus pensamientos de grandiosidad. Primitivo y peligroso a la vez. El gusto por el poder es una de las características principales de las mentes depredadoras. 

Esta guerra psicológica por tener el control e imponer la soberanía personal a cualquier coste se sustenta en cuatro esquemas altamente nocivos y disfuncionales: inculpación: «Muerte al vil villano»; prerrogativa: «Debes tratarme siempre como yo quiero»; Argumentum ad hominen; y el arte de convencer al súbdito.

INCULPACIÓN: «MUERTE AL VIL VILLANO»

Las personas autoritarias ven adversarios por todas partes. Una noción acomodaticia del bien («lo bueno es lo que me conviene») los lleva a descalificar y censurar cualquier contradicción. Es una mezcla entre egocentrismo e infantilismo moral: «El que no me apoya es culpable de conspiración.» Ver la supuesta perversidad ajena y no la propia es la esencia de la inculpación. La creencia que la sustenta es que cierta clase de gente es vil, malvada o infame y, por lo tanto, debe ser seriamente culpabilizada y castigada por su maldad.117

Recuerdo a un señor que parecía salido de la película La letra escarlata: especialmente cerrado en los temas morales y un fustigador implacable de la gente que consumía droga. Los últimos cinco años de su vida los había pasado señalando e incriminando a los drogodependientes y pidiendo castigos para todo el mundo. Eso le había dado fama de «hombre de hierro» que de manera implacable «luchaba contra el vicio». Obviamente, su autoritarismo crecía como la espuma cada vez que lo invitaban a dar una conferencia o cuando salía por televisión.
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