viernes, 3 de febrero de 2017

LA FUERZA LIBERADORA


Para bien cuidar de mi enojo lo primero que hago es regresar a mi respiración y mirar hacia adentro muy profundamente. Me doy cuenta al instante de que hay en mí una energía llamada enojo. Luego reconozco que necesito otra clase de energía para cuidar de este enojo e invito a esa energía a que aparezca y lleve a cabo dicha tarea. Esta segunda energía se llama consciencia plena. Cada uno de nosotros lleva dentro la semilla de la consciencia plena. Con la energía de la plena consciencia podemos dispensar buenos cuidados a la energía del enojo.

La consciencia plena es una clase de energía que nos ayuda a ser conscientes de lo que está pasando. Todo el mundo es capaz de ser plenamente consciente. Los que practicamos a diario tenemos más capacidad de ser plenamente conscientes que los que no lo hacen. Quienes no practican poseen de todos modos la semilla de la consciencia plena, pero su energía es muy débil. La energía de la consciencia plena aumentará con apenas tres días de práctica.

La consciencia plena puede estar presente en todo lo que hacemos. Si al beber un vaso de agua son conscientes de que en ese instante están bebiendo agua y de que no están haciendo ninguna otra cosa, están bebiendo con plena consciencia. Si centran todo su ser, su cuerpo y su mente en el agua, hay consciencia plena y concentración, y puede decirse que el acto de beber es plenamente consciente. No beben con la boca únicamente, sino también con su cuerpo y su consciencia. Así es como me enseñaron cuando era novicio.

ACTUAR MÁS


jueves, 2 de febrero de 2017

OBSERVA


Testigo 
Conciencia 
Observación 
Meditación

Hay un relato zen, muy absurdo, como son todos los relatos de la filosofía zen. Pero deben ser absurdos porque la vida misma lo es; retratan la vida tal como es.

Un maestro zen solía preguntarles a sus dis­cípulos:

-Hace un tiempo puse un ganso en una bo­tella. Ahora, el ganso creció y el cuello de la bo­tella es demasiado angosto para que el ganso salga por allí. La botella es muy linda y no quie­ro romperla; así que ahora se produce un dile­ma. Si no se le permite salir al ganso, éste mo­rirá. Puedo romper la botella y dejarlo salir, pe­ro no quiero romperla: es muy linda. Tampoco quiero matar al ganso. ¿Qué harías?

¡Éste es el problema! El ganso está en la ca­beza y el cuello es demasiado angosto. Puedes romper la cabeza, pero es linda. O puedes de­jar morir al ganso; pero tampoco esto se puede permitir, porque tú eres el ganso.

El viejo maestro zen siguió preguntándoles a sus discípulos, agotándolos y diciéndoles que encontraran una forma... ¡pues no había tiempo!

DEJA DE SER DICTADOR


miércoles, 1 de febrero de 2017

ARROGANTES Y GENEROSOS


Los sufíes, al contrario que otros místicos o supuestos posesores de un conocimiento especial, tienen fama de ser arrogantes. Esta arrogancia, según ellos mismos, se debe sólo a una incorrecta percepción de su comportamiento por parte de la gente. “Una persona”, dicen, “fuera capaz de encender un fuego sin frotar palos y que lo dijera, aparecería como arrogante a los ojos de alguien que no pudiera hacerlo”.

También tiene fama de ser extremadamente generosos. Su generosidad, dicen, se refiere a las cosas verdaderamente importantes. Su prodigalidad con los bienes materiales sólo es un reflejo de su generosidad con la sabiduría.

La gente que desea estudiar el camino sufí, a menudo practica la generosidad con objetos, a la espera de alcanzar una forma superior de generosidad.

Sea como sea, se cuenta una historia muy curiosa sobre tres hombres generosos de Arabia.

Un día discutían unos árabes sobre cuál era el hombre más generoso. Los debates se prolongaron varios días, y al final, por común acuerdo, el número de candidatos ser redujo a tres.

Como los partidarios de los tres candidatos estaban a punto de llegar a las manos, se constituyó un comité para que tomara la decisión definitiva. Decidieron que, como en una prueba eliminatoria, se enviaría el siguiente mensaje a cada uno de los tres hombres:

GANAR SOBRE EL PERDEDOR


martes, 31 de enero de 2017

LA PEQUEÑA LLANA ENCANTADA


El cuento zen, aparte de lo que dice, despierta en nosotros sutiles resonancias, abre el camino del eterno Atma. 

***

Huo-Huan era huérfano de padre. A los trece años era considerado un niño prodigio. Su madre lo adoraba. Todos le auguraban un brillante futuro. Sería, tal como lo exigía la tradición familiar, un gran mandarín, un letrado respetado. El gobernador ya le reservaba un lugar de honor a su lado. Una mañana, mientras iba a clase como de costumbre, se cruzó en la calle con una muchacha de una gran belleza, llamada Ts'ing-Ngo. Se enamoró de ella de modo fulminante, y su vida dio un vuelco. Igual que un barco sorprendido por la tempestad, que cambia bruscamente de rumbo y va a encallar en una orilla desconocida. 

Como Huo-Huan se lo pidió con insistencia, su madre inició las gestiones de costumbre ante los padres de la muchacha. Ts'ing-Ngo pertenecía a una familia honorable. Su padre, antiguo intendente del templo, se había retirado a la montaña. Había dejado órdenes. Su hija debía llevar una vida consagrada, no le estaba permitido casarse. Huo, cuando lo supo, cayó en la desesperación. Su pena era tan violenta, tan terrible, que su madre temía por su vida. Una mañana al salir de su casa, perdido en sus pensamientos, tropezó con un transeúnte, un religioso taoísta. Huo se excusó, y el santo varón le respondió con una sonrisa. Llevaba en la mano una pequeña llana, que agitaba ante sí. Huo, maquinalmente, le preguntó: 

-¿Por qué lleváis en la mano esta pequeña llana?

SORPRESA


lunes, 30 de enero de 2017

¿ALUCINACIÓN O REALIDAD?

PRAJNA, LA SABIDURÍA


Recuerdo el primer retiro que dirigí tras la publicación de The Wisdom of No Escape. La mayoría de las personas habían venido porque se sentían atraídas por la noción de maitri que impregnaba el libro. En torno al tercer día de trabajo estábamos todos sentados en meditación cuando de repente una mujer se puso de pie, hizo unos estiramientos y se tumbó en el suelo. Cuando le interrogué al respecto un poco más tarde, me dijo: «Bien, me sentía tan cansada que pensé en ser buena conmigo mismo y darme un descanso.» Entonces me di cuenta de que tenía que hablar de la magia de la disciplina y de no dejarse arrastrar por los estados de ánimo. 

La primera vez que medité con los estudiantes de Trungpa Rinpoche fue en 1972. El no llevaba mucho tiempo en Norteamérica y su trabajo estaba empezando a evolucionar. En una esquina de la habitación había un hombre parapetado sobre tres cojines redondos, y cada cinco o diez minutos se venía abajo con todo el montaje. Entonces volvía a colocar los cojines y continuaba. Otra estudiante daba saltos y salía corriendo de la habitación llorando. Lo hizo como unas cinco veces en una sesión de una hora. Cuando empezamos a meditar caminando, había tantos estilos distintos y excéntricos como personas: una persona doblaba mucho la rodilla y daba los pasos medio flotando, otro andaba hacia atrás... Todo aquello era muy entretenido, pero nos distraía enormemente. Poco después, Rinpoche comenzó a introducir poco a poco un tipo de meditación estándar y las cosas se calma- ron considerablemente. 
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