domingo, 19 de marzo de 2017

EL PREJUICIO: UN MONSTRUO DE TRES CABEZAS


Supongamos que un estudiante universitario muestra una evidente hostilidad contra los jóvenes de la subcultura gótica (aclaro que no tengo nada contra ellos y que sólo es un ejemplo). No los quiere, le molesta profundamente verlos o encontrárselos en la calle y además piensa que son peligrosos, agresivos y unos degenerados (rechaza su vestimenta negra, su palidez, su música «oscura», su gusto por la literatura y el cine de terror y su jerga). También, aunque no lo dice, está convencido de que deberían vivir en guetos o en áreas suburbanas delimitadas por muros y alambradas. Las instrucciones familiares que orientaban su educación eran: «No te juntes con ellos», «cuidado que son peligrosos», «son gente muy rara», «son viciosos», «practican magia negra», «son satánicos» y cosas por el estilo. Con el tiempo, nuestro personaje ha creado tres estructuras mentales o esquemas interactuantes que conforman su prejuicio:

1. Un estereotipo infundado: «Los góticos son potencialmente peligrosos; todos son drogadictos y altamente violentos.» Una creencia irracional que no tiene más fundamento que las habladurías. Vale la pena destacar que no todos los estereotipos son simplificaciones arbitrarias; algunos son válidos y nos sirven para agilizar la toma de decisión (por ejemplo, los japoneses son ceremoniales, los intelectuales son buenos lectores, los introvertidos evitan la estimulación intensa). El problema ocurre cuando se nos va la mano y extendemos más allá de lo razonable algunos rasgos y sobregeneralizamos (por ejemplo, los viejos son débiles, los jóvenes son irresponsables, los negros son violentos, las mujeres no saben conducir). Existe toda una batería de argumentos discriminatorios creada por la cultura, y que trasmitimos en los procesos educativos. 

EN VIDA



Tomado del libro:
El Librito Que Fortalece
Proverbios reconfortantes y máximas motivadora
Lucia Canovi
Fotografía extraída de internet

sábado, 18 de marzo de 2017

ESTAR VIVO

Bienestar 
Vida 
Dicha

Una vez un maestro estaba muriendo. Era muy viejo: tenía casi cien años. Los dis­cípulos estaban allí y no podían llorar, porque él se estaba riendo. No podían llorar, porque parecía realmente absurdo. El hombre estaba tan feliz, disfrutando su alegría como un niño, gozando de su último aliento. Sólo podrían llo­rar una vez que hubiera muerto.

Y alguien preguntó:

-Mientras estaba vivo, ¿por qué no lloraban? Respondieron:

-Parecería tan absurdo. Mirándole la cara, mirándolo a los ojos, parecía que se estaba yen­do a un reino superior del ser, como si la muer­te no fuera más que una puerta hacia lo divino, como si no fuera a morir, sino a renacer. Y no era un hombre viejo: si lo mirabas a los ojos, era un niño. Sólo su cuerpo era viejo.

Es posible llevar el bienestar con uno. Aun cuando estés gravemente enfermo, puedes con­servar el bienestar en tu interior. Conoces lo opuesto: aun cuando estés perfectamente salu­dable, conservas tu malestar. Conoces esto; por lo tanto, lo otro es posible: totalmente sano y te sientes desdichado; completamente joven y vi­vo, y te sientes como si estuvieras en tu lecho de muerte, a veces llevando todo el peso de la vida como una carga, un peso muerto sobre el corazón. Es­tás vivo porque no puedes hacer otra cosa. ¿Qué puedes ha­cer? Estás vivo, te has encontrado a ti mismo vivo; así que cargas con esto. Pero la vida no es un fenómeno que te pro­duzca éxtasis: no te brinda placer, no la celebras.

ALIMENTANDO LA DEPRESIÓN


viernes, 17 de marzo de 2017

FORTALECER EL SISTEMA INMUNOLÓGICO


Otro beneficio de esta práctica en el reino físico es un gran fortalecimiento del sistema inmunológico que ocurre cuando usted habita el cuerpo. Cuanta más conciencia trae al cuerpo, más fuerte se vuelve el sistema inmunológico. Es como si cada célula despertara y se alegrara. Al cuerpo le encanta la atención que usted le presta. Es también una potente forma de autocuración. La mayoría de las enfermedades entran cuando usted no está presente en su cuerpo. Si el amo no está presente en la casa, todo tipo de personajes sombríos se alojarán en ella. Cuando usted habita su cuerpo, será difícil que los huéspedes indeseados entren. 

No sólo su sistema inmunológico físico se fortalece; su sistema inmunológico psíquico también se refuerza enormemente. Este último lo protege a usted de los campos negativos mentales y emocionales de los demás, que son muy contagiosos. Habitar el cuerpo lo protege a usted, no por medio de un escudo, sino elevando la frecuencia vibratoria de todo su campo de energía, de modo que todo lo que vibra a una frecuencia más baja como el miedo, la ira, la depresión, etcétera, existe ahora en un nivel de realidad virtualmente diferente. Ya no entra en su campo de conciencia o si lo hace, usted no necesita ofrecerle ninguna resistencia porque pasa derecho a través de usted. Por favor, no acepte o rechace simplemente lo que estoy diciendo. Póngalo a prueba. 
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