domingo, 29 de enero de 2017

POR LA CALIDEZ


Queridos amigos, el siguiente poema lo escribí durante la Guerra de Vietnam después de que la fuerza aérea de los Estados Unidos bombardeara el pueblo de Ben Tre. Ben Tre es el pueblo natal de mi colaboradora, la hermana Chân Không. Las fuerzas de los Estados Unidos destruyeron por completo el pueblo porque allí había cinco o seis guerrilleros. Más tarde un oficial declaró que se había visto forzado a bombardear y destruir Ben Tre para salvarlo del comunismo. Este poema tiene que ver con el enojo.


Sostengo mi rostro entre ambas manos.
No, no estoy llorando.

Sostengo mi rostro entre ambas manos
para mantener tibia mi tristeza,
dos manos que protegen
dos manos que nutren
dos manos que impiden
que mi alma me deje
sumido en la ira.[1]

¡JUÉGATELA!


sábado, 28 de enero de 2017

¡ALÉGRATE!


Causa-efecto 
Religión 
Felicidad

Desde este mismo momento, inténtalo: intenta ser feliz y estar lleno de dicha.

Te formularé una de las leyes más profundas de la vida. Tal vez no hayas pensado nunca en ello. Sabes (todo el aparato científico depende de esto) que todo se basa en la relación de cau­sa-efecto. Generas la causa y a ésta la sigue el efecto. La vida es un nexo causal. Plantas la semilla en el suelo y brota. Si la causa esta allí, la sigue el efecto. El fuego está allí: pones la mano en él y te quemas. La causa está allí, y la sigue el efecto. Tomas veneno y mueres. Tú dispones la causa y luego viene el efecto. Ésta es una de las leyes científicas más elementales: que la relación causa-efecto constituye el nexo más íntimo de todos los procesos de la vida.

La religión conoce una segunda ley que es aún más profunda que ésta. Pero esta segunda ley, más profunda que la primera, te parecerá absurda si no la conoces y no la experimentas. La religión dice: produce el efecto, y viene la causa. Esto es absolutamente absurdo en térmi­nos científicos. La ciencia dice: si la causa está allí, viene el efecto. La religión dice que lo con­trario también es cierto: generas el efecto y mi­ra, a éste lo sigue la causa.

EL DICTADOR QUE HAY EN USTED


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