sábado, 26 de noviembre de 2016
viernes, 25 de noviembre de 2016
LAS ESTRELLAS
Y ellas, ¿nos espían? Esos fulgores de la noche, ¿son ojos que noche a noche nos miran?
¿O son bocas? ¿Bocas abiertas por el asombro, que tiemblan de miedo? Los astrónomos no se atreven a decirlo, pero las más recientes investigaciones han probado que las estrellas están cada vez más atónitas y tembleques. Van del estupor al pánico: ellas no consiguen entender cómo sigue dando vueltas, todavía vivo, este mundo nuestro, tan fervorosamente dedicado a su propia aniquilación, donde no hay nada más rentable que el crimen ni nada más exitoso que la estupidez, y se estremecen de susto, porque han visto que ya andamos invadiendo otros astros del cielo.
jueves, 24 de noviembre de 2016
SERVIDORES DE LA PAZ
EXTRACTO DEL CAPÍTULO 16
Servidores de la paz
Lo que diferencia a las paramitas de las acciones ordinarias es que aquéllas se basan en prajna. Prajna es una manera de ver que disuelve continuamente cualquier tendencia a utilizar las cosas para afirmar el suelo bajo nuestros pies; es como un detector de basura que nos protege de creernos virtuosos o que tenemos siempre la razón.
SUPÓN QUE HUBIERA un lugar al que pudiéramos ir a aprender el arte de la paz, una especie de campamento de entrenamiento para guerreros espirituales. En lugar de pasar horas y horas disciplinándonos para derrotar al enemigo podríamos pasar horas y horas disolviendo las causas de la guerra.
Un proyecto así podría llamarse entrenamiento para bodhisattvas, o formación para los servidores de la paz. La palabra bodhisattva hace referencia a aquel que se ha comprometido con el camino de la compasión. El campamento podría ser dirigido por Nelson Mándela, por la Madre Teresa y por Su Santidad el Dalai Lama, pero es más probable que fuera dirigido por personas de las que nunca hemos oído hablar, como los hombres y mujeres ordinarios de todo el mundo que dedican su vida a ayudar a otros a liberarse del dolor.
miércoles, 23 de noviembre de 2016
VIVE CADA MOMENTO A LA PERFECCIÓN
Hace unos cincuenta años, mientras yo estaba en Estados Unidos, vino a verme una especialista en budismo y me dijo: «Querido maestro, usted escribe unos poemas maravillosos, pero pasa demasiado tiempo cultivando lechugas y haciendo tareas similares. ¿Por qué no emplea su tiempo en escribir más poesía?». Ella había leído en alguna parte que a mí me encantaba cultivar verduras y cuidar los pepinos y las lechugas. Estaba pensando de manera pragmática y me sugirió que el tiempo que dedicaba al huerto debía aprovecharlo para escribir poemas.
Le contesté: «Querida amiga, si no cultivara lechugas, no podría escribir los poemas que compongo». Es la pura verdad. Si no vives concentrado, siendo consciente, si no vives con profundidad cada momento de tu vida cotidiana, no puedes escribir. No puedes producir nada valioso para ofrecer a los demás.
Un poema es una flor que ofreces a la gente. Una mirada compasiva, una sonrisa, un acto lleno de amor compasivo es también una flor que florece en el árbol de la plena consciencia y la concentración. Aunque no pienses en el poema mientras preparas el almuerzo para tu familia, el poema se estará escribiendo. Cuando escribo una historia corta, una novela o una obra de teatro, puedo tardar una o varias semanas en terminarla, pero la historia o la novela siempre están ahí. De igual modo, aunque no estés pensando en la carta que escribirás a tu ser amado, se está escribiendo en el fondo de tu conciencia.
martes, 22 de noviembre de 2016
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