domingo, 26 de febrero de 2017

BAJA AUTOEFICACIA: «NO SERÉ CAPAZ DE ENFRENTARME A LO QUE VIENE»


El pensamiento normativo se alimenta de una serie de mandatos aparentemente irrevocables (y se esconde detrás de ellos) para justificar su conformismo y evitar la entrada de lo nuevo en escena. 

Tres de estas distorsiones que fomentan la resistencia al cambio: 

1) resignación normativa: «Nada va a cambiar»;
2) fatalismo conformista: «El cambio no es conveniente»; y 
3) baja autoeficacia: «No seré capaz de enfrentarme a lo que viene.»


BAJA AUTOEFICACIA: «NO SERÉ CAPAZ DE ENFRENTARME A LO QUE VIENE» 

Aquí el problema es más personal. La dificultad no está tanto en el cambio en sí, sino en la incapacidad percibida para hacerle frente: «¿Seré capaz de adaptarme?» Si dudo de mi potencial, mi inteligencia y mi disposición para acoplarme a los imponderables, los cambios venideros serán vistos como una cuestión de vida o muerte y no como una oportunidad para crecer.

Lo que desconocen las personas con baja autoeficacia es que la adaptación requiere tiempo y que durante este proceso de adaptación es normal que cometamos errores. No existen transformaciones cómodas e indoloras; todas duelen. El cambio —es decir, pasar de un estado a otro— así sea positivo, siempre produce algún tipo de crisis: es la mente que se actualiza a sí misma. El miedo a no ser capaz, a equivocarse y a quedar relegado son los temores más incapacitantes, porque bloquean la mayoría de las funciones psicológicas e incrementan la resistencia al cambio. Al dudar de uno mismo, ya no habrá un punto de referencia en el que confiar. La dificultad se multiplica y el yo entra en estado de hibernación. El sociólogo Bauman71 sostiene que, en la actualidad, el miedo a quedar rezagados aparece cuando nos enfrentamos a los avances de la tecnología y a una posmodernidad que exige, cada vez más, respuestas inteligentes y adaptativas: 

SI EL "YO" NO ESTÁ ALLÍ


sábado, 25 de febrero de 2017

VERDAD Y SILENCIO


Palabras 
Silencio 
Amor
Yo

Las palabras pueden ser hermosas, pero nunca pueden ser la verdad. La belleza constituye un valor estético. Puedes disfrutarla, al igual que puedes gozar de una bella pintura, pero no sucederá mucho a partir de este placer. Es bueno mientras dura. Pero las palabras nun­ca son la verdad: no podrían serlo, por su na­turaleza misma. La verdad sólo puede ser co­municada en silencio. Pero ésa es la paradoja: aquellos que han insistido en que la verdad só­lo puede ser comunicada en silencio, todos usa­ron palabras. Esto es una vergüenza, pero no se puede hacer nada al respecto. Es necesario usar las palabras para hacerte callar. El silencio es importante, y ese silencio te permitirá vislum­brar la verdad.

Aun si tienes vislumbres de verdad a través de mis palabras, esa vislumbre se produce a tra­vés de tu silencio y no de mis palabras. Aun si te sientes absolutamente seguro de que lo que digo es verdad, esa sensación de certeza abso­luta proviene de tu silencio y no de mis pala­bras. Siempre que estás callado, allí está la ver­dad. Siempre que mantienes un diálogo interior, el parloteo de mono continúa por dentro, pasas por alto la verdad que está siempre presente.

HUYENDO HACIA EL FUTURO


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