sábado, 21 de enero de 2017

AQUÍ Y AHORA

Existencia 
Eternidad 
Conocimiento 
Contemplación 
Meditación

Alguien le preguntó a Buda: 

-¿Quién eres?

Y Buda dijo:

-No pertenezco a clase alguna. Simple­mente existo. Existo, pero no pertenezco a cla­se alguna.

En este preciso momento, puedes vislum­brarlo. Si no estás pensando, ¿quién eres? ¿Dón­de está el tiempo? ¿Hay un pasado? ¿Y un futu­ro? Entonces, este momento se transforma en la eternidad. Todo el proceso del tiempo no es más que un ahora prolongado. Todo el espacio no es más que un aquí extendido.

Entonces, cuando me preguntas por qué es­toy aquí, o por qué tú estás aquí, es porque es la única manera de existir. No podría estar en ninguna otra parte, así como tú no podrías estar en ningún otro lugar. Así es como nos hemos reunido. Tal vez no puedas verlo bien ahora. Para ti, los nexos no están tan claros, porque tu propio inconsciente no te resulta tan transparente, ya que no te conoces del to­do. Te resulta conocida una décima parte de tu ser; las restantes nueve partes permanecen en la oscuridad.

La contemplación es la clave de la medita­ción. Contempla tu mente.

COSTOS DE DECIR LO QUE PENSAMOS


jueves, 19 de enero de 2017

EN DEFENSA DE LA INDIVIDUALIDAD: SIMILARES, PERO NO IGUALES


La gente se asusta cuando alguien hace algo que se sale del patrón tradicional. Haz la prueba de salir a la calle descalzo o intenta comer en un restaurante con las manos, a ver qué pasa. Es probable que en el primer caso te miren con extrañeza y en el segundo te echen del lugar, aunque utilices tus dedos con glamour y sofisticación. 

El conformismo, o la adecuación absoluta a los cánones sociales y culturales, se llama «normatividad»: la creencia de que las normas deben ser respetadas y acatadas, no importa su grado de irracionalidad o de desajuste con la realidad.68 La gente normativa o conformista no es capaz de tomar decisiones por sí misma y tiene dificultades para ensayar comportamientos nuevos que no estén autorizados por las buenas costumbres. En muchas ocasiones, mientras que en público decimos sí a todo, en privado despotricamos y planeamos imaginariamente grandes cambios.69 Recuerdo que cuando era columnista de una revista de amplia difusión, escribí un artículo titulado: «Los derechos de los padres.» Por la temática (pensar más en los padres que en los hijos) yo esperaba una lluvia de críticas. Pero no fue así. Mi correo electrónico se llenó de mensajes que apoyaban la idea y que expresaban abiertamente la queja del «peso de ser padres». En público aceptamos gustosos nuestro papel de mártires educadores y en la intimidad decimos que es una carga de amor, pero carga al fin. 
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