Luz interior
Gracia
Divinidad
Belleza
Meditación
Todos los santos son hermosos. No es que sus cuerpos sean siempre hermosos, no. Pero están llenos de un arrobamiento desconocido que te roza, una gracia que inunda el medio que los rodea. Generan su propio clima y, estén donde estén, de repente uno siente que el clima ha cambiado. Y es una fuerza tan intensa que no puedes mirar a sus cuerpos; sus cuerpos simplemente desaparecen, su carácter incorpóreo es demasiado.
Tu cuerpo se ve porque no hay en él carácter incorpóreo. Eres sólo el cuerpo; nada lo ilumina desde dentro. Eres como una lámpara apagada; por lo tanto, sólo se ve la lámpara. Cuando aparece la luz, te olvidas de la lámpara; cuando la luz sale de ella, ¿a quién le importa la lámpara? Y, si la luz es demasiada, ni siquiera puedes ver la lámpara.
Todos los santos son hermosos. Todos los niños son hermosos. Fíjate en el hecho de que todo niño nace hermoso; no puedes encontrar un niño feo. Es muy, muy difícil encontrar un niño feo. Todos los niños nacen hermosos. ¿Qué sale mal después? Porque, después, no todas las personas son lindas. Todos los niños nacen con gracia, pero después algo sale mal; en algún punto, el crecimiento se detiene y todo se vuelve feo.