viernes, 5 de enero de 2018

GÉNESIS, 2


Andrea Díaz iba trotando, montaña abajo, por la costa del Pacífico, cuando de pronto se le descolocaron las rodillas y cayó redonda al suelo. 

En andas fue llevada hasta el pueblo de Quepos. La llevó un vecino que tenía músculos hasta en las uñas y ni se enteró del esfuerzo. Después, el tarzán trepó como ardilla por el tronco de un cocotero y a machetazos partió los cocos: 

—Tómese esto —mandó. 

Y explicó que no hay mejor remedio que el agua de coco para que vuelvan a su sitio los huesos que se han corrido de lugar: 

—Esto bebían Adán y Eva, en el tiempo que no había enfermedades. Las enfermedades son de después. 

Andrea obedeció, pero no pudo callarse la boca: 

—¿Y usted cómo sabe? 

El hombre la miró con pena: 

—Pero mi niña, cualquiera sabe. ¿No ve que en el Paraíso no había agua corriente?

PRISIONES CONCEPTUALES


jueves, 4 de enero de 2018

BARRO EN EL FONDO DEL AGUA


SENTADO BAJO EL MANZANO ROSAL


Meditar sentado es una forma de volver al aquí y al ahora. La meditación es un método fantástico para detenerte. Si sabemos hacer la práctica de meditar sentados, nuestra mente se volverá clara, fuerte y estable. Entonces nadie podrá provocamos fácilmente ni hacernos perder la calma. Así que has de sentarte como si fueras una montaña. Por más fuerte que sea el viento, nunca logrará derribar una montaña. Si no puedes meditar sentado durante media hora, hazlo sólo durante tres minutos. Si consigues sentarte como si fueras una montaña durante tres minutos, estará ya muy bien.

Cuando te sientes a meditar, asegúrate de no hacerlo por ninguna otra razón, siéntate por ti. ¿Por qué me siento a meditad? ¡Porque me gusta! No digas: “Lo hago porque quiero alcanzar la Budeidad”. Si alguien te pregunta por qué te sientas a meditar, dile: “Lo hago porque me gustan". Yo creo que es la mejor respuesta. Disfrutas meditando porque te conviertes en una flor, en una montaña, en unas aguas calmas y en el espacio vacío. Cuando te conviertes en todas esas cosas maravillosas, eres realmente tú mismo y vives profundamente en el aquí y el ahora.

La siguiente historia trata de Siddharta, el Buda, cuando era niño:

Cuando Siddharta tenía nueve años sus padres le dejaron asistir con unos compañeros del colegio a la ceremonia de la arada de los campos. El rey Siddharta la presidía cada año. Gotami, la madre de Siddharta, lo atavió para la ocasión con las prendas más lujosas.

La ceremonia se realizó en una de las tierras más Fértiles del reino. Los sacerdotes empezaron a recitar las escrituras sagradas. Luego el rey con la ayuda de dos miembros de su ejército, aró la primera hilera del campo mientras la multitud les ovacionaba entusiasmada. ¡La estación de la arada había empezado! Los agricultores, sonriendo el gesto del rey, se dispusieron a arar sus propios campos.

Siddharta se quedó en el extremo de un campo contemplando cómo un agricultor enganchaba el arado a un búfalo de agua. Asegurándolo con una mano, azuzó con la otra al animal. El búfalo empezó a tirar con firmeza del pesado arado. El cuerpo del agricultor brillaba bajo el ardiente sol empapado de sudor. El arado firme dividiendo la fértil tierra en dos precisos surcos.
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