viernes, 30 de septiembre de 2016

LA BELLEZA DE LA NO MENTE


CHOEI-YUN, LA CORTESANA


Un moño alto, unas cocas en forma de ala de fénix que recogían su cabello de azabache, unas mejillas de porcelana, unos pies delicados. Choei-Yun tenía quince años, y el talle tan fino que al menor soplo uno temía que se fuera volando.

En el Pabellón Azul era la más solicitada de las cortesanas. 

Una hora en su deliciosa compañía costaba tres monedas de oro. Su madre cuidaba de ello celosamente.

Pero es cierto que cantaba como el ruiseñor, sus dedos os rozaban como el rocío, y la mirada de sus ojos negros ya era una caricia. La gente acudía de lejos a la pequeña ciudad de Yu-Hang para admirarla. Servía el té, tocaba la cítara, e incluso jugaba al ajedrez con aquellos cuya bolsa era modesta.

Sólo los ricos mercaderes y algún mandarín que estuviera de paso la seguían a sus habitaciones privadas.

Entre sus admiradores había un apuesto joven pobre, un artista, que la miraba de lejos con fervor. Un día consiguió reunir bastante dinero para poder ofrecer a Choei-Yun un modesto regalo. Se adelantó en medio de los pretendientes.

AUTOCASTIGO


jueves, 29 de septiembre de 2016

EN LA QUIETUD DE SU PRESENCIA SURGE LA BELLEZA


Lo que usted acaba de describir es algo que experimento ocasionalmente durante breves momentos cuando estoy solo y rodeado por la naturaleza.

Eckhart Tolle:
Sí. Los maestros del Zen utilizan la palabra satori para describir un relámpago de comprensión, un momento de no-­mente y de presencia total. Aunque el satori no es una transformación duradera, siéntase agradecido cuando llegue, porque le da a probar la iluminación. De hecho usted puede haberlo experimentado muchas veces sin saber qué es y sin darse cuenta de su importancia. Se necesita presencia para ser consciente de la belleza, la majestad, la sacralidad de la naturaleza. ¿Alguna vez ha contemplado la infinitud del espacio en una noche clara, sobrecogido por su absoluta quietud y su vastedad inconcebible? ¿Alguna vez ha escuchado, escuchado verdaderamente, el sonido de una quebrada en el bosque? ¿O el canto de un mirlo en un tranquilo atardecer de verano? Para ser consciente de tales cosas, la mente debe estar quieta. Usted tiene que dejar por un momento su equipaje personal de problemas, de pasado y de futuro, así como todo su conocimiento; de lo contrario, usted verá sin ver, oirá sin oír. Se requiere su total presencia. 

Más allá de la belleza de las formas externas, hay algo más ahí: algo innombrable, algo inefable, una esencia profunda, interior, santa. Siempre y dondequiera que haya belleza, esta esencia interior resplandece de alguna manera. Sólo se le revela cuando usted está presente ¿Podría ser que esa esencia innombrable y su presencia fueran una y la misma cosa? ¿Podría estar allá sin su presencia? Profundice en ello. Descúbralo por su cuenta.
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