El búnker defensivo de los prejuiciosos: cómo justificar el odio y la discriminación
Un prejuicio instalado en la base de datos de una persona es como un Caballo de Troya que se mimetiza con toda su información. Y afecta a los demás, quienes deben desarrollar nuevas estrategias de afrontamiento para sobrevivir al rechazo.83 Los prejuicios echan raíces y se aferran a las estructuras psicológicas creando un mundo subterráneo altamente resistente al cambio. De la mano de la rigidez, el pensamiento que prejuzga organiza la forma de perpetuar los estereotipos, los sentimientos de hostilidad y la discriminación. Siguiendo los modelos recientes en terapia cognitiva,84 podemos identificar, al menos, cuatro sesgos o distorsiones que terminan alimentando al monstruo y haciéndolo cada vez menos poderoso: catalogar o etiquetar a las personas; polarización caprichosa: «Los otros son todos iguales»; sobregeneralización; y siempre alerta (o la paranoia del fanático).
CATALOGAR O ETIQUETAR A LAS PERSONAS
¡Es tan fácil etiquetar a alguien! Además, ¿quién no lo hace? El problema es que las etiquetas siempre están acompañadas de un paquete informacional que va más allá de la descripción.
Tomemos la frase: «Él es conservador.» Esta afirmación trae aparejada un mundo de significaciones ocultas, muchas de las cuales no son necesariamente ciertas. De manera contraria a lo que piensan muchos, las investigaciones muestran que las correlaciones entre conservadurismo y rigidez son pobres. Es decir: no todo conservador es rígido en sus actuaciones y su manera de pensar ni cumple los requisitos para ser considerado un fanático. Muchas veces excluimos a las personas por la etiqueta que les ponemos, y, al hacerlo, nos perdemos la posibilidad de que el prejuicio se revierta. Obviamente, no estoy diciendo que debamos invitar a Drácula a las campañas de donación de sangre o a un asesino en serie al cumpleaños de nuestro hijo pequeño. Lo que sostengo es que, en más de un caso, las decisiones que tomamos respecto a alguien no se corresponden a la realidad sino a la «psicología del rumor».