Todos tenemos una energía habitual en nosotros. Somos lo bastante inteligentes como para saber que si hacemos o decimos algo movidos por nuestra energía habitual, estropearemos nuestras relaciones. Sin embargo, a pesar de ser inteligentes, seguimos haciendo y diciendo cosas arrastrados por la ira. Por eso muchos de nosotros hemos causado tanto sufrimiento en las relaciones que mantenemos con los demás. Después de haber hecho daño a alguien, lo lamentas muchísimo y te prometes no volver a hacerlo nunca más. En ese momento eres muy sincero y estás lleno de buenos deseos. Pero la próxima vez que una situación parecida vuelva a presentarse, harás exactamente lo mismo, volverás a decir exactamente lo mismo y causarás el mismo daño una y otra vez.
La inteligencia y el conocimiento no te ayudarán a cambiar tu energía habitual, lo único que puede ayudarte es la práctica de reconocerla, abrazarla y transformarla. Por eso el Buda nos aconsejó practicar la respiración consciente, para reconocer nuestra energía habitual en cuanto se manifieste y cuidar de ella. Si logras abrazar tu energía habitual con la energía de ser consciente, estarás a salvo y no volverás a cometer el mismo error.