miércoles, 8 de marzo de 2017
martes, 7 de marzo de 2017
LA PUERTA
Abandono
Iluminación
Descubrimiento
Fe
Confianza
El abandono es uno de los aspectos, la iluminación es la otra cara de la moneda. Es la misma puerta. Cuando entras, en la puerta dice: "Abandono." Cuando has entrado y vuelves la vista atrás, en la puerta está escrito: " Iluminación." ¡Es la misma puerta! De un lado es la entrada, del otro la salida. Por eso se insiste tanto con el abandono: samarpan.
La relación es muy compleja, porque existe sólo uno. El otro de la relación no está allí. Por eso, todos los juegos que hagas con un maestro, en realidad, son tus juegos. Estás jugando, es un juego de paciencia. El otro sólo está viéndote jugar. Cambias de táctica: pruebas de una y otra forma. Pruebas muchos caminos, pero innecesariamente, porque el único intento que valdrá la pena es el abandono. Todo lo demás sólo te prepara para llegar a un momento de descubrimiento en el cual ves todo el absurdo de cualquier esfuerzo, y lo dejas de lado.
lunes, 6 de marzo de 2017
EL COPLERO
En los tiempos en que una grabadora ocupaba todo un caballo, Lauro Ayestarán andaba a campo traviesa, recogiendo la memoria de la música.
En busca de coplas perdidas, Lauro llegó una vez a un rancho escondido en las lejanías de Tacuarembó. Allí vivía un criollo que había sido mozo bailarín y guitarrero, diestro en los duelos de versos y las tonadas de la patria vieja.
Estaba aviejado el hombre. Ya no iba y venía de pueblo en pueblo y de fiesta en fiesta. Andaba agachadito, caminaba poco, se caía mucho, y para levantarse se apoyaba en el lomo de alguno de sus perros. Ya no cantaba, más bien soplaba palabras, pero tenía fama de memorioso:
—De lo que hay, no falta nada —susurraba, con un dedo en la cabeza, y se reía.
Guitarra en mano, nomás rozándola, el viejo verseó, canturreó, tarareó. En la atardecida, sonaron ronquitas las melodías que celebraban la memoria de las vacas sueltas y los hombres libres, mientras giraban y giraban los carretes de la grabadora.
El coplero miraba la grabadora de reojo. Más que mirarla, la sospechaba:
—Y eso, ¿qué es?
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